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Notas sobre la coyuntura política venezolana 24F

Jesús Machado

Lo que sigue a continuación son unas breves notas sobre la coyuntura nacional y sus principales protagonistas. Con la esperanza de que pueda constituirse en un material para el debate.

El bloque oposicionista

Luego de las derrotas electorales, y en especial la última de la elección de alcaldes, este conglomerado político se encuentra en una situación de parálisis política. Y en esta dimensión las parálisis no son buenas.

Capriles-concentracion

El conglomerado oposicionista, se encuentra en una situación en donde las fuerzas centrífugas están desintegranado el esfuerzo que varias agrupaciones políticas opuestas al gobierno venían desarrollando.

Ello relacionado con varios elementos, entre ellos: disputas por el liderazgo interno; pérdida de la estrategia; desaciertos en las tácticas empleadas. Veamos en detalle cada uno de estos factores que tienen al bloque oposicionista en una situación de parálisis política.

Son bien conocidas las pugnas internas al interior del bloque oposicionista. Por una parte se encuentra un sector que bien lo pudiéramos llamar socialdemócrata. En el cual se nuclean formaciones políticas como Acción Democrática; Un Nuevo Tiempo; Alianza Bravo Pueblo y otros, otros sector estaría conformado principalmente y no exclusivo por los de Primero Justicia y un tercer sector (llamados radicales) por los que se nuclean en torno a Voluntad Popular. Sin dejar de considerar otras agrupaciones políticas que orbitarán alrededor de los bloques en pugna dependiendo de la capacidad de ofrecerles pequeñas prebendas. Y otros que se lanzarán como independientes de los bloques sin que se sumen a las filas gubernamentales.

El bloque socialdemócrata tiene fuertes señalamientos a los de Primero Justicia. Estos últimos en situación defensiva contra los Socialdemócratas y los de Voluntad Popular.

Eso viene como consecuencia de las derrotas electorales sufridas y en particular con el intento de convertir en un plebiscito las elecciones municipales. Errores cometidos que quieren achacarlos a una persona, cuando todos los que conforman la MUD y hasta momentos antes de saber los resultados la inmensa mayoría estuvo de acuerdo.

En unos casos la situación tiene que ver con la necesidad de revisar la estrategia para desplazar en la conducción del Estado a la actual fuerza política que lo conduce.

Los que nos introduce en otra de las dimensiones que alimentan las contradicciones del bloque opositor. La disputa por el liderazgo. Hasta diciembre del año recién pasado, el liderazgo del bloque oposicionista estaba  representado por la figura del actual gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski. Hace tiempo atrás que el bloque socialdemócrata venia impugnando el liderazgo de Radonski, pero se mantenían fieles (¿leales?) a lo acordado en la MUD. Ese cuestionamiento de un sector de la MUD y las derrotas sufridas que se la endosan a Capriles, le permite a los de Voluntad Popular encontrar un terreno propicio para lanzarse al ataque y disputar el liderazgo de todo el sector opositor. Sentimiento reprimido que aguantó el líder de este partido desde las elecciones primarias del bloque en el 2011 y aprovechó para adherirse a quien resultó electo como candidato en esa ocasión.

El sector oposicionista se encuentra en los momentos en una situación de fuerte debilidad, por una parte el espacio de unidad se encuentra en un proceso de atomización (pérdida de un instrumento político) sin estrategias y tácticas claras (pérdida del horizonte y las mediaciones para alcanzarlo), ausencia de un liderazgo que sea capaz de aglutinar a las diferentes fuerzas políticas oposicionistas.

A las fuerzas opositoras, en lo inmediato,  les costará remontar la cuesta. Ello en ningún modo significa que estén aniquilados o fuera de juego. Su capacidad de incidir en las grandes líneas de la vida política nacional está fuertemente mermada por los momentos. Es probable que su recomposición como una fuerza política beligerante le lleve algo más de seis meses con pronóstico de que sea todo el 2014. Definitivamente este no será el año del bloque oposicionista.

Foto: Raúl Arboleda. AFP
Foto: Raúl Arboleda. AFP

Se espera que las fuerzas oposicionistas con vocación y práctica democráticas puedan mantener a raya a los sectores adversos al gobierno que privilegian en su accionar político las vías rápidas no democráticas a través de intentos insurreccionales (civiles y militares) o movidas parlamentarias que solo ponen en detrimento la labor oposicionista de ese bloque y lo debilita públicamente, aún más.

En medio de la fragmentación, pérdida de horizonte y liderazgo claro, las acciones desesperadas y no democráticas encuentran un terreno propicio.

