Por Noel Álvarez.
Cuando quedan muy pocas semanas para iniciar el espectáculo que apasiona a niños, jóvenes y adultos como es la gran fiesta del balompié, la actividad deportiva más importante del planeta, el mundo vive tiempos tensos. Los expertos la llaman “época de Guerra Fría”, frase que se acuñó al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando se inició la controversia entre el Occidente y el bloque del Este.
“Está claro que la Guerra Fría ha vuelto”, declaró recientemente el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Pero a diferencia del Pacto de Varsovia que le permitía a la Unión Soviética tener tropas en el territorio de la actual Alemania, Rusia no cuenta con una alianza ni remotamente comparable a la OTAN. Por eso su proyección de poderío militar se extiende únicamente a Siria, Vietnam y algunos de los Estados desgajados de la antigua Unión Soviética. En cambio, Estados Unidos posee bases militares en 80 países del mundo.
El principal de la FIFA, Gianni Infantino, tratando de minimizar los efectos de esta crisis, ha recordado frases que algún día mencionaron otros deportistas: “El fútbol tiene el poder de unir a la gente. El fútbol es el deporte de la gente y no quiere violencia, no quiere destrucción, ni tampoco quiere guerras. La gente quiere celebrar”. Es un gran razonamiento del máximo jerarca del fútbol mundial, pero él sabe que quienes deciden las guerras son los políticos.
“La guerra es un lugar donde jóvenes, que no se conocen y no se odian, se matan entre sí por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”, dijo el alemán Erich Hartman. Ante esos conceptos guerreristas, por liderazgo y los espacios de poder, un Mundial de Fútbol para ellos no debe significar mucho. En tiempos de Guerra Fría no había segmento de la sociedad que no estuviera confrontado, en vista de que Occidente defendía el sistema capitalista y el Este, el comunismo, y bajo ese contexto todo se contrapuso desde lo económico, lo social, lo científico, lo político y también lo deportivo.
Recordemos el boicot a los JJ.OO. de Moscú en 1980, cuando Estados Unidos reaccionó a la invasión del ejército soviético en Afganistán. Se alegó la violación al derecho internacional y consiguió que más de 50 países no asistieran a esos juegos. Luego, cuando le correspondió a Los Ángeles organizar los Juegos de 1984, la retaliación soviética no se hizo esperar: no fueron argumentando que Occidente vivía una histeria antisoviética.
Hoy, sobre el Mundial de Rusia, la historia tiene otros matices. Los recientes bombardeos al territorio sirio, realizados por la alianza Estados Unidos, Francia e Inglaterra, han creado un nerviosismo generalizado en el planeta. Esto por la respuesta que Rusia pueda intentar, en vista del respaldo que Vladimir Putin le otorga a Siria y al régimen de Bashar Al Asad. Rusia es el principal proveedor de armas a Siria. El ministro de Relaciones Exteriores británico Boris Johnson y el diputado laborista Ian Austin han pedido que Inglaterra no participe en la Copa del Mundo. Johnson dijo además una frase contundente: “Es una perspectiva vomitiva pensar que Putin puede glorificar este evento deportivo”.
Siempre se ha comentado que el deporte, como cualquier otro segmento de la sociedad, es influido en forma importante por la política. Antes del Mundial de Rusia, “la comunidad internacional está en vilo”, señalan expertos en conflictos bélicos. Más cuando el embajador ruso en EE.UU., Anatoly Antonov, indicó que el ataque realizado contra Siria “no quedará sin consecuencias”. Las preguntas que me surgen son: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? se producirá esta respuesta.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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