“Y cuando me pregunten qué tengo para ofrecer, les diré que he venido a entregar mi corazón”
–Un joven misionero, en “Mozambique”, el 7 septiembre de 2021.
Daniela Paola Aguilar* y Jean Meléndez**
El mensaje de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, pronunciado por el papa Francisco, se nos presenta desde el pasado mes de octubre, como una invitación personalísima a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. No obstante, en nuestra humanidad, las preguntas que nos hacemos a diario podrían apuntar más, por el contrario, a ensimismarnos en una actitud de incertidumbre, desánimo y amargura desesperanzadora que turba nuestra naturaleza vivaz y encantadora.
Sucede que pocas veces eso de “mostrarnos vulnerables” o “abrir el corazón” ha sido bien recibido en esta sociedad superflua y escurridiza que vivimos y rara vez se detiene en los detalles, en lo pequeño y lo sencillo, allí donde Dios se hace presente y ha pasado desapercibido tantas veces… ¿Es posible caminar sobre estas aguas? ¿Por qué yo? ¿Acaso soy responsable de la suerte del otro?
Y, la verdad, aunque no hay recetas mágicas ni respuestas absolutas, los cristianos frente a este tipo de situaciones contemplamos en la cruz a quien nos amó primero: pedimos su Gracia y su Amor nos basta. También, recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejando su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición.
Ser voluntario significa sensibilizar el corazón para poder mirar la realidad, dejándonos afectar y disponiéndonos a adentrarnos en ella desde el servicio. El auténtico voluntariado nos convierte en personas comprometidas en la acción y defensores activos de la dignidad humana, especialmente de los más vulnerables. Ser voluntario, inspirado en los principios de la fe cristiana, permite vivir el Evangelio creando posibilidades en lo ordinario, para que acontezca lo extraordinario, eso que viene de Dios.
Así nace “Proyecto Javier”
Inspirados en la experiencia de San Francisco Javier, fiel compañero de San Ignacio de Loyola y el primer misionero jesuita, nace el programa de voluntariado profesional de la Compañía de Jesús en Venezuela: “Proyecto Javier”.
Producto de la iniciativa de un grupo de estudiantes universitarios y jóvenes profesionales, que vivieron una experiencia piloto de siete días como voluntarios en las instalaciones del Instituto Radiofónico Fe y Alegría del estado Zulia, surge la necesidad de sistematizar los resultados y ponerlos a disposición de otros tantos jóvenes profesionales que también comparten la vocación de servicio. Así fue como se conformó la primera cohorte de voluntarios en el año 2019, bajo la coordinación de Kimberly Arellano.
El proyecto alcanza los albores del 2021 cargado de aprendizajes y expectativas que fueron canalizadas a través de la oficina de Juventudes y Vocaciones de la provincia de Venezuela. De esta manera, se pone en marcha una segunda convocatoria y un nuevo grupo de jóvenes misioneros atiende el llamado de Dios en sus historias de vida. Se trata de la segunda cohorte de Proyecto Javier, coordinado en esta fase por Helene Parra, huellista de amplia trayectoria:
En este camino que hemos iniciado y retomado con la segunda cohorte de voluntarios, nuestro horizonte es continuar con el proceso formativo, de acompañamiento y servicio, brindando experiencias de calidad y crecimiento tanto para ellos como para el programa de voluntariado, pues la intención es que sus sueños puedan ser materializados a través de esta plataforma (…)
Mozambique, Goa y Japón serán las referencias heredadas de la experiencia de San Francisco Javier, patrono de los misioneros, para que este nuevo grupo emprenda un camino de acción social y evangelización, poniendo al servicio de los más necesitados sus capacidades humanas y profesionales, con el objetivo de encontrar la presencia humanizadora de Dios en cada experiencia vivida y fortalecer sus proyectos personales compartiendo la misión de la Compañía de Jesús en Venezuela.