El sector gubernamental

Los resultados favorables de las elecciones recién pasadas de diciembre le permitió a la actual hegemonía en el poder ampliar su espacio de maniobra política. Se encuentra ahora en área mucho más confortable. Han superado la ofensiva y la presión que sobre sí mantenía el bloque oposicionista.

Maduro-dedos

Las debilidades y errores de sus adversarios políticos los viene capitalizando el gobierno. De una posición defensiva han pasado a una ofensiva. La iniciativa política está de su lado. Ahora son ellos los que marcan la agenda política a los propios y al bloque oposicionista.

La iniciativa de convocar al dialogo a gobernadores y alcaldes fue demostración de la acción política en avanzada que traen los operadores políticos del gobierno. Por un lado le bajan el tono a la estridencia de la polarización política, de mucho interés para el gobierno, y por otro arrincona a los opositores.

Con respecto a esto último, la imagen del gobernador Capriles estrechando la mano del presidente Maduro y posteriormente la asignación de fondos que hace el mandatario nacional al regional es bien elocuente. Ese hecho que parece trivial tuvo un impacto en la línea de flotación de las bases de la oposición. Poco importan las consideraciones en torno a que los recursos corresponden al situado constitucional, lo que importa, porque así es leído,  es que el Líder opositor, luego de negarse en múltiples oportunidades a reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y declarar sobre las limitaciones para el ejercicio de su mandato por falta de recursos, acude a Miraflores y se va con un cheque en el bolsillo.

La oposición no es tonta, le garantizará mayor margen político al gobierno a cambio de pequeñas ventajas en todos los espacios que pueda (Recursos para que los alcaldes y gobernadores realicen su gestión, comisiones parlamentarias, contrataciones con el Estado, etc…). Por su parte el presidente Nicolás Maduro le demanda reconocimiento, poco ruido, acatar el Plan Patria y así. Unos obligados a un pacto no escrito de supervivencia otros recuperando aire y espacio.  Estamos presenciando un pacto de gobernabilidad de facto. La estrategia del presidente Maduro de convocatoria al dialogo (donde ha mediado  la entrega de recursos y la fotos de estrechamiento de manos) pone al descubierto la ausencia de respaldo moral en sus discursos, planteamientos y líneas políticas de parte del bloque opositor.

Por ahora, el gobierno y sus operadores políticos tienen un margen de maniobra político y lo utilizan. Siguen capitalizando en esa dimensión. Ello le permitirá utilizar más recursos en la dimensión económica, que le amenaza con erosionar lo avanzado en el campo político. El capital político acumulado en este mes y los meses venideros puede permitirle tomar acciones en el campo económico que pudieran afectar la economía menuda y cotidiana de la población. Conservar el capital político y acrecentarlo será garantía de los ajustes económicos que quieren emprender.

El presidente Maduro, al cooptar el discurso de los oposicionistas con los temas que estos habían venido abanderando (p.e. participación; diálogo, seguridad, lucha contra la corrupción entre otros) los debilita aún más por cuanto los deja sin mucho qué decir.

Ambos bando están obligados por las circunstancias a bajar el tono de la confrontación política, de una lado porque no tiene como sostener esa política y el otro porque le conviene garantizar y resguardar lo que ha ganado en estabilidad política.

Otros elementos que habría que tomar en cuenta en la actual coyuntura están relacionado con que no hay elecciones populares para el año en curso. Si a ello lo aderezamos con que en la oposición no hay liderazgo y está desarticulada, el gobierno se encuentra jugando solo en la cancha. Tiene el reto de mostrar que es capaz de gobernar y dar respuesta a grandes temas nacionales. Resolver temas como la inseguridad, producción, escasez de alimentos, eficiencia de la burocracia del Estado, combate a la corrupción, control de la inflación. Temas álgidos. La utilización del recurso del enemigo externo que permanentemente sabotea la gestión gubernamental va perdiendo fuerza. Del modo como responda a esos temas será evaluado por sus bases de apoyo. Ahora se encuentra con el único responsable, no hay adonde mirar.

Si bien es cierto que el gobierno tiene manga ancha en la política nacional, las contradicciones no están ausentes en este bloque.

Las tensiones al interior del partido de gobierno son varias y de grueso calibre. La convocatoria a su último congreso es muestra palpable de ello: No solo es una cuestión burocrática de esa agrupación política. A lo interno tienen que conciliar las diferentes visiones de cómo gobernar y sobre todo entre las diferentes facciones que de sí hacen vida y readecuar su estrategia y sus tácticas. Evaluar el papel del partido en relación a la sociedad, cuyas fisuras aprovechará el bloque oposicionista.

