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Patricia Amézaga: La ciencia como pasión

Cortesía de PLAYERS of Life

Llegó a la ciencia por casualidad y supo hacerla suya. La nanotecnóloga Patricia Amézaga Madrid fue reconocida con el Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga 2023, gracias a sus más de 30 años de trayectoria dedicada a la formación de estudiantes y a la sintetización de nanomateriales para la industria.

Por Monserrat Muñóz

La ganadora del Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga 2023 no tenía en sus planes estudiar una carrera relacionada con la ciencia. De hecho, ella estaba mucho más entusiasmada con la idea de convertirse en veterinaria. Pero, proveniente de una familia conservadora, obedeció a su padre cuando él le presentó la oportunidad de estudiar la licenciatura en Químico Bacteriólogo Parasitólogo en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH).

“Mi papá me dijo: ‘Si no estudias química, pues te quedas en la casa’. Y yo dije: ‘¡Sí me voy!’. Yo no escogí la química, mi papá la escogió para mí”, recuerda Patricia Amézaga Madrid. Sin que entonces lo supiera, el ultimátum de su padre habría de convertirse en un camino que despertaría una inmensa pasión en ella, hoy convertida en nanotecnóloga.

No fue una imposición que le viniera mal. Ya desde pequeña había desarrollado cierta curiosidad por la ciencia que, de acuerdo con su memoria, se detonó el día en que su mamá le regaló un rompecabezas tridimensional de un cerebro, cuando tenía nueve años. Un profesor de primaria siguió cultivando en Patricia esa inquietud innata, y con ello entendió que la ciencia no tenía por qué ser algo exclusivo del género masculino.

“Soy científica”, dice al preguntarle a qué se dedica. Lo dice sobrada de confianza, sabedora de que su trabajo importa y trasciende. Lo suyo es hacer materiales nanoestructurados que sirvan como base para soluciones de distintos problemas; el tratamiento de aguas residuales ha sido uno de sus principales focos. Pero también la docencia y su familia, a la que dedica el trabajo de cada jornada.

Cuenta con una maestría en Ciencia y Tecnología de Alimentos por la misma UACH y es doctora en Ciencia y Tecnología Ambiental por el Centro de Investigación en Materiales Avanzados (Cimav), donde actualmente lidera los laboratorios de Películas Delgadas I, Preparación de Muestras para Microscopía Electrónica y Películas Delgadas II y Propiedades Ópticas y Eléctricas.

Es autora principal o coautora de alrededor 45 artículos indexados y tiene a su nombre 17 patentes, algunas internacionales. Además, ha dirigido 30 tesis de pre y posgrado. Desde 2007 forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI); actualmente ostenta el nivel II. Es, sin embargo, minoría: apenas 37 por ciento de los poco más de 33 mil miembros de la élite científica del país son mujeres.

En febrero de 2023 recibió, por parte del Sistema Universitario Jesuita (SUJ) y la Universidad de Deusto, el Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga 2023, que ella considera un reconocimiento a su trabajo y, señaló, un fuerte aliciente para que más mujeres se sumen a pensar, crear y vivir la ciencia, desde la visibilización de quienes ya están en ese camino.

Por cierto: no habrá estudiado veterinaria, pero su amor por los animales jamás se vio mermado: tiene 13 gatos en casa y otros tantos a los que alimenta todos los días al llegar al laboratorio.

Crédito: Luis Ponciano / OCI ITESO
Crédito: Luis Ponciano / OCI ITESO

¿Cómo elegiste tu camino dentro de la ciencia?

—Siempre digo que llegué a la ciencia por mera casualidad. Después de terminar la carrera, mi intención era ponerme a trabajar. Pero resultó que había pocas oportunidades y, las que había, no eran como hubiese querido. No encontré empleo, así que me fui por la ciencia.

Entré a la maestría en Alimentos para ampliar mi abanico de oportunidades. Mi tesis la trabajé acerca de microorganismos en barras de ensaladas de restaurantes. Lo que yo estudiaba era el ADN de estos microorganismos y su resistencia a los antibióticos. Cuando entré al doctorado, seguí con ese tema. Con mi asesor, el doctor Mario Miki Yoshida, vimos la oportunidad de trabajar con películas delgadas —como se llaman en la nanotecnología— que fueran antibacterianas. La idea era poner estos recubrimientos en cerámicas e irradiarlos con una fuente de luz para activar el material y así matar microorganismos. Qué bueno sería tener estos recubrimientos en un quirófano, en un baño público o en una vajilla, por ejemplo.

Ya desde entonces estabas pensando en aplicaciones muy concretas. ¿Siempre ha sido ése tu enfoque a la hora de hacer ciencia?

—Así es. Si bien es cierto que yo genero ciencia básica, con mis estudiantes siempre busco aterrizar sus trabajos de tesis en aplicaciones tecnológicas, aunque sea a escala de laboratorio. Eso es lo que hacemos: sintetizamos un material, lo conocemos microestructuralmente, conocemos sus propiedades y le damos una aplicación tecnológica pequeña. Así, el estudiante se queda con el conocimiento de saber sintetizarlo, caracterizarlo y probarlo en el ámbito del laboratorio.

Afortunadamente, la nanotecnología es una rama en la que podemos aplicar la mayoría de las ciencias. Entonces, la generación de materiales a escala nanotecnológica puede ser tan viable como cuando en un restaurante podemos pedir lo que deseamos consumir a la carta. Nosotros podemos generar materiales con las características que un industrial desee, mientras conozcamos la tabla periódica y las propiedades del material que queremos crear. Estas aplicaciones tecnológicas funcionan para cualquier área.

