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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

No mires arriba

jueves23_Netflix
Por Luis Ovando Hernández, s.j.  
Título original: Don’t look up
Director: Adam McKay
Año: 2021
Duración: 2h 25m
Actores: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Rob Morgan

Los seres humanos vivimos y nos movemos con la idea de que aquello que conocemos como realidad natural e histórica se dirige a un télos. Es decir, a un final. Este pensamiento de vieja data se fundamenta en la constatación de la caducidad de todo cuanto existe: el mundo es efímero, al igual que nuestras existencias.

El final al que inexorablemente —acá habrá que añadir: “supuestamente”— nos dirigimos parece estar determinado por la aniquilación total del planeta que habitamos. Es el armagedón, el apocalipsis: la industria cinematográfica ha sido quien más leña le ha puesto a este fuego, copando incluso nuestro imaginario de tal modo que damos por sentado cuanto vemos en las películas, y que tarde o temprano todo será una copia al carbón de cuánto nos muestra la pantalla grande.

“No mires arriba” podría inscribirse en la línea de lo apenas dicho, si no fuera porque es una película que trata sobre los actuales, incorrectos y dañinos mecanismos de evasión de que nos valemos para evitar la crudeza de la realidad en que estamos inmersos. “No mires arriba” no es, pues, una película sobre el fin del mundo. O al menos no lo es en los términos en que nos tienen acostumbrados.

Estamos en presencia de una refinada y despiadada sátira, plagada de abundante y sutil humor negro a propósito del vicio mental de no querer afrontar nuestra realidad, muy en boga por estos días, ofrecido en los distintos negacionismos que pretenden imponernos y que van desde los “no–vax” y los “terraplanistas”, hasta el recién promocionado “metaverso”. Nos hallamos entonces en el ojo del huracán de la modernidad líquida y de la posverdad.

El cometa Dibiasky

Nos encontramos en el observatorio astronómico de la Universidad del Estado de Michigan. Mientras se prepara un sándwich, la candidata al doctorado, Kate Dibiasky, está por convertirse en la primera persona en avistar un cometa de enormes dimensiones que cambiará su vida y la de la humanidad entera.

Más adelante, el hiperobjeto proveniente de la parte más externa del Sistema Solar, será bautizado con el nombre de “cometa Dibiasky”, en honor a su descubridora; se trata de un “mata planetas” con la potencia equivalente a mil millones de bombas nucleares, e impactará la Tierra en poco más de seis meses, sin lugar a dudas.

Un dato curioso, para nada ingenuo, lo vemos ya desde la primera toma cuando aparece la marca “Bash”. De buenas a primeras, se trata de algo irrelevante. Pero cobrará significación a medida que nos adentramos en el film.

La trama se desenvuelve dejando entrever algunos elementos que después se desarrollarán jugando en contra de los protagonistas: la aspirante al doctorado en Astronomía es una chica que abusa de las drogas y los medicamentos. El doctor Randall Mindy “está fuera de forma”, es un perfecto desconocido, hipocondríaco, que hace tiempo no publica nada serio, y la universidad a la cual pertenecen, en la que el doctor Mindy es catedrático titular, es más bien una “escuela espartana”.

Con el irrefutable descubrimiento se encienden las alarmas. El “horrible, pero hermoso” descubrimiento es notificado a la NASA, cuya directora es anestesióloga de profesión, y cuyo único punto que juega a favor para ocupar tan importante lugar es ser íntima amiga de la Presidenta de los Estados Unidos, Janie Orlean. La NASA se comunica con el doctor “Teddy” (en español, literalmente significa “osito de peluche”) Oglethorpe, y éste concreta una cita en la Casa Blanca.

Lo que sigue a continuación determina el desarrollo entero de la película: los científicos son recibidos a destiempo, porque la Presidenta está en una “reunión sumamente importante”, cuando en realidad está celebrando su cumpleaños. Una vez recibidos Dibiasky y Mindy en el Salón Oval, la “sombra” que proyecta Janie Orlean es la del presidente Nixon; después se la verá fotografiada con Steven Seagal, Bill Clinton y Mariah Carey, entre otros. La atención de la presidenta Orlean está completamente centrada en dar con un cigarrillo, hasta que lo encuentra.

