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“No ganan ni lo suficiente para comerse un huevo al día”

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Manuel acostumbra a jugar dominó en los muelles de Lagunillas. También echa chistes, muchos, aunque debería estar en el Lago de Maracaibo extrayendo petróleo. No puede laborar

Gustavo Ocando Alex

“No hay suficientes lanchas que nos lleven a todos hasta las gabarras. Muchísimas veces solo cumplimos horario”, admite, implorando que se reserve su verdadera identidad.

Él, personal activo de una filial de la empresa estatal PDVSA, vive en una de las zonas petroleras más ricas de Venezuela, la nación con las mayores reservas de hidrocarburos del mundo.

Y en los cinco municipios de la llamada Costa Oriental del Lago (COL) se produce la tercera parte de todo el crudo de la nación.

Son suelos acaudalados. En ellos, se erigió en 1914 el primer pozo activo en territorio venezolano: el Zumaque 1 o MG-1. Tienen más de 100 años familiarizados con la explotación petrolera.

Cuando Venezuela producía más de tres millones de barriles de crudo por jornada, esos distritos de occidente regurgitaban hasta 1,2 millones de unidades del llamado oro negro en tierra y agua: 850.000 correspondían a empresas nacionales

Hoy, apenas rondan las 600 mil, según cifras de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Lagunillas.

El desplome ha sido paulatino. Y su génesis tiene fecha.

Expropiación

Trabajadores, empresarios, comerciantes y ciudadanos de a pie recitan en coro el día en que, para ellos, empezó del descalabro: 8 de mayo de 2009.

Ese día soleado, de mar manso y brisa fresca, sobraban sonrisas entre el personal en los atracaderos.

Centenares de militares ya habían ocupado en la madrugada los activos de 60 empresas privadas del sector cuando, al final de la mañana, el presidente Hugo Chávez descendió de la lancha “Canaima” en el muelle Terminales Petroleros.

El excomandante pasaba por una fiebre expropiatoria: entre 2007 y 2010, nacionalizó empresas de servicios eléctricos, de telecomunicaciones, decenas de miles de hectáreas de siembra y plantas procesadoras de alimentos, puertos regionales, hoteles y bancos.

En Lagunillas embriagó a los presentes con su candidez y carisma, proclamando la estatización de contratistas y compañías tercerizadas de PDVSA.

Así se lo permitió una ley aprobada por el Parlamento -entonces de mayoría chavista-, que reservó al Estado los bienes y servicios de las actividades primarias de hidrocarburos.

El Gobierno confiscó gabarras, grúas, diques astilleros, plataformas JackUp, lanchas de buceo y remolcadores.

Expropió en las siguientes semanas un total de 143 empresas, mil embarcaciones y 39 muelles, según cifras oficiales.

A la mayoría de las compañías, PDVSA adeudaba ocho meses de pagos.

“Viernes rojo”

Doloroso”. Así vivió el 8 de mayo de 2009 José Contreras, gerente de De-Ko Construcciones.

A las 4:00 de la madrugada, un vigilante le llamó para advertirle que un tropel de trabajadores se aglomeraba frente a la compañía.

Llegó a los portones aún entre la penumbra. Vio el gentío. Alfredo González, quien se identificó como representante de Petróleos de Venezuela, le notificó que ejecutaba una ley de extenso nombre.

El funcionario vestía una braga roja. El mismo color de la segueta que tenía en su mano. Con ella, pensaba romper el candado de las protecciones.

“Fue un viernes rojo”, recuerda.

Se sentó en su oficina durante dos horas. Solo miraba al techo. “Me sentía desolado”.

La empresa, con 50 años de experiencia en el tramo de mantenimiento y construcción de la industria petrolera e industrial, fue una de las 35 ocupadas solo esa madrugada.

Cinco soldados armados con fusiles rusos ingresaron a las instalaciones a las 6:00 de la mañana. Los trajeados de rojo ya sumaban un centenar.

Le obligaron a aceptar en público el acta de rendición de la compañía. Las secretarias le hacían gesto de negación a Contreras.

“Tuve que firmar, so pena de cárcel”.

La estatal se hizo de un plumazo con las nueve lanchas, cuatro remolcadores gigantescos, cuatro gabarras grúas y 400 máquinas de soldar de De-Ko Construcciones.

El muelle tuvo nuevo nombre: “Che Guevara”.

“Fue un asalto a mano armada. Ese día supe con qué se comía el socialismo”.

“Nefasto”

Ocho años después, la mayoría de los trabajadores consultados no se ahorra epítetos inexorables para la “nacionalización” de los capitales privados: “Caos”, “desastre”, “nefasto”.

El presidente de la Asociación de Comerciante e Industriales de Lagunillas, Luis Soto, subraya que las compañías afectadas aportaban el 40% de la recaudación nacional de impuestos como contribuyentes especiales.

“Esa cantidad de dinero no cabía en una calculadora” dice.

La Federación Única de Trabajadores Petroleros de Venezuela resume las expropiaciones en un expediente negativo: solo en Lagunillas, había 47 barcazas operativas en 2009 y ahora solo funcionan cuatro; nada más están activos 19 de 130 buses de transporte del personal y el 70 % de las estaciones de servicio no tienen gasolina ni gasoil.

Según ese sindicato, 100.000 personas resultaron afectadas.

Su secretario general, Iván Freites, denuncia que los empleados de las filiales pasan hambre. “No ganan ni lo suficiente para comerse un huevo al día”.