¿Qué consideras que es lo más divertido de tu trabajo?

—La convivencia con mis alumnos. Tengo personas que han llegado conmigo para hacer su servicio social y prácticas profesionales y se han quedado hasta el doctorado. He tenido la fortuna de asesorarlas y participar en su crecimiento científico; además, soy como una segunda mamá, porque me permiten conocer sus vidas y virtudes y asistirlas en diferentes áreas.

Me gusta mucho la docencia: actualmente imparto una materia en la que introduzco a los estudiantes a conocer un poco de mi campo, pero de una manera coloquial, muy interactiva.

Desde la docencia, ¿cuáles crees que son algunos de los vicios que alejan a los estudiantes de la ciencia y la tecnología?

—La memorización. Cuando yo estudiaba la secundaria, nos enseñaron que debíamos memorizar la tabla periódica y yo nunca lo pude hacer. Como docente, creo que es mucho más importante que aprendan a manejar esa tabla periódica, que conozcan las propiedades tanto físicas como químicas de cada elemento, sus características, los estados de oxidación, y que sepan manipular la tabla, no que se la aprendan de memoria.

Algo similar pasa con las matemáticas y la física cuando obligan a los estudiantes a memorizar las fórmulas. ¿Por qué memorizar una ecuación cuando la podemos llevar en una hoja y aprender a aplicarla? Creo que son técnicas obsoletas de enseñanza que terminan por bloquear a los alumnos.

La ciencia yo la platico de manera muy básica, de manera que la entiendan no nada más mis estudiantes, sino también un ama de casa, un estudiante de primaria, de secundaria o de nivel medio. Trato de poner la ciencia en el día a día.

¿Cuáles son tus líneas de investigación?

—Tengo dos. La principal es el tratamiento de aguas. Generamos materiales absorbentes afines a contaminantes, como arsénico, flúor o metales pesados. Estos materiales los podemos agregar al agua para tratarla; al hacer contacto con los contaminantes, se unen a la superficie del material para luego centrifugar y recolectar para mejorar la calidad del agua. En esta línea ya tenemos varias patentes registradas y artículos publicados sobre partículas que, al agregarse con los coagulantes en aguas residuales, mejoran bastante la calidad del agua. Ya estamos probando las partículas con agua residual; colaboramos con una planta embotelladora que nos está proporcionando el agua residual.

La segunda aplicación en la que estamos probando estos materiales es en el reforzamiento de estructuras metálicas. Por ejemplo, sabemos que el aluminio es un material muy utilizado en la industria gracias a sus buenas propiedades mecánicas; (con las nanopartículas) podemos reforzarlas. Las sintetizamos a partir de materiales que son económicos, como óxido de metal.

¿Cuál podría ser el efecto de este tipo de desarrollos en un país como México?

—La nanotecnología es una alternativa que debe ir unida a los tratamientos convencionales del agua. Un problema al tratar el agua es que se generan muchos lodos que son muy tóxicos y se tienen que disponer en rellenos sanitarios y otros lugares para que no causen tanta contaminación; usando nanotecnología podríamos disminuir la cantidad de lodos.

Sin lugar a dudas, el tema del agua es uno de los más importantes, pues simple y sencillamente, sin agua no podemos sobrevivir, y el tratamiento del agua residual se puede mejorar en gran medida utilizando nanotecnología. Con mi participación en la ciencia quiero aportar al país mi granito de arena para que se conozcan a escala básica los materiales que en un futuro se puedan aplicar a escala industrial. Estoy convencida de que los materiales que sintetizamos para tratamiento de agua van a servir en un futuro.

¿Alguna vez pensaste en renunciar a la ciencia?

—No una sola vez: muchas veces. En ocasiones, llevar los papeles de madre, de esposa, de hija y de científica es demasiada responsabilidad. Sin embargo, los he llevado con bastante decoro. Cada día hace regresar la pasión que le tengo a mi trabajo.

Lo más difícil que he encontrado en el campo de la ciencia es la falta de apoyos económicos, porque sin eso, uno como científico no puede hacer muchas cosas. Sin embargo, en cada convocatoria que hay yo meto proyectos. Y afortunadamente me han aprobado varios.

¿Qué debe tener, sí o sí, una joven que decida iniciar su camino en la ciencia y la tecnología?

—Pasión. Pero no en el sentido de querer convertirse en una científica sólo porque sí, sino que le haga sentido lo que pueda hacer: que tenga curiosidad y una inquietud de generar algo que en un futuro pueda significar un cambio. Debe tener disciplina, porque hay que estudiar y leer; pero sobre todo tener las ganas de salir adelante, como en cualquier otra área.

¿Qué significa para ti recibir el Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga 2023?

—Éste es un reconocimiento que estuve buscando porque siento que mi trabajo es importante. Los reconocimientos sí funcionan porque nos motivan, y cuando eso pasa, uno desarrolla su mejor versión y se tiene esa motivación de que lo que tú generas puede ser importante también para otras personas.

Me enteré de la convocatoria por medio de una compañera de trabajo. Me puse a ver los requisitos y me decidí a participar. Agradezco al Sistema Universitario Jesuita que reconozca a las mujeres en el campo de la ciencia y la tecnología y por estar preocupado por incorporar cada vez a más mujeres.

Fuente:

Este artículo fue publicado originalmente en la revista Magis en su edición N°494.

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