Ignacio Avalos Gutiérrez
Al paso que gobierna el Presidente Maduro, el chavismo se disuelve en la nostalgia. Quién sabe si es nostalgia por Hugo Chávez o nostalgia por el barril petrolero volando cerquita del cielo. Quién sabe si por la revolución socialista o por la revolución temporal del consumo que produjo la abundancia ingresos, provenientes del “estiércol del diablo”, repartida con fines no ajenos a la manipulación política. Pienso que Hugo Chávez tuvo la oportunidad de morirse y no ver la tragedia que se está viviendo en el país. Y no ver, tampoco, la mezquindad con la que es tratado por la gente en los sondeos de opinión pública.
Mientras tanto, el Presidente Maduro, culpable de la situación nacional en segundo grado, hace lo que puede, o sea, bastante poco. Su Gobierno se encuentra encerrado en una calle ciega. Se refugia en la épica. Gesticula grandezas. Pervierte el lenguaje para que las palabras signifiquen su contrario y habla del diálogo con el puño cerrado. Apela a la retórica y a la mentira buscando engañar a la realidad, como si ésta fuera pendeja y usted y yo también. Todo en vano. En fin, cómo pasar por alto que con su gestión se les desapareció el futuro a los venezolanos.
Anda sin brújula, cierto, pero se da cuenta de que las encuestas son implacables con su gestión. Acude, entonces, a cualquier cosa que dé idea de rumbo y de manos a la obra frente a la crisis. Por eso hace pocas semanas se disfrazó de mago y sacó un conejo de la chistera, vale decir, de su manual de sobrevivencia política. Nos anunció la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Trata de convencernos de que el desmadre se debe, a la postre, a la Constitución vigente desde el año 1999. Hay que cambiarla, trata de argumentar, con el Ministro Jagua haciéndole la segunda. La cambiamos y lo demás será soplar y hacer botellas, sugiere.
Entendemos, entonces, que superaremos así la falta de comida y medicinas, la anomia y la violencia que nos agobian, la inflación, los pésimos servicios públicos, la precariedad de nuestro aparato productivo, la corrupción, el deterioro de nuestras universidades y centros de investigación, la fragilidad institucional y hasta las calamidades asociadas al modelo rentista. Un diagnóstico simple y claro que cuesta mucho entender por qué nos llega tan tarde.
Así las cosas, y dando por buena la palabra presidencial, el asunto es cambiar la Carta Magna. Por qué no vamos, entonces, un poco más allá y dibujamos una Constitución ambiciosa que no sólo nos saque de nuestras presentes dificultades, sino que nos permita convertirnos en un mejor país en todos los sentidos. Por qué, se me ocurre, no nos copiamos la Constitución de Finlandia, una nación ejemplar de acuerdo a lo que señalan los numerosos datos que sirven para constatarlo, que en lo único que falla es en la mediocridad de su selección de fútbol. O tal vez sea mejor idea la de fusilarnos la de Noruega, un país petrolero que, según dicen, ha sabido no ser rentista.
A menos, claro, que la idea del cambio constitucional que tiene el Presidente no sea, como creen muchos (que vaina con la suspicacia nacional), la de superar la crisis y garantizar la paz, sino la de darle rango constitucional al autoritarismo y asumir los CLAPS como pieza angular de nuestro modelo de desarrollo.
Visto lo anterior pareciera que mediante elecciones, diálogo y negociaciones, los venezolanos, todos, merecemos el cambio de Gobierno.
Harina de otro costal
También en el deporte se cuecen habas. También en este caso, las autoridades gubernamentales, vía el IND, controlan la integración de las asambleas electorales a fin de que votantes cuidadosamente seleccionados por su pedigrí oficialista, sean los que nombren a los directivos de las distintas federaciones deportivas (no sé si esto le suene conocido, estimado lector). Señalo esto porque durante la presente semana tendrán lugar los comicios en varias de ellas y la sospecha de que se den a través de procesos torcidos desde el punto de vista jurídico y ético, tiene un sólido fundamento, como lo demuestran las relativamente recientes elecciones en la Federación Venezolana de Fútbol.
Lo que ocurre en el deporte nos deja claro que sólo habrá consultas en donde el Gobierno tenga el triunfo como único escenario posible. De nuevo: no si esto le resulte conocido, estimado lector.