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Política y Ética

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Alejandro Moreno

He hablado en mi anterior artículo de la ética del revolucionario radical, ética entendida como principios básicos sobre los cuales soportar fuera de toda duda una norma de conducta. Hoy voy a exponer lo que de nuestras investigaciones se deduce como la ética ínsita, no necesariamente consciente, en el mundo-de-vida de nuestro pueblo. La ética conforma la manera en que el hombre popular venezolano vive y concibe en la práctica y desde la práctica la política.

Lo primero que observamos es que el revolucionario radical se diferencia esencialmente de todos los demás hasta el punto que no puede considerarse como perteneciente al mundo-de-vida popular venezolano. Por exigencia lógica tiene que constituirse como “hombre nievo” o totalmente distinto pues no comparte en absoluto los significados de ese mundo. 

Ante todo, la característica más significativa de la manera que tiene el venezolano popular de concebir y relacionarse con el hecho político según sus principios éticos propios es hacerlo al modo relacional, esto es, la política la vive y la concibe como relación afectiva en humanidad, incluso cuando la enfoca desviada hacia fines inmorales, pues no se justifica interiormente en ese caso, sino que tiene conciencia de ir contra esos principios. Son las personas y no las instituciones o ideologías lo que condiciona su práctica y compromiso político.

Este fondo ético permanece incluso en aquellos que, guiados por preocupaciones de justicia, por un tiempo se desvían hacia ideologías radicales y es lo que les lleva a recuperar esos valores que en el fondo nunca perdieron. Permanecieron como solapados en ellos, es decir, en aquellos líderes revolucionarios que no perdieron su raíz cultural popular y por eso mantuvieron siempre o por un tiempo un largo y angustioso conflicto interior.

Ambas posiciones se viven como totalmente contradictorias de modo que la una excluye sin más a la otra. Así pues, lo que hemos encontrado como significado constitutivo del mundo-de-vida popular venezolano está presente no sólo en las prácticas de vida de la cotidianidad sino también en el mundo de la política constituyendo la estructura profunda de su posición ética. 

La cultura raigal, ese modo venezolano de habérselas con la realidad toda, es el verdadero fundamento ético que permanece en nuestro pueblo, y por ende también en sus líderes, el que nos identifica y que nos da sentido.

Por eso, hacerse revolucionario radical es desvenezolanizarse, implica identificarse con otro mundo-de-vida, con otra cultura, con otro modo de ser hombre.

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