El 23 de enero de 2024, el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) anunciaría a Oscar Murillo como su nuevo coordinador general. Oriundo de Upata, estado Bolívar, Murillo ha dedicado su vida a la educación y a la defensa del trabajo periodístico como promotor de los derechos humanos. En esta oportunidad, en exclusiva para la revista SIC, la profesora Luisa Pernalete conversa con Murillo sobre su pasado, sus aprendizajes y mayores temores en el contexto venezolano actual. Frente a los retos que impone esta nueva responsabilidad, reafirma su compromiso con la protección de la dignidad humana y la defensa de la democracia
—¿Qué amas de Guayana y qué te preocupa?
—En Guayana crecí, estudié y dediqué más de dieciocho años a contribuir, desde el periodismo y un trabajo incipiente en derechos humanos, en la denuncia e incidencia, nacional e internacional, sobre la destrucción progresiva y sistemática del Proyecto Guayana, cuna de la modernización industrial del país y horizonte de oportunidades al sur del Orinoco.
Pese a los altísimos costos que trajo consigo la defensa de un periodismo independiente, la historia personal y profesional de quienes allí siguen, está marcada por una convicción que transversaliza el hecho comunicacional.
En 2018 me separé del cargo de jefe de redacción del Correo del Caroní para ocupar la dirección de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB Guayana, con el firme propósito de seguir contribuyendo a la promoción y defensa del periodismo. Los temblores de la crisis (injustificada de la región) han sometido a duras pruebas a esta casa de estudios superiores, cuya fundación figura entre los escasísimos proyectos de envergadura de los últimos veinticinco años.
Dos décadas después, en los espacios académicos pude, con enorme placer, profundizar sobre el pensamiento de la libertad de comunicar (en los términos planteados por el profesor Antonio Pasquali –1929-2019–) y maravillarme con una generación de jóvenes que expresan genuinamente, en sus modos de existir, una relación vibrante con la libertad, la creación y la pluralidad.
Cientos de jóvenes siguen apostando a la enseñanza como dinámica transformadora y cultivo del pensamiento libre. A muchos les cuesta pagar una matrícula. Muchos otros no ven siquiera opciones al mirar a un destartalado sector universitario público. Nos queda claro que el poder nunca ha querido gente cultivada, pues así es más fácil hacerle creer cosas.
El ser humano tiene unas capacidades imaginativas, de memoria y entendimiento, que se abren con la cultura, y allí le toca actuar con gran responsabilidad a la academia. Las experiencias, propias y ajenas, sobre el resurgimiento del autoritarismo educan acerca de la necesidad de contar con medios independientes del poder y canales de expresión para que el ciudadano, el hombre y la mujer, los jóvenes, desarrollen plenamente su personalidad y desde allí aportar a la construcción de una sociedad libre, democrática e inclusiva.
—De tu tiempo como periodista, ¿qué aprendizajes te quedaron?
—Fui inmensamente feliz durante mi etapa como jefe de redacción del Correo del Caroní (2012-2018); un tiempo que viví a plenitud en medio de las tempestades y amenazas a las libertades y a la democracia en Venezuela.
Ya sabemos que aquellos ataques (restricciones económicas, intimidación, descalificación y juicios penales) en contra del Correo del Caroní y de todo resquicio de autonomía formaban parte de un deliberado plan para aniquilar el edificio institucional. ¿El resultado? Una situación de colapso y destrucción de la sociedad libre y democrática que derivó en una preocupante relajación de las virtudes cívicas.
Dicha experiencia periodística, en la que tuve la oportunidad de trabajar con talentosos colegas y, por otro lado, entablar relaciones de periodismo colaborativo como ocurrió con InfoAmazonía, Fundación Gabo y el conjunto de organizaciones que trabajan los temas de libertad de expresión y periodismo por la democracia, bien sirve para recordarnos que, a ratos, es tan fácil olvidar “… que pasamos mucho tiempo tropezando en la oscuridad” (película Spotlight, 2015).
Los medios deben elegir entre garantizar el equilibrio social, reivindicando el trabajo como motor del bien común, o ceder a las ambiciones del poder y formar parte del coro que aplaude y difunde las ideas de grupos económicos para afianzar su influencia en la ciudadanía.
En consecuencia, siempre abogaré por proyectos comunicacionales que expresen la transmisión de ideas libres y contrarresten prácticas sin criterios definidos y dócil visión aldeana.
El trabajo periodístico reivindica el derecho a la libertad de expresión, entendiendo dicha garantía como un elemento fundamental sobre el cual se basa la existencia de las sociedades democráticas.
—¿Qué relación ves entre tu vocación de comunicador social y el defensor de los derechos humanos?
