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La Navidad según San Pablo: una reflexión sobre el Nacimiento de Jesús

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El relato más antiguo del Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús no se encuentra en los Evangelios, sino en la Epístola a los Gálatas, donde el apóstol Pablo escribe: «Cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a quienes estábamos bajo el dominio de la Ley y para que recibiéramos el ser hijos adoptivos de Dios» (Gálatas 4,4-5). Este pasaje, aunque breve, contiene una profundidad teológica que ha marcado la comprensión cristiana de la Navidad.

Pablo no describe escenas familiares como el pesebre, los pastores o los ángeles. Tampoco menciona a María, José o Belén. Sin embargo, su enfoque se centra en lo esencial: el significado trascendental del nacimiento de Jesús. Según el apóstol, este evento marca un punto de inflexión en la historia, el cumplimiento de las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento y el inicio de una nueva era de salvación.

La Encarnación: Humildad y Redención

Pablo presenta el misterio de la Encarnación con una síntesis extraordinaria. Jesús, siendo Hijo de Dios y preexistente en su divinidad, se hace humano al nacer “de mujer”. Esta expresión subraya no solo su humanidad plena, sino también su fragilidad y vulnerabilidad. En la tradición bíblica, “nacido de mujer” simboliza la condición humana, marcada por la precariedad y la finitud. Job lo expresa con claridad: «El hombre, nacido de mujer, tiene una vida breve y llena de problemas» (Job 14:1-2).

El teólogo Karl Rahner reflexiona sobre esta realidad al afirmar que en Jesús, “la eternidad se ha hecho tiempo” y “la infinitud de Dios ha penetrado en la angustia humana”. Este acto de humillación divina se convierte en un gesto radical de amor y solidaridad con la humanidad. Jesús no solo comparte nuestra naturaleza, sino también nuestras debilidades y sufrimientos.

Además, Pablo señala que Jesús nació “bajo la Ley”, es decir, dentro del marco de la ley mosaica. Esto implica que asumió una condición de sometimiento para redimir a quienes vivían bajo su dominio. Aunque libre de pecado, Jesús se sometió voluntariamente a las normas humanas como un acto de identificación con nosotros.

Un Mensaje de Libertad y Fraternidad

Lo que podría interpretarse únicamente como humillación se transforma en un mensaje de esperanza. Jesús nació bajo la Ley para liberar a los hombres de su esclavitud y convertirlos en hijos adoptivos de Dios. Este cambio no es solo jurídico, sino también espiritual: ser hijos adoptivos implica una relación íntima y personal con el Padre, mediada por el don del Espíritu Santo.

La Navidad según Pablo no es solo un evento histórico, sino una transformación radical que afecta tanto al cosmos como a cada individuo. Su significado trasciende lo anecdótico para ofrecer una nueva visión del ser humano: una criatura redimida y llamada a participar en la vida divina.

La Perspectiva de Tito: La Gracia Manifestada

En la Epístola a Tito, escrita por un discípulo de Pablo, se amplía esta visión con un énfasis en la gracia y la bondad divina. El texto afirma que «la gracia de Dios que salva se manifestó a todos los seres humanos» (Tito 2,11). Esta manifestación no depende de las obras humanas, sino de la misericordia divina que se derrama a través del bautismo y del Espíritu Santo.

La Vulgata traduce el término griego “philanthrōpia” como “humanitas”, destacando que la bondad divina se expresa en términos profundamente humanos. En esta perspectiva, Dios no solo salva al hombre, sino que también dignifica su humanidad al asumirla plenamente en Jesús.

La Navidad como Compromiso Cristiano

Más allá de las luces y los cantos que caracterizan las celebraciones navideñas, Pablo y Tito nos invitan a reflexionar sobre el verdadero significado de esta festividad. La Navidad es un llamado a vivir según la lógica del amor y la solidaridad que Jesús encarnó desde su nacimiento. Es un recordatorio del valor intrínseco de nuestra humanidad y una invitación a contribuir al bien común.

El nacimiento de Jesús marca una línea divisoria en la historia: un antes y un después que transforma no solo el calendario, sino también nuestra manera de entendernos como seres humanos. En palabras del apóstol Pablo, es el inicio de una nueva era en la que podemos clamar con confianza: «Abbá, Padre».

Así, la Navidad no es solo un recuerdo del pasado, sino una proclamación continua del amor divino que se hizo carne para habitar entre nosotros. Es una celebración que nos invita a vivir nuestra fe con autenticidad y a compartir con los demás la esperanza y la alegría que brotan del misterio de la Encarnación.

Versión de un artículo de la Civilta Cattólica

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