(Mt 18, 21-35)
Alfredo Infante sj
El número 7 en la Biblia significa plenitud, perfección. Hace referencia al séptimo día; a la alegría del corazón de Dios, que contempla la bondad de lo creado y descansa gozoso. En el Evangelio de hoy los discípulos le preguntan a Jesús cuántas veces han de perdonar y el Nazareno los desconcierta con la respuesta «70 veces 7».
Algo así como sin límites, infinitamente, y plenamente de corazón. Todos sabemos lo difícil que es perdonar y, muy especialmente, lo difícil que es perdonar a aquellas personas que nos han herido profundamente y han sembrado en nuestro corazón la sed de venganza. En un país como Venezuela, sacudido por la violencia social y política, hablar de perdón es para muchos un insulto.
Hay tanto resentimiento fundado que muchos llegan al convencimiento de que perdonar es un imposible. La violencia social que roza las 90 muertes violentas por cada 100 mil habitantes; la violencia socio económica y política que está expulsando a cientos de miles de personas diariamente por nuestras fronteras y dejando el corazón herido por el duelo; la impunidad estructural que nos deja en estado de desamparo y orfandad; la discriminación política que excluye a quien no se deja programar por la mentira y la propaganda del poder; todo esto, es un acto de descreación y muerte que genera muchas heridas y resentimientos difíciles de sanar.
No se trata de hacer borrón y cuenta nueva, se trata de sanar las heridas con el perdón. Perdonar es un largo proceso de sanación que, aunque difícil, amerita disposición porque es la única vía de liberación y recreación; por eso el «7». Hay personas que han llegado a cargos de poder con el corazón enfermo y resentido y han hecho del resentimiento una política de estado y el resultado ha sido la descreación. Si no hay sanación y liberación por el tortuoso camino del perdón, la víctima se convierte en victimario.
Jesús nos muestra su propuesta con una parábola en la que nos dice que no se trata sólo de perdonar sino también de saber acoger el perdón. El primer hombre pide perdón y es perdonado, pero no acoge el perdón de corazón; su petición de perdón es táctica, quiere estar libre para vengarse de sus deudores, no para perdonarlos; por eso, al salir es despiadado con su deudo, con su ofensor. A él se le perdonó mucho, pero no acogió de corazón el perdón, no se liberó del resentimiento y la venganza y termina haciendo de su vida un infierno. No experimentó el gozo de la recreación, el 7.
Construir la ruta del perdón, sin impunidad, es el gran desafío para recrear «7» a nuestro país. Sólo por el perdón alcanzaremos la auténtica liberación.
Oremos Señor, libera nuestro corazón. Enséñanos a perdonar. Danos la sabiduría para repensar en una justicia restaurativa, no vindicativa para sanar nuestras heridas.
Sagrado corazón de Jesús, en vos confío
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela