“Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos y reflexivos puede cambiar el mundo, de hecho, es lo único que lo ha logrado” (Margaret Mead)
Valeria Méndez de Vigo
En efecto, estos cambios en la ciudadanía alrededor del mundo ocurren a través de la incidencia pública [advocacy], que puede definirse, en líneas generales, como un proceso destinado a lograr cambios en las actitudes, prácticas, políticas públicas y leyes de individuos influyentes, grupos e instituciones. Su propósito es cambiar la manera en que el poder, los recursos y las ideas son creadas, ejercidas y distribuidas para que las personas y las organizaciones tengan oportunidades reales de tener el control sobre las decisiones que las afectan. La incidencia pública se lleva a cabo a través de la investigación y el análisis, la sensibilización, la comunicación, el trabajo en red con organizaciones y grupos, la movilización de la ciudadanía y las relaciones con los encargados de tomar decisiones. Estas líneas de trabajo están presentes en muchas de las organizaciones jesuitas alrededor del mundo. De hecho, la incidencia pública ignaciana se define por sus elementos clave: es cualificada, es decir apoyada por estudio e investigación; relacional, enfocada en la gente, no solo en temas, avanzando a manera de encuentros; e ignaciana, lo que significa que su propósito es ser espiritual: atenta a los sentimientos profundos, intelectual y orientada a la acción[1].
A pesar de que aparece en su discurso, las organizaciones sociales, incluyendo las organizaciones jesuitas, aún tienen poca incidencia pública en general. Sin embargo, esta es hoy en día más importante que nunca debido a las siguientes razones:
- Porque además de acompañar a las personas y a los grupos, las organizaciones con un proyecto de transformación social (como las organizaciones jesuitas) tienen que contribuir al cambio de las estructuras sociales y políticas. De hecho, tienen la responsabilidad de hacerlo. La incidencia pública es vital a la hora de cambiar actitudes, valores, mentalidades y políticas públicas en favor de la justicia.
- Porque la incidencia pública se conecta con la voz y los derechos —tan a menudo silenciados, tan a menudo violados— de las personas y los grupos excluidos, pues implica la defensa de sus derechos e intereses y la apertura de espacios en el dominio público. La campaña “dominicanos por Derecho”, un movimiento de la sociedad civil dominicana a favor de los dominicanos de ascendencia haitiana que habían sido desnacionalizados, reunió a movimientos, organizaciones de base de los directamente afectados, ONGs y otros grupos, internacionalizó el caso, llevándolo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y a diversos países, facilitó espacios entre los afectados y los encargados de tomar decisiones y consiguió que se aprobara una ley que intentaba resolver, al menos parcialmente, la situación de muchas de las personas afectadas. Las organizaciones sociales jesuitas —junto a muchas otras organizaciones— en República Dominicana y otras en Estados Unidos y España, así como en Latinoamérica, fueron fundamentales en esta campaña.
- Porque la incidencia pública permite relacionar y conectar causas, acciones e impacto. Porque permite conectar la realidad local con la nacional e internacional.
- La incidencia pública fortalece la democracia y la gobernanza al fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones. La movilización de la comunidad educativa de más de 10 millones de personas en 100 países a favor del derecho a una educación de calidad para todos, promovida por la Campaña Global por la Educación —en la que participan activamente muchas organizaciones jesuitas— ha llevado, entre otras cosas, a la eliminación de los costos de inscripción y a la gratuidad en la enseñanza en varios países.
- Porque permite que ciertos asuntos se incluyan en la agenda política. La lucha en contra del cambio climático es un claro ejemplo de la acción concertada por numerosas organizaciones y movimientos sociales que han contribuido decisivamente para que sea considerado como un tema global y para situarlo en un lugar relevante en la agenda política internacional.
- Porque en tiempos de la pos-verdad, en los que lo aparentemente importante es que las emociones afloren —desafortunadamente, algunas de las más negativas, como el miedo, la desconfianza, los estereotipos e incluso el racismo, como hemos visto en los resultados de las elecciones recientes—, es más significativo que nunca proveer datos, información veraz, argumentos, razonamiento. Porque hoy más que nunca tenemos que generar ideas y propuestas alternativas. Los lazos entre las organizaciones sociales jesuitas y las universidades podrían fortalecer este propósito.
- Porque la incidencia pública, a través del análisis, la investigación, los estudios y los informes, además del contacto directo de las personas con las que está conectada, ayuda a leer y entender la realidad y, en ese sentido, a que muchas organizaciones jesuitas mantengan la relevancia de ciertos asuntos.
- Porque la incidencia pública es relevante para fortalecer el discurso y las narrativas de las organizaciones sociales en asuntos relacionados con el desarrollo, las causas, las conexiones y las propuestas de solución.
La incidencia pública tiene riesgos para las organizaciones, pues las lleva a tomar posiciones sobre asuntos controversiales y a cuestionar el status quo, lo que a su vez ocasiona que sean cuestionadas por su rigor, veracidad o legitimidad. También puede resultar comprometedor si critican administraciones o compañías que podrían subsidiarlas. Sin embargo, la incidencia pública, además de llevarlas a cumplir su misión, fortalece el rol de las organizaciones sociales, las convierte en interlocutores y referentes frente a las instituciones, facilita su participación en la toma de decisiones y les da reconocimiento social.
Las organizaciones jesuitas tienen, en mi opinión, la responsabilidad de fortalecer su incidencia pública, pues poseen muchas de las características para una incidencia pública exitosa —el ser la Compañía de Jesús tanto a nivel global como local, el tener un trabajo fuerte de derechos humanos con las bases, el tener lazos con universidades y centros de estudio, y el potencial para construir lazos efectivos con los encargados de tomar decisiones, entre otros—. Aunque ha habido esfuerzos concertados durante los últimos años, queda mucho por hacer.
La incidencia pública requiere perseverancia —los cambios toman tiempo—, mantenerse inaccesible al desánimo y la frustración, porque en ocasiones hay reveses. Requiere incluso sobreponerse a la poca importancia que en la práctica le es dada a nuestras organizaciones. Aún así, con las razones que he expuesto y muchas otras que pueden ser imaginadas, ¿puede alguien dudar que la incidencia pública sea una de las mejores cosas que pueden llevarse a cabo en favor de las personas marginadas?
Notas:
[1] Turner, Frank. “A model of Ignatian Advocacy. Introducing Ignatian Advocacy Network”. Secretariado para la Justicia Social, Compañía de Jesús, enero de 2010. https://ignatianadvocacy.files.wordpress.com/2009/03/ian_eng_online.pdf
Traducido por Andrés Abril, para www.cpalsocial.org
Tomado de Jesuit Networking http://tinyurl.com/jkjdxvy