De principio a fin, la reacción política inicial es trivializar el nefasto descubrimiento. Es periodo electoral, ergo, no se puede ir por ahí asustando a la gente. A esto hay que añadir que la presidenta Janie Orlean necesita conseguir el placet para su candidato a ocupar un puesto en la Corte Suprema: un cowboy pornostar, cuya competencia para cubrir la vacante es haber “viralizado” sus fotos totalmente desnudo.

Ante semejante catástrofe que se avecina, hay que actuar inmediatamente. Pero hacerlo ya, implica perder las elecciones. La medida política más “sensata” es aguardar y analizar lo que evalúan sea una situación “potencialmente importante”, y no ya un peligro inminente: no se puede andar sembrando zozobra entre la población. En el ínterin, hay que consultar a universidades de prestigio, de manera que confirmen o nieguen cuanto afirman científicos “de poca monta” pertenecientes a una universidad de tercera.

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Crèdito: Netflix

The Dairy RIP

A grandes males, grandes remedios. Los científicos deciden entonces filtrar la información a la prensa y contactan al New York Herald, al tiempo que han conseguido un espacio en el programa televisivo The Dairy RIP —llamativa coincidencia: las iniciales vienen del latín y literalmente significan “descanse en paz”—; se trata de un telediario que banaliza las informaciones, de manera que las malas noticias sean más llevaderas.

Los astrónomos coinciden con la estrella pop, Riley Bina, y el rompimiento de la cantante con su novio opaca la noticia sobre el “mata planetas”. Para colmo de males, la reacción poco asertiva de Dibiasky la convierte en tendencia en las redes sociales, que se mofan de ella hasta la saciedad. Ambos científicos son ridiculizados despiadadamente. No hay reacción alguna al acontecimiento destructor por venir; pasa, pues, desapercibido.

En este apartado sobre TIC’s y mass media, la guinda de la torta es “Bash liif”, el Smartphone capaz de captar las emociones y actuar consiguientemente. Pero no solo: mientras ven The Daily RIP, a la familia del doctor Mindy llega la noticia, a través de sus Bash liif, de que Riley Bina es tendencia en las redes y automáticamente el celular adquiere el disco de la artista para uno de los hijos Mindy, sin siquiera haberle solicitado su consentimiento. Detrás de Bash liif hay un sueño que finalmente se hace realidad, esto es, “vivir sin estrés”.

La posverdad

El ambiente cultural que planetariamente pretende imponerse, y que en alguna medida ya experimentamos es el de la “generación Z”, la “modernidad líquida” y la “posverdad”. Dejo de lado los primeros, con la esperanza y el compromiso de abordarlos en futuras entregas, y me centro en el tema de la posverdad.

El doctor Oglethorpe le dice a su colega Mindy una frase contundente por objetiva: “la ciencia no miente”. Esto que es una verdad meridiana, de Perogrullo; sin embargo, la ciencia debe enfrentarse ahora con el fenómeno cultural de la posverdad. Es decir, esta tendencia que niega lo evidente, lo real y objetivo, enarbolando la consigna de “si me gusta, es verdad”. Nada de datos empíricos incontestables, principio de realidad o argumentos convincentes e innegables.

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Crèdito: Netflix

No somos ya como una humanidad, parte del Universo; ahora se impone el “metaverso”, donde algunos hacen vida y afirman que las vacunas anti–COVID fueron fabricadas siguiendo intereses ocultos, diabólicos y maquiavélicos o que en Venezuela todo marcha bien, no hay hambre ni pobreza, los servicios funcionan debidamente y, si existe alguna falla en el actual sistema político, es a causa de la guerra económica que el macabro imperio decretó a la tierra de los hijos de Bolívar. La posverdad tiene al negacionismo como uno de sus ingredientes fundamentales.

Volvamos a nuestro tema. “No mires arriba” pone de relieve mecanismos más sutiles de la posverdad. Como bien lo afirma Héctor Concari: “la verdad científica se ve minimizada y manipulada en nombre de intereses políticos”. Acá la posverdad no es negación, sino decadencia de la verdad. Es una “forma retórica donde los datos objetivos se subordinan a los prejuicios y pasiones políticas” (Ídem.). En definitiva, la posverdad nos enceguece. De ella echan mano los políticos, los medios de comunicación y la élite económica dominante, que manipulan a una población dispuesta a dejarse llevar por esos derroteros (Ídem.).

La ciencia cede

Una vez desprestigiada la verdad, “No mires arriba” da cuenta del uso político que se da a la catástrofe venidera: “los ángeles se elevaron al cielo”, le susurra la animadora televisiva, Brie Evantee, al doctor Mindy, a quien ha logrado envolver en un affair amoroso.

La dirigencia política, aconsejada por el empresario dueño de “Bash”, se da cuenta de que está ante una oportunidad que no puede dejar escapar. Es decir, el “mata planetas” no es tal, pues contiene material necesario para la producción del Bash liif: no es un cometa, sino miles de millones de dólares; no es el final del mundo, sino la posibilidad de nuevos empleos; no es la aniquilación de la naturaleza y de la realidad histórica, sino que es falso.

La misión espacial encargada de destruir el “cometa Dibiasky” es encomendada a un ex héroe alcoholizado, “digno” representante del supremacismo blanco anglosajón. Este es el ángel que se eleva al cielo.

Esta medida extrema, pero necesaria, es abortada por sugerencia de “Bash”. Ahora será la empresa quien asuma la tarea, no de acabar con el cometa, sino de pulverizarlo, para que caiga en la Tierra y así aprovechar los minerales y metales que lo componen.

Esta nueva estrategia es masificada, valiéndose de las redes sociales y los medios de comunicación. La ciencia cede: el doctor Mindy pasa a formar parte del Gabinete de Gobierno y su condición de experto es mostrada abundantemente en los medios, para que justifique este golpe de timón. ¡La nueva misión será un fiasco de letales consecuencias para la humanidad y la creación!

Mala decisión fruto de torcidas motivaciones políticas, mediáticas y económicas; pagaremos sus efectos, nos transmite el director con su producción.

“No mires arriba”

La decadencia y la subordinación de la verdad a causa de la posverdad, nos impide ver incluso un hiperobjeto que está por machacarnos la cabeza. Esta es la valencia negativa de las ideologías, que buscan torcer a como dé lugar el principio de realidad.

Afirmé al inicio de mi comentario que “No mires arriba” no es una película sobre el final del mundo, o quizá no lo sea en los términos en que el cine nos tiene acostumbrados.

Para quien comparta la idea de que toda la creación se dirige a un télos, hay que recordar que los seres humanos tenemos la capacidad de “adelantar” el final a nuestro presente: el futuro se hace presente, pero el presente determina precisamente el futuro con sus aciertos y vicisitudes. Por ejemplo: si nuestro presente está determinado por el encapsulamiento, el encorvamiento o estemos atrapados por las pantallas de nuestros celulares, computadoras o la televisión, es natural que veamos con pesimismo nuestro futuro. Todos terminamos atrapados, viviendo el mundo en formato Tik Tok para levantar nuestro ánimo.

Nada puede atentar contra la efervescencia promocionada en las redes y por los mass media. Las oportunidades hay que aprovecharlas, porque no regresan. Las necesidades básicas de unos, son fuente de lucro desmedido para otros. El bien común se supedita a las agendas particulares.

La presidenta Orlean apunta todas sus baterías contra el movimiento “solo miren arriba”, consciente de que todo cuanto ha urdido junto con Peter Isherwell, presidente de “Bash”, puede irse por el inodoro, pues no hay nada mejor que un baño de realidad para desmontar las ideologías. “Quienes les piden mirar arriba, solo buscan asustarlos. Quienes les piden mirar arriba, los desprecian; no miren arriba. Inclinen sus cabezas y noten cómo colocan un pie al lado del otro”.

