Por Carlos T.
De una conversación con mi nieto que está en Madrid estudiando Ingeniería de Telecomunicaciones, comparto algunas opiniones sobre el tema de la migración de jóvenes venezolanos. Antes debo decir que mi nieto migró con sus padres en noviembre del año 2018. Allá se encontró con un pequeño grupo de jóvenes que eran compañeros de estudio en la UCAB, con los cuales ha formado una comunidad de amigos. Así ven estos jóvenes su permanencia en el extranjero:
Primero: Ven esa permanencia como una oportunidad para formarse en universidades que ofrecen una educación de mayor calidad que la que se está ofreciento en este momento en Venezuela.
Segundo: Parecen asumir la permanencia en el extranjero en forma transitoria, por lo que anhelan regresar al país y poder aplicar aquí todo lo que están aprendiendo.
Tercero: Como viajar en Europa es relativamente fácil consideran que es una oportunidad única para conocer países con un nivel de desarrollo muy superior al de Venezuela: en lo urbano, en lo tecnológico, en lo cultural y en lo social, lo que ayuda a ganar amplitud de miras y visiones diversas de las posibilidades de desarrollo de las sociedades.
Cuarto: Y algo que es paradójico, pero en cual coinciden todos los amigos de mi nieto, es que si no fuera por la emigración obligada por las circunstancias adversas del país no tuvieran en este momento la oportunidad de formarse en universidades del mundo desarrollado.
Esta es otra cara de la emigración de venezolanos y en especial de jóvenes que están luchando, junto a sus familias, para forjarse un futuro mejor, con una actitud positiva y esperanzadora; siempre pensando que su estadía en el extranjero es un entrenamiento formativo y de acumulación de conocimientos y experiencias para cuando se abra la posibilidad del regreso al país.
Esta visión dibuja una realidad de oportunidades futuras que puede tener nuestro país producto de una generación de jóvenes que por miles y miles se están formando en el mundo. Salvando la distancia, es algo así como la misión que perseguía el plan de becas de pregrado y postgrado de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, creada en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, con la particularidad de que es financiado con el esfuerzo y patrimonio de familias venezolanas en el extranjero.
Con ese enorme capital humano en formación, ahora en el extranjero, deberá contar el país para poder reconstruirse y colocarse lo más rápido posible en el camino del desarrollo y la modernidad.
Esa generación de jóvenes que hoy se están formando en el extranjero, será sin duda la vanguardia del desarrollo futuro de Venezuela.