Para la segunda cohorte, esta aventura que comenzó en septiembre de este año en “Mozambique” y culminará el próximo año 2022 en “Japón”, será la oportunidad de formarse como voluntarios, compañeros de camino y agentes de cambio, capaces de transformar sus vidas, impactando positivamente en las de su entorno. Son jóvenes misioneros a quienes Dios ha invitado a emprender un camino de esperanza que mantiene en ellos encendida la llama del servicio como vocación y modo de vida, reconociendo en las voces y los rostros de las personas que habitan en las comunidades más recónditas de nuestro país, la presencia salvadora de Jesús de Nazaret quien nos invita a ser co-creadores de Su Reino, tanto en la Tierra como en el Cielo.
El profeta Jeremías, nos invita a recordar en sus pasajes que esta experiencia transformadora es como el fuego ardiente de la presencia viva del Espíritu de Dios en nuestro corazón, la misma que nos impulsa a la misión día tras día, aunque a veces comporte sacrificios e incomprensiones (cf. 20,7-9) …
Reconocernos arte y parte de la Creación, como una escala infinita de grises que apunta al color, de eso se trata.
Nuestro pequeño Mozambique
Nuestra primera experiencia tuvo lugar en el estado Aragua. Llegado el mes de septiembre todo estaba listo para “levar anclas” rumbo al pueblo de Magdaleno, donde los jóvenes misioneros encontraron en la Casa de los Muchachos, su pequeño “Mozambique”.
La intención de la “experiencia Mozambique” es que los voluntarios puedan involucrarse en las actividades propias de la comunidad durante su estadía, partiendo de una inducción previa, pero también respondiendo a las principales líneas de acción de la Casa.
Rommel Belisario, coordinador de la Casa en Magdaleno, nos compartió una breve reseña histórica del lugar que nos acogió, junto a la comunidad, durante siete días:
Casa de los muchachos en Magdaleno se funda en el año 2017, específicamente el 28 de octubre, cuando inicia sus labores con cuatro líneas de acción principal: la línea pedagógica, la psicológica, la pastoral y la comunitaria… En sus inicios, las actividades solo abarcaban un turno y recibíamos alrededor de 15 muchachos… En el año 2018 ya teníamos 40 divididos en dos grupos: ¡veinte en la mañana y veinte en la tarde! En apenas un año logramos duplicar y superar la cifra inicial, llevando atención pedagógica a los más pequeños y ofreciendo espacios de atención psicológica y encuentro pastoral y comunitario para los más grandes (…)
Recuerdo que, a finales de ese año (2018), iniciamos el “plan de alimentación”. Un recurso pensado para que los chicos y chicas que asistían a la casa pudieran recibir también su almuerzo diariamente. Hoy por hoy, son más de 60 y, para la mayoría, este es su “plato seguro” del día (…) Es el espíritu de servicio lo que nos mueve por el bien de nuestra gente.
Sin lugar a dudas, para consolidar el bien común es necesario que cada uno de nosotros, como ciudadanos y como creyentes, seamos actores de primera línea de nuestro presente y futuro. Es así cómo se ejerce la ciudadanía: actuando, participando, proponiendo, con paciencia, pero con constancia, con corazón libre de odios y exclusiones (Cardenal Baltazar Porras. Ver Dossier). Y eso es precisamente lo que han hecho en Magdaleno con estos muchachos y su gente, construir ciudadanía y ser ejemplo de organización comunitaria.
El programa “Casa de los muchachos” de la Asociación Civil Huellas busca constituirse como una red de centros comunitarios que contribuya con el desarrollo de la localidad, a través de la formación de las personas, sin excepción. Actualmente, cuenta con tres centros activos en Caracas (La Vega), Mérida, Aragua (Magdaleno) y un proyecto de construcción en puerta, pero que funciona activamente en el estado Zulia.
