Alfredo Infante sj
La muerte de Pompeyo Márquez es el grito de la democracia. Su vida ha de ser un símbolo de la Venezuela sabia y democrática que se resiste. Hombre de izquierda, humanista, democrático. Con pasión de enamorado de nuestro país, desde su silla de rueda, casi sordo, y con la lucidez del sabio que ha llegado a descubrir lo central, sin distraerse en espectáculos y añadiduras, se rebeló con su palabra de político y escritor ante esta pseudo izquierdista dictadura. “Quiero morir en democracia”, me confesó en una visita. Y, tal vez, aunque en esta hora la dictadura profundiza sus mecanismos, en medio de esta rebeldía popular hay un deje, un aliento hondo, un rescoldo, de que pronto amaneceremos en democracia. Tal vez, el anciano Pompeyo lo vislumbró y como Simeón en el evangelio (aunque Pompeyo no era creyente) diría a sola con la historia “puedo morir en paz”. Nos toca a nosotros hacer cristalizar sus sueños, que en definitiva es el sueño de las mayorías en nuestra Venezuela.
Gracias Pompeyo por ser venezolano