Luisa Pernalete
Los católicos cuando rezamos el “Yo pecador”, pedimos perdón por haber ofendido a Dios de “pensamientos, palabras, obras u omisión”, sin embargo, sólo de verdad solemos ver las malas acciones pero no vemos las acciones buenas que hemos dejado de hacer, y, por omisión también se peca.
Consideremos, por ejemplo, que dejar de ayudar aun niño o una anciana a pasar la calle, puede ocasionar un accidente fatal para esa persona. No advertir a un despistado que se va a llevar algo por delante, también puede ser grave. Ver un choque con posibles heridos y no tender la mano o no llamar al 171, puede significar la muerte para los heridos. No escuchar a alguien angustiado por el último hecho de violencia que fue objeto, es perder la ocasión de contribuir con el ánimo salvador para esa persona.
Veamos incluso cosas más pequeñas, dejar de saludar o contestar un saludo es menospreciar al otro: no vale ni un saludo para nosotros. Dejar de tomarnos una medicamento puede interrumpir el tratamiento y continuar con la enfermedad.
Olvidarnos del cumpleaños de un ser querido puede ser terrible para el olvidado y para el olvidadizo también, pues se interpretará como falta de cariño y hasta cosas peores. No serán pecado pero esas omisiones tienen consecuencias.
Para efectos de la solución de problemas o prevención de los mismos, dejar de ir a la reunión del condominio puede suponer que mis buenas opiniones no sean tomadas en cuenta y el problema del edificio siga. No ir a la reunión de padres y representantes puede significar que la violencia escolar se agrave y mi representado sufrirla, puesto que ni me enteré de la luz roja encendida.
¿Qué es la impunidad sino un pecado de omisión? Impunidad es falta o delito sin culpable y culpable sin sanción, y ya se sabe, la impunidad modela conductas, genera más violación de la norma. Cuando en el hogar los padres, no defienden al hermano pequeño que ha sido agredido por el más grande, provocará doble daño: la víctima se sentirá no querido, indefenso, y el victimario creerá que sus acciones no tienen consecuencias, un daño para su vida futura.
Igual pasa en la escuela. El maestro o maestra que minimice las acciones de acoso escolar, desmoralizará a la víctima y empoderará al victimario. Eso, en plena edad de formación, es grave para ambos. También ocurre en la sociedad: Venezuela está sufriendo las consecuencias de la impunidad que ha envalentonado al delincuente, pues matar no es sancionado sino en muy escaso porcentaje. La impunidad es pecado de omisión, porque se deja de hacer justicia.
Tener decenas de ventajas en una región como Guayana –mineral de hierro, bauxita, un río navegable, puertos instalados, energía hidroeléctrica, capital humano-, y no invertir en las empresas básicas, es un pecado de omisión con graves consecuencias no sólo para los trabajadores, sino para todo el país. Por omisión también se peca.