(Jn 20,19-23)
Alfredo Infante sj
Con la muerte de Jesús los discípulos viven dos experiencias existenciales muy fuertes: dolor y miedo. El escenario que Juan describe simboliza la experiencia interior que viven los discípulos: noche, puertas atrancadas, encierro, están existencialmente en el reino de la desesperanza, de la opresión, son víctimas de los poderes, no sujetos libres. El dolor y el miedo ha reducido el mundo y las expectativas de los discípulos. Todo es incierto. Jesús se aparece en medio de esta hora existencial y con su saludo entrega lo que el corazón de los discípulos necesita: paz. Saluda: «la paz esté con ustedes».
Con la presencia y palabra de Jesús resucitado, se inicia un proceso interior de liberación cuya señal es la alegría (leticia). La paz de Jesús libera del miedo y del dolor que encierra y paraliza El miedo y el dolor están vinculados con la muerte, por eso Jesús, seguido del saludo, enseña las llagas del costado y las manos, como señal de que el crucificado es el resucitado y el camino de Jesús, es el camino que conduce a la vida y vence la muerte. Como experiencia interior, esta liberación no es automática, requiere tiempo, es procesual, por eso Jesús vuelve a saludar.
La insistencia en el saludo indica movimiento, camino. Si con el primer saludo se inicia un proceso inacabado y continúo de liberación interior hacia la vida, con el segundo saludo se confiere el sentido y el para qué de esa liberación: la entrega de su misión. Es una paz activa, una paz que envía, es paz interior, no paz intimista, ni narcisista. Porque eso, con su segundo saludo nos dice: como mi padre me ha enviado, así los envío yo Recuerdo, que el obispo Pedro Casaldáliga solía pedir: Señor, que tu paz, no nos deje en paz. Quienes se van experimentando sanados y liberados por Jesús, van sintiendo leticia interna y como un fuego el deseo de ser misioneros de su paz. Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios. Somos, pues, por su envío, continuadores de la misión de Cristo.
Pero Jesús, no sólo nos libera y nos envía con su paz, sino que también nos capacita con su Espíritu. La escena es hondamente consoladora, «sopló sobre ellos Espíritu Santo». Y, al liberarlos, enviarlos y capacitarlos, les señala la misericordia y el perdón como el fundamento del mensajero de la paz.
Hoy, en nuestro país, como los discípulos, somos presas del dolor y del miedo que nos encierra y tranca las puertas de los sueños. Hoy Jesús viene a nosotros con su saludo de paz que libera, envía, capacita para ser continuadores de su misión, hoy.
En cada signo de amor, vida y solidaridad está el Espíritu y la paz de Jesús liberando, enviando y capacitando para vencer el mal a fuerza de bien.
Oremos Señor, que tu paz que libera, envía y capacita, no nos deje nunca en paz. Que el Espíritu de tus bienaventuranzas nos guíe.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.