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Paradojas de la invasión a Ucrania (I)

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Por Félix Arellano

La invasión rusa a Ucrania, una guerra absurda producto del expansionismo terrófago del presidente Vladimir Putin cumple un año y, en estos días, la escalada se incrementa por el apoyo de Occidente en armamentos a Ucrania, pero también por la agresiva retórica rusa, el constante chantaje nuclear y las amenazas a Moldavia. Un cuadro que reduce sensiblemente las posibilidades de una paz negociada.

Entre los argumentos que ha insistido el presidente Putin para justificar la irracional decisión de la invasión, siempre resalta lo que considera una creciente amenaza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que ha avanzado en la aceptación como miembros de varios de los países satélites de la vieja Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y algunos que fueron miembros de la fracasada Federación Rusa, lo que representa una amenaza y una humillación para el presidente Putin.

Pero precisamente la invasión a Ucrania, y las actuales amenazas a Moldavia, confirman a los viejos aliados del comunismo soviético la conveniencia de incorporarse en la OTAN que, si bien no constituye una garantía absoluta, representa un escudo disuasivo ante el expansionismo ruso, que viene avanzando, inicialmente sin mayores limites, desde la invasión a Georgia, luego a Crimea y más recientemente a la zona del Donbas.

Conviene destacar que la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, está enfrentando una guerra híbrida del Kremlin; una sistemática campaña de descalificación bajo el alegato de una actitud hostil contra Rusia, por promover los valores libertarios y la vinculación con Occidente que puede representar una esperanza de paz y prosperidad para su país. Adicionalmente, Moscú exacerba la tensa situación en la zona de Transnistria, donde mantiene importantes contingentes de tropas acantonadas.

Suecia y Finlandia, que por largo tiempo han asumido una política exterior de equilibrio neutral, ante su cercanía geográfica con Rusia y observando la invasión de Ucrania, decidieron solicitar la incorporación a la OTAN, interesadas en lograr un potencial escudo de defensa frente a cualquier irracionalidad rusa. Un proceso de adhesión que el gobierno de Turquía, miembro de la organización y muy vinculado a Rusia, sigue complicando, en particular en el caso de Suecia.

El presidente Putin sataniza a la OTAN por su supuesto expansionismo, desconociendo que su expansionismo terrófago constituye una de las razones fundamentales para la incorporación de los viejos aliados en la organización. Por otra parte, el expresidente Donald Trump también cuestionaba a la organización por su supuesta ineficiencia y el poco apoyo de los países miembros. Ahora bien, la invasión a Ucrania paradójicamente la ha fortalecido y, en gran medida, se convierte en epicentro de la seguridad para los gobiernos democráticos.

En tal sentido, los Gobiernos de Japón, Corea del Sur y Australia tratan de fortalecer sus relaciones con la organización, previendo no solo el expansionismo ruso, sino también el chino que va creciendo, como se puede apreciar en los casos de Hong Kong, el mar del sur de China y en la creciente presión sobre Taiwán.

El presidente Putin incrementa su narrativa descalificadora de la OTAN y, por el contrario, tanto la organización como sus países miembros, han mantenido una cuidadosa prudencia de no vincular a la organización en un conflicto de un país que no es miembro, en consecuencia, no aplica el artículo 5 de tratado, pero está manteniendo especial atención a la situación de Ucrania como país invadido y a la amenaza que representa la política expansionista rusa para la paz y la seguridad internacional.

El mundo observa con sorpresa y preocupación el tiempo que consumen los debates al interior de la OTAN y de Alemania con Estados Unidos para decidir incrementar el apoyo de armamentos a Ucrania, en particular, todo el debate sobre los tanques alemanes Leopard 2 de alta tecnología y, más aún, el apoyo de transporte aéreo; un complejo y preocupante debate que mucho tiene que ver con la prudencia de Occidente para abordar esta guerra y las consecuencias en una escalada impredecible del conflicto.

Desde que se inició la invasión rusa en el mes de febrero del 2022, la OTAN ha cuidado de no involucrase directamente en el conflicto, pues estatutariamente no le corresponde. También ha rechazado cualquier debate sobre la posible incorporación de Ucrania en la organización, lo que le ha ganado cuestionamiento y rechazo en las sociedades libres, que observan atónitas la crueldad de la invasión rusa, el heroísmo y sufrimiento del pueblo ucraniano y un Occidente al principio complaciente con Putin y ahora demasiado cauteloso.

La indignación de la opinión pública en los países democráticos frente al comportamiento de las tropas rusas se confirma en el Informe que ha presentado una comisión de investigación de las Naciones Unidas ante el Consejo de Derechos Humanos (23/09/2022), en el que detalla la magnitud de los crímenes de guerra de las tropas rusas en Ucrania.

Por el contrario, la Unión Europea (UE), que no tiene implicaciones militares, está actuando con más contundencia en su apoyo a Ucrania, tanto en lo que respecta a las sanciones adoptadas contra Rusia, que se han incrementado progresivamente y solo han encontrado la reticencia de Hungría –el gran aliado de Putin en la UE–, como también al iniciar el proceso de evaluación para la incorporación de Ucrania en el bloque europeo.

Al respecto cabe destacar que a los fines de avanzar en el proceso de incorporación, se ha efectuado una cumbre de los órganos comunitarios con el gobierno de Ucrania en Kiev, la capital, el pasado viernes 03/02/2023, que contó con la participación de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo; Úrsula Von der Layen, presidenta de la Comisión Europea; Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea y otros 15 comisionados, para iniciar la hoja de ruta del proceso de incorporación, destacando los cambios que deberá adelantar el Gobierno de Ucrania.

El significativo apoyo de la UE, la importancia que ha logrado la OTAN en la seguridad internacional, las resoluciones aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas rechazando la invasión, las decisiones adoptadas en el marco del Consejo de Derechos Humanos, las críticas que ha recibido el presidente Putin de sus aliados en la pasada reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái, efectuada en Samarcanda el 16/09/2022– en particular de la India y China– evidencian el fracaso que está generando la invasión a la posición de Rusia en el contexto internacional.

Debemos destacar que el progresivo deterioro de Rusia, tanto en el campo de batalla –donde ha quedado en evidencia sus debilidades militares y la imposibilidad de lograr sus objetivos como lo esperaba el presidente Putin– como su creciente aislamiento internacional, paradójicamente, terminan beneficiando a sus aliados. Las debilidades de Rusia fortalecen el liderazgo de China y la India en las zonas del indo pacífico y la Eurasia.

En las actuales condiciones del conflicto, las opciones para una paz negociada parecen imposibles; empero, paradojas se han visto en estos meses de guerra, por ejemplo, el acuerdo promovido por las Naciones Unidas y el gobierno de Turquía para las exportaciones de cereales de Ucrania llamado “corredor de granos” (julio 2022) y, más recientemente, el intercambio de prisioneros que, según la información, ha llegado a unos 180. En tal sentido debemos mantener las esperanzas en que la paz se debe imponer, es decir la razón frente a irracionalidad.


Nota:  Este artículo fue publicado originalmente en TalCual Digital el 7 de febrero de 2023.

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