A lo dicho anteriormente habría que recordar las múltiples tensiones que existen entre el PSUV y los aliados políticos que conforman el Gran Polo Patriótico. En tanto lo relativo a lo que ha sido el modo de selección de candidatos a las diferentes elecciones, a las responsabilidades asignadas durante las campañas electorales, al olvido al momento de la designación de miembros del largo tren ministerial, a la toma de decisiones políticas y económicas.

Como parte de la rendición de la memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional, el presidente Maduro dejó entrever la susceptibilidad ante la crítica desde el campo de revolucionario a las acciones que se emprenden desde la magistratura para construcción del socialismo. Hecho que se ha interpretado en muchos círculos como una amenaza velada a los sectores críticos del movimiento revolucionario.

Todo el mundo sabe que el PSUV no es un partido vinculado a las demandas de los sectores sociales que dice representar, es una maquinaria electoral que demanda de mucha ayuda para salir airosos en las contiendas. No es una fuerza social movilizadora sino, a lo sumo, con capacidad de realizar concentraciones.

Otro nivel de contradicciones es el que se desarrolla en el plano de las relaciones con los militares del 4-F y los operadores políticos civiles. Parte de los militares se siente los portadores de la pureza de la causa que dio inicio a la revolución, sin ellos sería el extravío. Mantienen una constante presión sobre los civiles, entre ellos, al Presidente.

Un sector del bloque oposicionista intenta capitalizar esas contradicciones, de tal manera que de ser exitosa pudiera abrirles el paso hacia el cambio que tanto anhelan.

Hoy Nicolás Maduro se bate entre mantener el legado de Chávez, a la vez que se forja su propio espacio como líder y libra la batalla con los sectores militares. Acercar a sectores de la oposición al diálogo no ha sido bien visto por los militares que tratan de empujar a situaciones de mayor confrontación.

Las dificultades que enfrenta el actual gobierno para resolver temas como el abastecimiento de algunos alimentos  se ha convertido en un frente de batalla muy exigente. No resolver ese tema con la prontitud del caso puede llegar a convertirse un  gran problema de cara a la sociedad creando situaciones conflictivas que pudieran generar situaciones de microcrisis sociales y políticas.

El derecho a la protesta y el recurso a la violencia

Todo Estado tiene la obligación garantizar el goce y disfrute de los derechos humanos, entre ellos el de la protesta, sin más limitaciones a las establecidas en el ordenamiento jurídico.

La protesta de los ciudadanos debe ser respetada y garantizada por el Estado. El Gobierno debe escuchar y procesar las demandas, que dentro del marco democrático sea posible.  La protesta justa de los ciudadanos no justifica el empleo de la violencia con los muy dolorosos, lamentables y nada deseables resultados que se han producido.

Estamos frente a un ejercicio irresponsable de la política. Esta se concibe como un ejercicio de arrebatón del poder. Cuando en realidad debería desarrollarse como acto donde se proponen salidas factibles a los problemas reales de las personas a través de mediaciones organizativas concretas. Si el fin es democrático, los medios para lograrlo deben ser de igual modo.

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Los episodios lamentables de violencia en las calles de estos últimos días nos ponen nuevamente en un escenario de agudización de la polarización política que no hace ningún bien a nadie. Por el contrario, nos adentramos en la confrontación irracional.

Un sector de la oposición se metió por el camino equivocado al creer que con las protestas violentas derribaran al actual gobierno. En Venezuela esa receta no funciona. Corta memoria tienen los que recomiendan transitar esa vía. El Caracazo fue uno de los episodios de mayor protesta social jamás visto en el país y el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez no cayó. Una supuesta salida del presidente Maduro por esa vía nos lanzaría al precipicio de mayor caos, es decir, de más muerte y destrucción.

Mucho de los grandes temas del país han pasado a un segundo plano. Muy pocos los discuten. Las protestas violentas han desviado el foco de atención. Quienes las promovieron han logrado todo lo contrario a lo que pretendían. El sector del chavismo, con todas sus variantes,  se encuentra ahora más cohesionado entorno al presidente Maduro en comparación con un mes atrás. En cambio,  los  oposicionistas se encuentran ahora con un velo de desprestigio en muy amplios sectores populares.

La represión a la protestas

La forma de controlar el orden público siempre debe garantizar la plena integridad de las personas, salvo circunstancias excepcionales como el empleo de armas de fuego entre otras. En caso de comprobarse abusos policiales en el control de manifestaciones, todos los funcionarios implicados deben ser sometidos a la justicia.

No debe admitirse, bajo ningún concepto, la vulneración a los derechos humanos y en caso de que ello se produjese, por desvío de funcionarios, el Estado debe ser veloz en sancionar esas conductas y aplicar los correctivos necesarios para que ello no vuelva a repetirse.

 Coordinador del área de investigación de la Fundación Centro Gumilla.

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