Luis Oliveros
Empezó la temporada de anunciar programas de estabilización económica para Venezuela. Recientemente circuló por las redes sociales un informe de intenciones de un grupo de personas que trabaja para “recomendarle” desde ya un programa de ajustes a un supuesto nuevo gobierno. En este manifiesto-programa hay muchas preguntas, quejas y al final la promesa de que pronto vendrán las soluciones.
Leyendo la proclama, es imposible no preocuparse. La angustia de incurrir en los mismos errores del pasado aparecen. La idea de que un nuevo gobierno meta la pata y lance por la ventana todo el esfuerzo para lograr un cambio de gobierno aterra. Sin duda surgen dudas cuando se revisa la proclama: ¿Y dónde está el tema social?, ¿Dónde queda el “minúsculo” detalle que un nuevo gobierno no solo enfrentará la crisis económica más complicada de nuestra historia, sino que tendrá que lidiar con el chavismo en la oposición?, ¿Dónde colocan la importancia de la reconstrucción institucional que tanto necesita Venezuela? Un hipotético nuevo gobierno tendrá un panorama parecido al año 1988, pero con un nivel de deterioro país de cuatro, cinco o diez veces más. Si no se hacen las cosas, sabemos muy bien que pasó entre 1989 y 1994.
Un plan de estabilización para Venezuela es algo relativamente fácil de pensar. Los problemas, distorsiones y potencialidades de esta economía se conocen perfectamente (excepto por el gobierno actual) y han sido analizados por decenas de economistas (excepto los chavistas). Pero a esas recetas de libro de texto hay que agregar cosas como emergencia alimentaria y de medicinas (hambre, escasez), conflictividad social e inestabilidad política que deben ser atacadas como mucha inteligencia, rapidez y eficiencia. Son momentos en que la racionalidad económica junto con la verdadera política trabajen de la mano y encuentren las soluciones a un país que necesita del concurso de todos para mejorar. Toda la ayuda que venga es bienvenida. Solo que el precedente chavista nos invita a tener cuidado, a desconfiar y a entender que la salida de la crisis la tenemos que encontrar los venezolanos.
Las promesas de la proclama incluyen universidades completas en Estados Unidos que ofrecen ayuda gratis, con tal de que Venezuela “salga de la crisis”. Esas cosas recuerdan al ofrecimiento del gobierno cubano en 1999 de ayuda gratis hacia Venezuela.
Estamos grandes para la gracia de creernos la llegada de salvadores de la patria. Mucha agua ha corrido por los puentes venezolanos como para volver a caer en cuentos. La sociedad venezolana que quiere un cambio real de país, tiene que cuidarse muchísimo de no cometer los mismos errores de 1989. La soberbia, la ingenuidad y la sed de venganza son cosas que deben quedar por fuera a la hora de empezar a construir un nuevo país. La prioridad deben ser los venezolanos, mejorarle su calidad de vida, lo que menos queremos los que hemos sacrificado mucho por quedarnos en Venezuela estos 17 años, es que quienes quieren venir hoy a “arreglar esto” lo hagan tan mal, que le devuelvan el poder a quienes generaron la tragedia actual.