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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

No todo lo que es oro brilla

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Hagamos las paces

Luisa Pernalete

La primera vez que fui a el pueblo minero de Las Claritas, km 88 vía La Gran Sabana, esa fue la expresión que vino a mi cabeza: No todo lo es oro brilla. Eso fue en el año 1998. Pude ver la sordidez de ese pueblo. Me preguntaba para qué le estaba sirviendo a sus pobladores tanto oro en el subsuelo y tanta pobreza en la superficie. Pobreza no refleja todo. Por 11 años visité El Dorado, Tumeremo y Las Claritas al menos cada 3 meses. Conozco el terreno. Ví los cráteres producto de la actividad minera. Conocí niños contaminados por el mercurio…

Hace 9 meses que no iba a Bolívar. Una semana me bastó para recordar esa frase al cuadrado: “No todo lo que es oro brilla”, o si quieren, la minería está destruyendo no sólo el ecosistema de ese paraíso que es Guayana, sino la vida de sus habitantes. Les comparto piezas del rompecabezas.

Comienzo con la escena del terminal de Puerto Ordaz. Llegué a las 4.30 am. Conté 6 chamos durmiendo en un corredor de un local  que remodelarón para la Copa América. Llovía y creo que había más agua dentro de terminal que fuera, tal era la cantidad goteras. Pregunté a un niño por su madre. “No andamos con mamá. Andamos solos”, me dijo el chico de unos 10 años. “Aquí dormimos”.  A pocos metros de la escena, un aviso: “Para cualquier violación de derechos de NNA, aquí está el teléfono del Consejo de Protección”. O sea, que no han visto la media docena de pequeño que cada noche ocupa el espacio y duerme en unos cartones.

Sigo con relatos de maestras.  “Estoy preocupada maestra. Mi hermanita más pequeña quedó en a casa prendida en fiebre, y no hay medicina. Quiero ir a cuidarla.” Y ante la pregunta de con quien había quedado la pequeña, la respuesta: “Con mi tía. Mi mamá se fue a las minas a trabajar.” La tía tiene 15 años, y la niña que expresaba su preocupación, es de Educación Inicial. Un promedio de 45 niños solos en 10 escuelas de Fe y Alegría en la zona es una cifra que asusta, preocupa, angustia. Brasil y las minas son los destinos de esos padres que migran y dejan sus hijos con abuelas, vecinos, hermanas “mayores” de 15, 16 años.

“El otro día le dije a una niña que como su madre no iba a recogerla a la escuela y ya era tarde, me la tendría que llevar a mi casa y llamaríamos algún familiar” La pequeña, de preescolar dijo que no quería irse a la casa de la maestra, “Y si usted me lleva, voy a mi casa y busco la pistola de mi papa y la mato”. El padre de la niña trabaja en una mina… La cultura de la violencia, propia de las minas, ha entrado en la escuela.

Me dice la directora de un plantel: “Hay maestras que se están yendo los viernes a las minas, a vender lo que sea: bollitos, medicinas al detal, panes…. Lo que sea. Se regresan el domingo con efectivo, cansadas, para segur el lunes” Y es que la economía de la región está totalmente distorsionada. “En Ciudad hay ahora dos tipos de ciudadanos. Por un lado los que tienen algo que ver con la mina, ya sea porque trabajan en esa actividad o porque van por días a vender algo. Con eso tienen efectivo, A veces mucho efectivo. Del otro lado, el resto, nosotros,  los que sobrevivimos pero no podemos jamás ganar lo que un minero gana con una grama de oro”

Conversé con Josué, 19 años, bachiller esperando entrar a la Universidad. Mientras, trabaja en un taller mecánico. “No es muy estimulante pasar la semana trabajando para poder pagar un desodorante 2 a 3 millones. Mientras, alguien ligado a las minas, con una grama puede obtener 150 millones y comprarse lo que sea.” No supe qué decirle.

Las minas están llenas de malaria, difteria, sida, violencia. “Los pranes contratan niños de 9, 10 años, como especie de asistente. Les dan armas… luego otro pran los contacta para tener información sobre el jefe del niño… pueden terminar con un tiro en la cabeza.” Me contó alguien en una cola.  “Las minas son un cementerio”, agregó. Sin comentarios.

Nadie acepta billetes de 500 o de mil. Vi a un chofer negar la subida a un señor que entregaba los 10 mil en billetes de mil para su pasaje. “¡No se aceptan esos billetes!” Le gritó. Me condolió el rostro del pasajero rechazado, ¡Con lo que había esperado el bus! Pero el efectivo es una mercancía demasiado cara. ¡Hasta 400% de comisión está cobrando! Y lo necesitas, por ejemplo, para comprar un pasaje a Caracas. Como en mi caso. Después de dos días de diligencias sólo encontré una alternativa: 50% por transferencia y 50% en efectivo. Conseguir 1.200.000 toda una proeza. Gracias a mi Ángel de la Guarda – que ya me he pedido pago de horas extras – lo logré. No todos tienen éxito.

Dejo el tema de la prostitución juvenil para otra columna. Suficiente  con esto para corear junto  a otros: ¡Paren el Arco Minero!

 

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