—Sin mi acercamiento al mundo de los derechos humanos gracias a Provea en el 2007, a propósito del estallido de la violencia sindical en Guayana, no hubiese podido emprender los proyectos y planes transformadores de un periodismo con perspectiva de derechos humanos, que hoy forma parte medular de todos los debates y reflexiones en el campo de las comunicaciones, la democracia y el espacio cívico.
Esto me otorgó un cúmulo de aprendizajes que luego me permitieron gerenciar una escuela de formación (Comunicación Social-UCAB Guayana) en medio de la más severa crisis universitaria, agudizada por el desplome de las capacidades productivas de la Región Guayana.
Por todo esto, considero la defensa, ejercicio y promoción de la libertad de comunicar como componente central de la democracia con la mirada puesta en el progreso humano.
He ejercido y enseñado sobre periodismo en una región maltratada por la corrupción y la violencia, pero con gran fuerza ciudadana para combatir la impunidad y los abusos de poder. Creo que nada hace más daño a una sociedad que la incomunicación deliberada, esa que mina el progreso y tranca el paso a la crítica a través de la censura, la autocensura y, algo más grave aún, el silencio de quienes voltean la mirada en un gesto mezquino de servir a los intereses del poder.
—¿Qué retos ves en estos momentos en tu nuevo rol social?
—La situación, hablemos claro, es de colapso y destrucción de la sociedad que conocimos y que nuestros padres y abuelos ayudaron a edificar. Ante esta realidad corresponde revalidar nuestro compromiso de luchar, defender y promover en todos los espacios la dignidad humana, en un país cuyo mayor anhelo es resumido en el sueño del maestro Rómulo Gallegos: “Una Venezuela donde vivir plenamente sea grato y decoroso”.
Asumo la coordinación general de Provea como una renovación de compromiso con un país que no se cansa de luchar ni de levantarse. Si bien las circunstancias agotan y afligen, también soy consciente de que somos, en el plural movimiento de derechos humanos, hombros, luz y esperanza de muchas personas, de aquellos que seguirán recurriendo a nosotros ante la frustración del presente y un futuro nada alentador de persistir las causas de la crisis venezolana.
Me precede una trayectoria de diecinueve años de trabajo en organizaciones que guardan relación con las aspiraciones de una sociedad libre, democrática e inclusiva. En ellas he tenido el privilegio de coordinar equipos y proyectos, por lo tanto, la gestión de crisis (de origen múltiple) ha probado un conjunto de competencias gerenciales en el manejo de grupos, de planificación estratégica y el trazado de comunicaciones efectivas en resguardo de la visión y misión de la institución.
Los últimos años en Venezuela –en un contexto global ineludible– dan cuenta de las variables cambiantes en el escenario nacional, lo cual plantea tareas urgentes, nuevos enfoques y mucha capacidad de adaptación a la coyuntura. Esto además requiere mucha atención y articulación para responder a los mandatos que han definido la historia de Provea sin desatender la defensa de las libertades democráticas y el trabajo en rescate de la propia democracia, siendo Provea una organización que tiene un liderazgo clave en el hostil espacio cívico venezolano.
En adelante, con el equipo constituido y la hoja de ruta desplegada, considero que será oportuno evaluar un posicionamiento más claro de Provea hacia las regiones a través de un acercamiento con los movimientos de base y un mapeo propio de las condiciones de vida al interior del país.
Asimismo, valdría la pena redoblar esfuerzos para estimular, acompañar y ejecutar acciones de documentación, educación, exigibilidad y justiciabilidad en el contexto de una crisis que han pretendido, desde el poder, minimizar con la narrativa del discurso de la “normalización”.
Si bien Provea atiende y echa una gran mano a las organizaciones y activistas que trabajan los derechos de los pueblos indígenas y los conflictos socioambientales, el contexto nos indica que son temas relevantes, que forman parte de una agenda global y regional, y por lo tanto puede evaluarse la posibilidad de expresarlo o declararlo de manera más concreta y con mayor incidencia.
Provea tiene las capacidades, la historia y los recursos para liderar, junto al conjunto de organizaciones aliadas, un proceso para iluminar la realidad venezolana a partir de los derechos humanos. Que las políticas públicas del mañana reflejen la discusión y propuestas que hagamos en este momento.
En estos tiempos difíciles tenemos que ser los primeros en hacer las cosas bien, en rendición de cuentas, transparencia y comunicación responsable. Dirigir nuestros esfuerzos para que Provea se consolide como institución de referencia para la institucionalización del país.
Por último, reitero mi vocación de trabajo para, desde la más alta instancia de coordinación, liderar una gestión basada en procesos eficaces e innovadores que faciliten un clima donde todos saben qué esperar y qué se espera de ellos.