Jairo Sibada, sindicalista de Lagunillas, revela que sus compañeros deben hacer una colecta de su propio dinero para comprar brochas de pintura o repuestos para las camionetas.

Lo curioso es que Hugo Chávez adujo exactamente lo mismo para justificar sus confiscaciones: “Ellos mismos de sus bolsillos han tenido que poner plata para reparar las lanchas, para pagar la comida, las medicinas”.

Lo dijo entre vítores.

Chávez prometió que lo expropiado sería “propiedad del pueblo”. Dijo que no habría más “explotación laboral de los capitalistas”.

También calculó que su Gobierno se ahorraría 700 millones de dólares al año por la reducción de 20 % de los costos operativos.

Rafael Ramírez, titular máximo de PDVSA en esos tiempos, se mostró alérgico a que la empresa fuese “un nido de escuálidos”, alias concebido por Chávez para sus detractores.

Nicolás Maduro, jefe del Estado venezolano, insistió en esa fórmula en marzo de este año durante un acto oficial: “Esta es la revolución obrera que necesita Venezuela, no seguir dependiendo de empresarios corruptos o transnacionales, que traicionan a la patria siempre”.

La reputación de la estatal, mientras, está enlodada por supuestas fallas en su flujo de caja.

Calificadoras internacionales de riesgo, como JP Morgan, advirtieron el año pasado de un inminente default. En mayo, el Gobierno vendió a Goldman Sachs 2.800 millones de dólares en bonos de PDVSA a precio de vaca flaca mediante un intermediario en el Caribe.

Los que defienden la expropiación

Eulogio Del Pino, presidente de PDVSA hasta hace dos semanas, negó que haya tufo de insolvencia. “Es totalmente falso”, remarcó en noviembre pasado.

Y en la industria muchos defienden el plan, como Elbano Sánchez, presidente de la Federación Bolivariana Socialista de Trabajadores del Estado Zulia y marino petrolero en Cabimas, celebra la “renacionalización” de los activos de la COL.

“Se acabó la tercerización de los trabajadores. Ahora gozan de beneficios como la caja de ahorro y el plan de vivienda. Participamos de las discusiones que hay en la empresa”, aduce.

Otro plus es que PDVSA tiene el control de todas las operaciones, agrega. Sin embargo, reconoce la deuda en el apartado del mantenimiento.

“La capacidad de respuesta es más lenta. Ahora tenemos que ir a procesos de licitaciones internacionales y esas lanchas expropiadas eran viejas”.

El presidente de PDVSA, Eulogio Del Pino -quien se retiró del cargo para aspirar a la Asamblea Nacional Constituyente-, reconoció los “muchos errores” de la estatización en el Lago de Maracaibo durante la Asamblea General de la Cámara Petrolera de Venezuela de 2016.

A esos empresarios les dejó abierta la puerta. No descartó que regresaran a las operaciones con “otro modelo”.

BBC Mundo le solicitó a la oficina de Gestión Comunicacional del Ministerio de Petróleo su versión sobre las expropiaciones, pero no obtuvo respuesta.

Esperanza tras el arrebato

Los “privados” caminan en puntillas cuando hablan de sus expropiaciones. Cuidan que ninguna declaración perjudique sus indemnizaciones y negociaciones con el Gobierno.

Filtran sus opiniones a través de un conglomerado que representa la abogada Mercedes Caridad.

Ella expuso ante la Comisión Permanente de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional que la ley de 2009 tuvo un efecto pernicioso.

“Esa norma incrementó los pasivos laborales de PDVSA al asumir a 12.000 trabajadores en las áreas de operaciones acuáticas y 4.500 en la filial de diques y astilleros”.

Criticó la disminución de la producción petrolera “por falta de unidades lacustres por su deterioro, por la falta de mantenimiento preventivo, generando nuevos contratos y la compra de nuevos equipos”.

El grupo argumentó en una carta abierta al presidente Nicolás Maduro, publicada este mayo, en el octavo aniversario de las expropiaciones, que el Estado solo ha indemnizado a 11 de las 143 empresas.

Exigen celeridad en el plazo de cumplimiento de acuerdos y expresan su voluntad de reactivarse como empresarios en los procesos petroleros, una vez cancelados sus pagos.

Hoy no solo apelan a la prudencia. La esperanza también les ronda en puntillas.

Quiebra y miedo en masa

Uno de los empresarios perjudicados ventiló su drama bajo condición de anonimato. Expresó su miedo de hablar on the record.

Denunció que vivió “acoso y presiones psicológicas” hace ocho años. “Las noches se volvieron interminables, agotadoras. Nuestras familias quedaron desamparadas”.

Funcionarios corruptos habrían desatado, según su versión, “una caza en jauría” a empresarios que estuvieran dispuestos a pagarles prebendas a cambio de no incluirlos en las listas de potenciales expropiados.

José Luis Parada, gerente de PDVSA Occidente al momento de las expropiaciones, fue arrestado y acusado cinco años después por liderar una red de corrupción del sistema de distribución de combustible.

El empresario refirió que en la COL desaparecieron los comercios, restaurantes, clínicas, colegios y talleres mecánicos que se beneficiaban de manera indirecta de la actividad petrolera en las cercanías de los muelles.

“¡Quebraron hasta los bares de prostitución!”.

Desveló que PDVSA tendría la estrategia de negociar individualmente con cada empresa para dividirles como grupo.

“Es como quien viene a pagarte una mercancía que te robó hace ocho años”.

 

Fuente:

http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40246550?ocid=wsmundo.chat-apps.in-app-msg.whatsapp.trial.link1_.auin

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