Atender el llamado y abrir el corazón
Vivir la experiencia a plenitud en Magdaleno, pasaba necesariamente por comprender el contexto al que íbamos a enfrentarnos y dar rienda suelta a la imaginación libres de prejuicios. Allí estaba el primer reto. Para ello, la convivencia previa en un día de formación completo en El Junquito junto al equipo organizador fue clave, pues, se trataba de un grupo de 18 personas, provenientes de distintos lugares de Venezuela que habían atendido al llamado y se encontraban “a corazón abierto”, frente a desconocidos que, sin embargo, muy pronto se convertirían en hermanos y compañeros de camino.
En este primer momento planificamos el cronograma de actividades que comprendía desde equipos de servicio para las dinámicas internas de la casa hasta los grupos de vida y formación para las charlas y los talleres que ofreceríamos a la comunidad. Nuestros dones y talentos se iban descubriendo con algo de timidez y no pocas ocurrencias. Reconocer nuestras diferencias y limitaciones para trabajar con ellas era también parte del reto. No obstante, la vocación de servicio y el amor al prójimo estuvo al alcance de todos.
Tras la llegada a Magdaleno, los voluntarios se organizaron por días en distintos grupos que abarcaron temas como: DDHH y valores que sustentan la paz; gestión de emociones y convivencia familiar y comunitaria, liderazgo juvenil cristiano y proyecto de vida; comunicación asertiva y resolución de conflictos y, por supuesto, un grupo rotativo que cooperaba con la señora Deisy y su equipo en la cocina para atender diariamente a los beneficiarios del plan de alimentación.
Cuando se acercaba el fin de semana nos dedicamos a visitar los hogares, llevándoles un mensaje de esperanza inspirado en los evangelios y la invitación a compartir el día sábado un almuerzo comunitario y una tarde deportiva junto a los muchachos de Magdaleno, los verdaderos protagonistas de esta historia.
Entre lágrimas y sonrisas, pero también en un clima de profundo encuentro con nuestra espiritualidad, cuando se acercaba el final de la experiencia, algunos voluntarios se animaron a manifestar, con libertad, su sentir en Mozambique:
“Este tipo de experiencias me pide una conversación profunda con Dios, un discernimiento continuo… Es una labor de aceptación de saber que no es siempre lo que yo quiero sino de lo que Dios quiere para mi vida”. (Rafael Poleo, El Hatillo, Caracas)
“Ser un voluntario no es improvisar, sino saber a lo que voy y estar dispuesto a ir más allá de las palabras, a caminar y acercarme a las personas que, sin saberlo, me esperan y yo las espero a ellas”. (Elvin López, Cabudare, Lara)
El testimonio de nuestros compañeros estuvo cargado de emociones y nostalgia y poder contemplarlo hoy, nos anima a ser valientes y hacernos cada vez más conscientes de que la vocación de servir y encaminarnos en la misión no es algo del pasado… Ahora es cuando Jesús necesita más corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les empuje a salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión:
“Dios me sigue pidiendo que deje los miedos atrás, que me encargue de sus cosas que Él se encargará de las mías”. (Michelle Rojas, San Cristóbal, Táchira)
Aunque no es fácil el momento actual de nuestra historia, como tampoco lo fue para nuestros santos, aquí estamos nosotros, soñando despiertos, inspirados por su ejemplo y unidos en un mismo proyecto donde:
“Dios nos pide seguir confiando… Confiar en el otro, confiando en que podemos hacer equipo para reescribir juntos la historia de nuestro país”. (Eduard Maita, El Junquito, Vargas)
Hoy también nosotros creemos que “no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20), “porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades” (Christus Vivit, 239).
*Internacionalista (UCV). Jefa de redacción de la revista SIC. Miembro de la segunda cohorte del Voluntariado Profesional de la Compañía de Jesús en Venezuela “Proyecto Javier”.
**Pasante del área de redacción de la Revista SIC. Aspirante al título de Lic. en Comunicación Social para el Desarrollo. Miembro de la segunda cohorte del Voluntariado Profesional de la Compañía de Jesús en Venezuela “Proyecto Javier”.