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País disperso

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La diáspora –por su etimología griega, dispersión– ha sido entendida como el fenómeno social mediante el cual una población abandona su país de origen, desplazándose de manera masiva a otros países o territorios, para establecerse en ellos y conseguir asentamientos que le permitan refugio, amparo y oportunidades favorables que dejaron de conseguir en su patria.

El término diáspora nos lleva a pensar de manera inexorable en la historia del pueblo judío, el pueblo de Israel, y la diferencia que existe entre los conceptos tefutsot y galut.1

Galut proviene del hebreo y significa “exilio, deportación, opresión”, siempre tiene un matiz negativo, doloroso. Vivir en galut es vivir el desarraigo, sentirse alienado, extraño y perseguido.

Por su parte, el término hebreo tefutsot (dispersión, difusión, esparcimiento) resulta una acepción más acorde al término diáspora en el sentido griego, y al mismo tiempo se vincula y entrelaza con los países “destino” en los cuales los judíos se asentaron.

Esta diferenciación conceptual nos puede resultar tremendamente útil para poder entender y asumir la situación que actualmente hemos venido viviendo en Venezuela.

La primera pregunta que debemos hacernos es si somos un país en diáspora. La respuesta es sencilla, definitiva e inequívoca: sí. Siendo entonces la respuesta afirmativa, esta misma nos increpa y nos lleva a un segundo cuestionamiento ¿qué actitud debemos asumir ante esta realidad?

Para nosotros los venezolanos, la diáspora representa un hecho al cual, como sociedad, no estamos para nada acostumbrados. Venezuela durante todo el siglo XX fue siempre un país receptor de inmigrantes, nunca un país de emigrantes. De allí que nos resulte difícil entender qué hacer, por dónde comenzar, cómo abordar esta inédita circunstancia.

Hasta ahora la situación, sin duda alguna, ha sido dramática por lo complejo y duro de las causas y razones que llevaron a ello. Nadie deja su país, su familia, su hogar para estar peor, sino precisamente, por lo contrario.

Hasta el momento “más de 5 millones de personas han abandonado el país para escapar de la crisis económica y política, y de la devastadora Emergencia Humanitaria Compleja generada por la corrupción, agravada luego por la pandemia de COVID-19”.2 Esta complejidad nos coloca más bien ante el concepto de galut, en la visión negativa, dolorosa, del desarraigo. Es una realidad tremendamente dura que debe ser atendida con urgencia, y que así se está haciendo.

Pero al mismo tiempo, es también necesario ir entendiendo el fenómeno de la diáspora desde la otra mirada propuesta: el tefutsot, como un proceso múltiple. No necesariamente traumático, de asentamiento de comunidades venezolanas en otros países, con la experiencia positiva de inculturación y de interculturización que estos procesos traen consigo.

A esto atiende este número 838 de la revista SIC, a darle una mirada reflexiva a la realidad de la diáspora, y así poder entendernos y erguirnos como hermanos que están dispersos sí, pero todos llamados a reconocernos como una sola nación.


Notas:

  1. AYASO, J. (2010): Dos mil años de historia del pueblo judío: entre la Tierra de Israel y la Diáspora. Ediciones El.
  2. “Corrupción y migración en el contexto de la COVID-19”. 30 julio 2021. En: Transparencia Venezuela. Disponible en: transparencia.org.ve
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