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No podemos ser indiferentes

UNICEF

Por Félix Arellano

La cruel invasión de Rusia a Ucrania pareciera que consume toda la atención internacional, y el presidente V. Putin de Rusia seguramente celebra que está arrastrando a las democracias a las trampas del autoritarismo, concentrando la atención en los temas de seguridad y defensa en su expresión militar bajo el paradigma de la lucha por el poder, desplazando la agenda liberal de las libertades, la institucionalidad democrática y los derechos humanos. Pero debemos estar atentos y alertas, pues simultáneamente a la invasión a Ucrania, coexisten otras guerras y múltiples violaciones de los derechos fundamentales del ser humano en diversas partes del planeta.

Con la invasión de Ucrania la amenaza de una gran guerra está regresando, pero debemos tener presente que ya estamos enfrentando varias y complejas guerras, y los conflictos están cambiando —coherente con la naturaleza de las relaciones internacionales— donde lo permanente es el cambio. Al respecto, cabe destacar:

No es suficiente con decir que hay más conflictos intra que interestatales. En un mundo que es tan multinivel como multipolar, los conflictos también tienen diferentes niveles: la mayoría de los conflictos tienen fuertes raíces locales, pero suelen ser manipulados por poderes externos o secuestrados por ideologías transnacionales (Guéheno, crisisgroup.org).

En la situación que nos encontramos, pareciera que la invasión de Ucrania, agrava el panorama que se fue desarrollando en el contexto internacional producto de la pandemia del covid-19 que, en un primer momento, concentró la atención de los Gobiernos en sus prioridades nacionales y, algunos de ellos también asumieron posturas militaristas, llegando incluso a rechazar esfuerzos de cooperación internacional. Tal situación, si bien se fue superando con el tiempo, no podemos negar que ha representado un desplazamiento de la atención de la comunidad internacional, reduciendo el interés sobre otros graves conflictos y, en particular, sobre las violaciones de los derechos humanos.

En ese contexto, la Memoria Anual de la organización Médicos Sin Fronteras del 2020, destaca:

Muchas crónicas de 2020 dicen que la covid-19 paró el mundo. No es del todo cierto. No hizo desaparecer las guerras, la desnutrición y las demás epidemias. En Siria, Yemen, Etiopía, Camerún, Burkina Faso, Níger, Mozambique o Sudán, no hubo treguas en el conflicto y seguimos trabajando sin descanso. En Centroamérica y México, familias enteras cruzaron infiernos para llegar a un lugar seguro; a las puertas de Europa, el mar y los desiertos siguieron tragándose a la gente. Cientos de miles de seres humanos necesitaron atención médica –muchas veces la más básica– para sobrevivir, y la covid-19 solo nos trajo más obstáculos para llegar hasta ellos.

Adicionalmente, en el Informe titulado “La Acción Humanitaria en el 2020-2021”, presentado por el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria y Médicos sin Fronteras, resaltan:

El recrudecimiento de la situación en Afganistán con el retorno al poder de los talibanes, el agravamiento de la eterna crisis que sufre Haití, el terrible impacto de la guerra en Tigray (Etiopía) o el continuo crecimiento de las cifras de personas refugiadas o en situación de desplazamiento forzado a escala mundial, por poner tan solo algunos ejemplos de situaciones que generan necesidades humanitarias, bastarían para confirmar que el contexto internacional va más allá de la pandemia.

Por su parte, Amnistía Internacional en su Informe Anual 2020-2021, entre otros, destaca que:

La pandemia puso al descubierto las devastadoras consecuencias del abuso estructural e histórico de poder. La pandemia de Covid-19, tal vez no defina quiénes somos, pero sin duda ha puesto en evidencia lo que no deberíamos ser. La gente lo vio claro y volvió a alzar la voz: para protestar contra la desigualdad; para protestar contra la violencia policial utilizada de manera desproporcionada contra las personas negras, las minorías y la gente pobre o sin hogar, y para protestar contra la exclusión, el patriarcado, la retórica de odio y la conducta cruel del liderazgo supremacista… Las protestas públicas contra la represión y la desigualdad inundaron las calles de muchos países —como Bielorrusia, Polonia, Irak, Chile, Hong Kong o Nigeria—, y el liderazgo ejercido por defensores y defensoras de los derechos humanos y activistas de la justicia social en todo el mundo, muy a menudo con riesgo para su seguridad, nos impulsó a actuar… Tras años de fracaso colosal, 2020 vino a confirmar que nuestras instituciones políticas internacionales no están a la altura del propósito global al que deberían servir.

Recordando otros aportes importantes, cabe señalar que el Informe Anual para el año 2021 de la organización Human Rights Watch, incluyó 102 países que enfrentan denuncias que van desde irregularidades hasta flagrantes violaciones de los derechos humanos por parte de los Gobiernos.

Por otra parte, la BBC Mundo ha alertado recientemente —en “Más allá de Rusia y Ucrania: 6 conflictos armados que están ocurriendo en el mundo”— sobre los casos de Etiopia, Yemen, Myanmar, Siria, Militantes Islamitas en África, y Afganistán. Por su parte, International Crisis Gruop, en sus informes y boletines, mantiene el seguimiento de la situación de unos setenta países considerados como áreas abiertas de conflicto o con posibilidades de conflicto.

EFE
Crédito: EFE

Adicionalmente, las Naciones Unidas y, en particular la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos que actualmente dirige la Sra. Michelle Bachelet, mantiene un seguimiento lo más exhaustivo posible de la grave situación de los derechos humanos a escala global. Utilizando los limitados instrumentos jurídicos de que dispone y frente a enormes adversidades, desarrolla una observación y evaluación sobre la grave situación que se presenta en muchos países, donde los Gobiernos están desarrollando prácticas autoritarias y violaciones sistemáticas de las normativas de los derechos humanos.

Ahora bien, no le debemos pedir a las organizaciones internacionales que desarrollen acciones sobre las que no tienen competencias o que nos corresponden a los ciudadanos y nuestras organizaciones políticas y sociales. La Oficina de la Alta Comisionada está desarrollando una intensa labor, pues las limitaciones y adversidades son enormes; empero, resulta relevante que no se está cruzando de brazos y la denuncia y el seguimiento se mantienen.

Adicionalmente, debemos reconocer que las instancias internacionales se presentan como una de las pocas ventanas que se mantienen abiertas, con todas sus limitaciones, para los más débiles y vulnerables.

El mundo está enfrentando graves problemas y cada uno de nosotros, como ciudadanos y miembros de la sociedad civil, debemos estar atentos y alerta. Desde nuestros espacios, por muy reducidos que sean, debemos trabajar para promover el respeto a la dignidad humana, la convivencia, el diálogo y la cooperación.

La familia, la escuela, el barrio, es decir, todos nuestros espacios comunitarios, juegan un papel importante para trabajar en favor de la justicia, la equidad, el bien común y, en particular, enfrentar la estrategia de la geopolítica del autoritarismo que, con los instrumentos de la guerra híbrida, desarrolla campañas sistemáticas para desinformar, mentir y manipular.

Parafraseando al prestigioso compositor y cantante argentino Raúl A. A. Gieco, también llamado León Gieco, no podemos permitir que “lo injusto me sea indiferente”.


Fuente:

TalCual Digital: talcualdigital.com

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