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Crèdito: Netflix

Sideral – Deseo: el cometa ya nos impactó

La película nos coloca en un hipotético escenario entre los peores posibles, como es la desaparición de la Tierra. ¿Por qué motivo? Una respuesta aproximativa nos la da precisamente la irrupción de la pandemia en medio nuestro. Ante la presencia del COVID–19 nos hemos visto obligados a reflexionar sobre nuestra frágil condición. Nuestras vidas son tan limitadas que un microscópico virus puede cambiarlas por completo, sin que vislumbremos cuándo volveremos a la “normalidad”.

La posverdad por su parte nos introduce en el engaño, promoviendo espejismos, edulcorando realidades, ocultando otras. Nos sentimos superiores e indestructibles. Y esto último no es toda la verdad.

Pero lo anterior tampoco es del todo falso: a pesar de nuestra efímera existencia, los seres humanos tenemos la capacidad de sobreponernos a las variopintas catástrofes que ya nos ha tocado afrontar como humanidad. Hemos sabido superar inclusive las limitaciones que nos impone la naturaleza, mediante un uso adecuado y justo de la propia inteligencia. Nos hemos crecido ante las adversidades siempre que concientizamos nuestro “ser en el mundo” —dasein, lo llama Heidegger—. Hacernos cargo de la realidad es lo que nos ha permitido evitar desastres o, al menos, enfrentarlos con dignidad.

En una era de flojera mental, el reto es ir más allá de toda ideología. En una época de posverdad, con una pequeña “dosis” de conciencia de nuestra insignificancia, con la intención de hacernos señores de nuestras vidas. Este es un trabajo de todos los días. El trabajo consiste en que entendamos buenamente que no hay un cometa dirigido a nuestro planeta —al menos no se avizora en las inmediatas—, con la intención de borrarnos de la Vía Láctea.

En el caso de la película, lo anterior —creo— se refleja en una frase sencilla, pero densa de significado: “Hay que entendernos: solo miren arriba”. Por decirlo de otra manera: hay “cometas” que nos impactan cotidianamente y están acabando con nuestra especie. Ojalá podamos entendernos; ojalá miremos arriba y abramos bien nuestros ojos y nuestra inteligencia para darnos cuenta de que es cierto.

“Sideral” y “deseo” son dos palabras que provienen de la misma etimología latina: sideris. Hay quien afirma que la inteligencia humana empezó a desarrollarse una vez que el hombre se decidió a mirar arriba; yo soy del parecer de que nuestros más nobles deseos, además de la inteligencia, hacen acto de presencia cada vez que miramos arriba. Es decir, cada vez que dirigimos nuestra mirada a Dios.

“Mi camino a Dios”

“No mires arriba” ofrece un carrusel de imágenes religiosas —templos, objetos, personas en actitud de oración, deidades, etc.—, que se van alternando. Sin embargo, únicamente en tres ocasiones se “habla” del hecho: la primera, se trata de una niña que reza el Salmo 22; la segunda, cuando Yule, el novio de Kate Dibiasky, le confiesa que nació en el seno de una familia de evangélicos. Yule no obstante se avergüenza de esto. Por último, la tercera referencia explícita a Dios está en boca del mismo Yule, cuando eleva una oración mientras están por comer su última cena. Me gustaría cerrar el comentario, precisamente, con esa oración:

Querido Padre, y Creador Todopoderoso; pedimos tu gracia esta noche, pese a nuestra soberbia. Pedimos que nos perdones, que disipes nuestras dudas. Pero, sobre todo, Señor, pedimos que tu amor nos serene en estas horas difíciles. Que enfrentemos lo que disponga tu Divina Voluntad con valentía y aceptación en el corazón.

Peter Isherwell nunca se desprendió de su celular, y la presidenta Orlean dejó olvidado a su hijo. Kate Dibiasky encontró un cometa, y que el mismo Dios nos permita decir, en palabras de Yule: “Yo encontré mi camino a Dios”.

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