Por Alfredo Infante
La transparencia y la vocación de servicio en los asuntos públicos genera confianza, la confianza confiere «autoritas», la «autoritas» da legitimidad y la legitimidad de las instituciones y liderazgo político lleva a la sociedad a la sinergia y corresponsabilidad en los asuntos públicos y en los destinos del país.
Es un círculo virtuoso. Por eso Jesús nos recuerda que «el que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?». El drama actual de nuestro país más allá de la tragedia social y económica es, sobre todo, la pérdida de la confianza de las mayorías de los ciudadanos en la política, es decir, la despolitización o desmovilización política. ¿Por qué? Porque si no hay confianza en el quehacer político no será fácil la sinergia y corresponsabilidad en la ruta del cambio hacia una situación menos miserable que la que estamos viviendo actualmente.
La confianza no se decreta, se construye, y se construye desde la transparencia, el servicio y en el trascender de «nuestros egos» tanto personales como institucionales, es decir, cuando el bienestar social se ponga en el centro del quehacer político éste recuperará su legitimidad. De ahí que el poder despótico que nos gobierna hoy centra gran parte de sus baterías y recursos en descalificar, perseguir, torturar a los sujetos con vocación política. Pero, al mismo tiempo, si los actores políticos no dan señal clara de que el país está por encima de sus intereses particulares y de grupos, no podrán capitalizar la confianza hacia un cambio que favorezca la transformación de nuestro país.
No se puede ser alternativo anclado en el mismo paradigma de quienes gobiernan ni de quienes en los últimos años de democracia lo hicieron tan mal que propiciaron la entronización de quienes han destruido hoy nuestro país. Se necesita una profunda conversión que obligue a pasar del paradigma clientelar al paradigma del servicio y la corresponsabilidad.
En Venezuela el quehacer político muchas veces se ha entendido como un asalto al Estado para fortalecer las maquinarias de los partidos, beneficiar a «los míos» y formar élites económicas y mediáticas que lo sustenten, es lo que se ha llamado «caza rentismo» que no es otra cosa, que la apropiación arbitraria y corrupta de los recursos públicos.
Si no hay una decisión de superar el rentismo y sus vicios, no habrá un cambio en nuestro país, porque quienes están entrampados en esta lógica ponen sus intereses de grupo por encima de los intereses del país. Por eso, Jesús insiste en el evangelio que «ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Y servir a Dios hoy es trascender los intereses de grupo y los particulares para soñar y trabajar por nuestro país, por nuestra gente. Si esto no ocurre, seguiremos contribuyendo a la destrucción de nuestro país. Pero, si ocurre, y esperamos que ocurra, se les confiará mucho, «los destinos del país», y se despertará la confianza y la corresponsabilidad.
Oremos Señor, que en esta hora que vivimos, nuestra generación no sea recordada como una generación perversa; danos sabiduría para convertirnos, de modo que siendo fiel en lo poco, mucho se nos confíe, y pasemos a la historia como una generación que supo recuperar nuestro destino haciendo humana nuestra humanidad. Sagrado corazón de Jesús en vos confío Parroquia San Alberto Hurtado Parte Alta de La Vega.