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Papa Francisco a jóvenes presos: Para ustedes también hay horizonte de esperanza

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Foto: Archivo web

Por: Waldir Ramos

Liturgia penitencial con los jóvenes privados de libertad. El Pontífice confesó a un grupo y les instó a sentir el apoyo de Jesús que no se queda en las etiquetas sociales. A ninguno de los apóstoles se le ocurrió decir: “no voy a poder” al ver su amor y perdón. Y advirtió: Cuidado con la polilla del “no vas a poder”.

“Cuando tú escuches: “No vas a poder, no vas a poder”, date un cachetazo y di: “si voy a poder, voy a poder…Y te lo voy a demostrar”, dijo el papa Francisco a un grupo de jóvenes privados de libertad y lamentó que hayan personas que se creen que tienen el alma purificada “10 veces, libres de pecados”, que se consideran mejor que los demás, en “una ilusión de vida aséptica que no sirve para nada”. Personas que miran a los presos y a quien se ha equivocado en la vida de arriba para bajo.

“Jesús comiendo con publicanos y pecadores, rompe la lógica que separa, excluye, aísla y divide falsamente entre “buenos y malos”, lo expresó en su discurso a los jóvenes del Centro de Cumplimiento de Menores “Las Garzas”, a 40 kilómetros fuera de la ciudad de Panamá este viernes 25 de enero de 2019.

Antes de su discurso confesó a varios, entre ellos una joven que cometió un crimen atroz. Así, el Papa ha querido volver a dar visibilidad a las periferias existenciales visitando un Centro que ayuda en la rehabilitación de 192 jóvenes. Ayer invitó a la “Iglesia a la compasión”.

Mirándoles y dejando en más de una ocasión su discurso preparado, les dijo: “Jesús se acerca, se compromete, pone en juego su reputación e invita siempre a mirar un horizonte capaz de hacer nueva la vida y la historia”.

“¡Todos tenemos un horizonte, todos! – ¡Yo no lo tengo! – puede decir alguno: “Abrí la ventana, y lo vas a encontrar, abrí la ventana de tu corazón, del amor que es Jesús y lo vas a encontrar. ¡Todos tenemos un horizonte!”.

“Son dos miradas bien diferentes que se contraponen: la de Jesús y la de estos autores de la ley. Una mirada estéril e infecunda ―la de la murmuración y el chisme― y otra que invita a la transformación y conversión ―la del Señor. Una vida nueva, como vos expresaste recién”, dijo al joven del primer testimonio.

Francisco animó a los jóvenes presos que a pesar de la murmuración y del chisme de los que se creen “puros”, Jesús que nos dice que somos parte de su familia, “no puedo perderte en el camino, estoy aquí contigo”.

Indicó que “con la vida de la gente parece más fácil poner rótulos y etiquetas que congelan y estigmatizan no solo el pasado sino también el presente y el futuro de las personas”.  Rótulos que, en definitiva, lo único que logran es dividir: acá están los buenos y allá están los malos; acá los justos y allá los pecadores. Y eso Jesús no lo acepta. Eso es la cultura del adjetivo. Nos encanta adjetivar a la gente”.

Recomendó “ir al nombre de la persona, quién eres, qué haces, cómo siente tu corazón”, sostuvo, que a los chismosos no les interesa “buscan rápido una etiqueta para sacárselos de encima”.

El campesino que enseñó al Papa

“Una vez escuché decir a un campesino algunas cosas que me tocaron: ¿Cuál es el agua más pura? El agua destilada, decía él. Pero, usted sabe Padre, qué cuando la tomo no tiene sabor a nada”.

“Así, es la vida de los que están criticando, chismeando y separándose de los demás. Se sienten tan puros, tan asépticos que no tienen sabor a nada. Son incapaces de convocar a alguien. Viven para cuidarse, para hacerse la cirugía estética en el alma y no para tender la mano a otros y ayudarlos a crecer, que es lo que hace Jesús”.

Jesús acepta “la complejidad de la vida, y de cada situación, el amor de Jesús, del amor del Padre Dios, como dijiste vos, es una realidad de inventar caminos, ofrecer oportunidades de integración y de transformación, oportunidades de sanación, perdón, salvación”.

“Y no lo hace por decreto o con buenas intenciones, tampoco con voluntarismos o sentimentalismo”. ¿Cómo lo hace Jesús? Creando vínculos capaces de posibilitar nuevos procesos, apostando y celebrando cada paso posible”.

