Ingrid Jiménez Monsalve
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 6 de junio demuestra una vez más que la política peruana es cualquier cosa menos predecible. Después de la primera vuelta parecía que las piezas del rompecabezas encajaban perfectamente para que Keiko Fujimori coronara su aspiración presidencial, a la que aspiraba por segunda vez, tras ser derrotada en 2011 por Ollanta Humala.
Fujimori aprendió de sus errores y se dedicó a fortalecer su partido en todo el país. Conto con recursos ingentes para realizar su campaña y una estrategia electoral que la alejaba del ala dura del fujimorismo. Su campaña, como era de esperarse, estuvo signada por el populismo: su oferta electoral se centró en ofrecer soluciones rápidas a la inseguridad, que actualmente es el tema que más preocupa a los peruanos y, en especial, a los limeños.
A contravía de la fortaleza exhibida por Fujimori en la primera vuelta, su oponente, Pedro Pablo Kuczynski o como le dicen los peruanos PPK, tuvo un tímido arranque de campaña, y se mostró débil frente a los ataques de la candidata de Fuerza Popular. Dos semanas antes de la elección las encuestas daban cuenta de que la ventaja de Fujimori sobre PPK rozaba el 5 %.
Sólo después del último debate, en el cual Kuczynski abandonó su postura moderada y atacó duramente a Fujimori y el legado dictatorial que pesa sobre sus espaldas, el movimiento antifujimorista, hasta ese momento disperso, se aglutinó en torno a su candidatura y lo llevó a ganar por la mínima diferencia de 41.438 votos.
Las causas de la derrota de Fujimori son diversas, y ponen sobre la mesa el complejo escenario político que deberá enfrentar el próximo gobierno. En primer lugar, las elecciones revivieron una polarización política en torno a la figura de Alberto Fujimori y lo que representa para el país. Los fundados temores que despierta su hija, galvanizaron en la última semana la movilización de políticos, líderes de opinión, organizaciones de la sociedad civil y de derechos humanos a favor del candidato de Peruanos por el Kambio.
En segundo lugar, su propio partido se convirtió en un pesado fardo para Fujimori. Joaquín Ramírez, secretario general de Fuerza Popular y socio de su hermano Kenji comenzó a ser investigado por la DEA por lavado de activos. Y para completar el cuadro, el candidato a vicepresidente José Chlimper entregó un audio a un canal de televisión en el que un piloto informante de la DEA exoneraba a Ramírez de la acusación. Al mejor estilo fujimontesinista se descubrió días después que el audio había sido entregado adulterado a la televisora para exculpar a Ramírez.
Este hecho fue clave en la derrota de Fujimori, porque se convirtió en un llamado a la reflexión para la sociedad, ¿realmente había cambiado el fujimorismo? ¿o sólo era el mismo autoritarismo, esta vez camuflado bajo los ropajes de nuevos actores?. Recordemos que uno de los pilares de la dictadura de Fujimori fue el control y compra de líneas editoriales de medios de comunicación a través de los cuales se manipulaba a la opinión pública.
Pero sin lugar a dudas el apoyo a PPK de la excandidata presidencial Verónica Mendoza, fue lo que se selló su triunfo. Mendoza fue muy cauta al inicio de la campaña para la segunda vuelta y señaló que no apoyaría a ningún candidato. En los días previos a la elección cambió de postura y se decantó por PPK. En un mensaje a sus seguidores, Mendoza sentenció: “Si algo está claro a estas alturas es que el sur tiene memoria y no está dispuesto a cederle un milímetro a la corrupción y al narcotráfico.”
En política es conocido el axioma de que los votos no se endosan, independientemente de la solidez o características de las alianzas electorales. Este caso fue la excepción a la regla: el apoyo de Mendoza a PPK fue decisivo para que éste ganara en los departamentos del sur, en donde el voto le había sido esquivo en la primera vuelta.
El candidato de Peruanos por el Kambio que había llegado de tercero en estos departamentos ganó cómodamente en la región. Uno de los ejemplos más representativos fue Cusco, departamento emblemático del Frente Amplio (partido de Mendoza).PPK sólo había obtenido el 10,19% de los votos en la primera vuelta y en la segunda ganó holgadamente con el 64,28%.
Sin duda, el temor a una posible deriva autoritaria de Fujimori jugó a favor de Kuczynski, un candidato de perfil tecnocrático y de indudable credenciales democráticas. Ello significa que la mayoría de los que votaron por PPK lo hicieron, realmente, en contra del fujimorismo. En otras palabras, PPK fue electo con votos prestados del antifujimorismo. Un respaldo electoral que no necesariamente se traducirá en respaldo político.
De ahí que los retos que tiene ante sí el nuevo presidente son ciclópeos.
Para empezar, la crispación del clima político peruano sigue intacta. El nuevo gobierno deberá trabajar por aminorar la polarización del país que ha quedado dividido de nuevo entre fujimoristas y antifujimoristas. Su primer mensaje como presidente electo llamando a la unión apunta justamente hacia la reunificación del país.
El fujimorismo, con una votación del 49,88%, estuvo lejos de ser derrotado. Millones de peruanos confiaron en Fujimori, lo que revela que la imantación de amplios sectores del país por el autoritarismo fujimorista está lejos de haber sido conjurada.
Por otra parte, es predecible que después de la derrota, exista una fisura en Fuerza Popular debido al posible enfrentamiento entre los hermanos Fujimori y la eventual aspiración presidencial de Kenji, congresista e hijo menor del dictador.
En medio de este clima polarizado, ha emergido un actor que jugará un papel crucial en los próximos años: la izquierda. El caudal de votos obtenidos por el Frente Amplio de Verónica Mendoza en el sur del país da cuenta de la recomposición de las identidades políticas en torno a nuevas preocupaciones que han surgido tras el desarrollo, como la preservación del ambiente y la cultura de los pueblos originarios ante la amenaza de la creciente explotación minera.
Para favorecer la gobernabilidad, el Presidente Kuczynski deberá tomar en cuenta al Frente Amplio y su agenda en torno a estos temas. Como Peruanos por el Kambio es minoría en el congreso, el apoyo del Frente Amplio será fundamental para impulsar sus políticas.
La buena noticia para el país es que el Presidente Humala deja el poder con una economía estable, un déficit fiscal mínimo y un endeudamiento externo muy bajo. Esto le permitirá a Kuczynski centrar su atención en los ingentes problemas sociales y en llevar adelante los ajustes necesarios al modelo económico para lograr el despegue definitivo del país andino.