El chismoso no sabe hacer fiesta

Por eso, “Jesús cuando Mateo”, el recaudador de impuestos, “se convierte…no le dice: ‘¡bueno está bien, te felicito, ven conmigo!’ No, le dice: ‘Vamos a hacer fiesta en tu casa’ e invita a todos sus amigos, que eran como Mateo, condenados por la sociedad, a hacer fiesta. El chismoso, el que separa, no sabe hacer fiesta porque tiene el corazón amargado”.

Momentos antes, un joven recluso expresó ante el Papa su esperanza y alegría por la libertad que sintió, al sentirse escuchado. “Le agradezco que como servidor de nuestro Señor Jesús se tome el tiempo de escuchar a un joven privado de libertad como yo. No hay palabras para describir la libertad que siento en este momento”. Luis Oscar Martínez, 21 años, contó a Francisco de sus sueños de convertirse en un Chef internacional. “Espero darle esa alegría a mi madre y estar en comunión con aquella parte de mi familia que perdí”.

Crear vínculos, así hace Jesús

En este contexto, el Papa instó a crear vínculos, hacer fiesta es lo que hace Jesús y de esta manera rompe también con otra murmuración nada fácil de detectar y que “taladra los sueños” porque repite como susurro continuo: no vas a poder, no vas a poder”.

¿Cuántas veces lo has escuchado? ¡Cuidado porque es como una polilla! Y cuando tu escuches: “No vas a poder, no vas a poder”, date un cachetazo y di: “si voy a poder, voy poder…Y te lo voy a demostrar”.

“Es el cuchicheo interior que aparece en quien, habiendo llorado su pecado y consciente de su error no cree que pueda cambiar. Esto sucede cuando se cree interiormente que el que nació “publicano” tiene que morir “publicano”; y esto no es verdad. El evangelio nos dice todo lo contrario”.

Francisco confía a los jóvenes presos: “11 de los 12 apóstoles eran pecadores pesados. Porque cometieron el peor de los pecados, abandonaron a su maestro, otros renegaron de él, otros escaparon lejos. Los apóstoles traicionaron. ¡Los apóstoles!

Y Jesús los fue buscando uno a uno, y son los que cambiaron el universo. A ninguno se le ocurrió decir: no voy a poder”. Y advirtió: “Cuidado con la polilla de nos vas a poder”.

Salir de las etiquetas

“Amigos: Cada uno de nosotros es mucho más que sus rótulos. Así Jesús nos lo enseña e invita a creer. Su mirada nos desafía a pedir y buscar ayuda para transitar los caminos de la superación. Hay veces que la murmuración parece ganar, pero no la crean, no la escuchen. Busquen y escuchen las voces que impulsan a mirar hacia delante y no las que los tiran abajo.

La alegría y la esperanza del cristiano ―de todos nosotros, también del Papa― nace de haber experimentado alguna vez esta mirada de Dios que nos dice: vos sos parte de mi familia y no puedo dejarte a la intemperie, no puedo perderte en el camino, estoy aquí contigo. Nos dice Dios.

¿Aquí? Sí, aquí. Es haber sentido como lo compartiste vos, Luis, que en aquellos momentos que parecía que todo se había acabado algo te dijo: ¡No! Todo no ha terminado, porque tenés un propósito grande que te permite comprender que el Padre Dios estaba y está con todos nosotros y nos regala personas con las que caminar y ayudarnos a alcanzar nuevas metas. Y así Jesús transforma la murmuración en fiesta y nos dice: “¡Alégrense conmigo!”.

El Pontífice llamó a los jóvenes presos “Hermanos”: “Ustedes son parte de la familia, ustedes tienen mucho para compartir, ayúdennos a saber cuál es la mejor manera para estar y acompañar el proceso de transformación que, como familia, todos necesitamos. ¡Todos!

Una sociedad se enferma cuando no es capaz de hacer fiesta por la transformación de sus hijos, una comunidad se enferma cuando vive de la murmuración aplastante, condenatoria e insensible. El chisme.

“Todos, peleen y peleen, pero entre ustedes, por favor, para encontrar y buscar los caminos de inserción y transformación. Eso el Señor lo bendice, sostiene y acompaña”, sostuvo.

Les invitó a experimentar durante la celebración penitencial, “la mirada del Señor, que no mira un adjetivo, nunca, mira a un hombre, mira a los ojos, mira al corazón, no mira un rótulo, ni una condena, sino que mira a sus hijos”.

“Mirada de Dios que desmiente las descalificaciones y nos da la fuerza para crear esas alianzas necesarias que nos ayudan a todos a desmentir las murmuraciones, esas alianzas fraternas que permiten que nuestras vidas sean siempre una invitación a la alegría de la salvación”.

“A la alegría de tener un horizonte adelante, a la alegría de la fiesta de hijo, vayamos por este camino gracias”, finalizó.

Fuente: Aleteia

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