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Muerte y desnutrición: las huellas de la deuda del IVSS con las casas de reposo

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El excluido, en lo oscuro, te interroga

sólo con su aguardar eterno, ¿No escuchas

aquellos insistentes pasos revelándote

la apátrida vigilia de su insomnio?

 (Fragmento del poema “El excluido” de Armando Rojas Guardia)

Minerva Vitti

Cuando pienso en las personas en situación de vulnerabilidad, en los más marginados, en los más excluidos de los excluidos, siempre vienen a mi mente las personas con enfermedades mentales. Y eso que todo mi trabajo se ha caracterizado por visibilizar a tantos grupos cuyos derechos son diariamente vulnerados. Pero la realidad de los pacientes psiquiátricos me toca muy de cerca porque he estado expuesta durante toda mi vida a lo que implica tener un familiar con un trastorno de este tipo.

Por eso cuando asistí a la protesta del 20 de marzo frente al Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS) lo hice más como hija que como periodista. Protestamos porque el IVSS no había pagado a los 68 centros socio asistenciales donde están recluidas nuestras madres, padres, hermanos, hijos, y por esta razón estaban a punto de sacar a 3 mil 500 pacientes.

La mayoría de estas personas no pueden estar en sus hogares por largos periodos de tiempo porque se descompensan, se tornan agresivos, atentan contra sus vidas y la de los demás, necesitan cuidados especiales y supervisión durante todo el día, y para esto se requiere de personal especializado.

De acuerdo con los convenios con el IVSS, los centros socio asistenciales (que incluyen unidades psiquiátricas, pacientes farmacodependientes, custodiables y personas que viven con VIH) tienen un número de cupos que se destinan a usuarios que el IVSS remite y por los que paga un monto por día que es parte del presupuesto de cada institución. En este caso el presupuesto para 2018 se calculó en 270 mil bolívares diarios por paciente, y pasaron casi tres meses en los que el IVSS no había cancelado la deuda. Una situación que se ha repetido en los últimos años y que ha llevado a realizar múltiples protestas.

“Sabemos que el dinero está en la administración del IVSS, nos lo dijo la directora de clínicas, no sabemos por qué no lo cancelan”, dijo Álvaro Villegas, director administrativo de dos centros socio asistenciales. Insistió que ya tienen cinco semanas yendo al IVSS y pidiendo que les cancelen la deuda. “Si no recibimos respuestas mandaremos a los pacientes a sus casas. No les damos medicinas porque no hay, y eso está mal, pero ponerlos a pasar hambre es peor”.

Y es que los múltiples atrasos en el pago del IVSS a estos centros, ha generado que desde hace más de un año se haya reducido la porción de alimentos en estas casas de reposo, no se pague al personal, y no se cubran todos los gastos logísticos que implican llevar un centro de estas características.

Además, desde hace dos años, por orden el antiguo director del IVSS, Carlos Rotondaro, no se hacen nuevos ingresos a estos centros. Existe una gran cantidad de pacientes con trastornos mentales que están en su casa cuando deberían estar hospitalizados: “La seguridad social es prepagada, y esto es preocupante porque algo que pagaste con tu trabajo ahora no lo puedes usar”, denuncia Villegas.

Hablo en pasado porque para alegría de muchos, la protesta de aquel día dio frutos. Hoy viernes 23 de marzo me cuentan que ya comenzaron a bajar los recursos a algunos de los centros socio-asistenciales. Sin embargo, las huellas de esta y otras deudas del IVSS con las casas de reposo permanecen en las historias de los familiares, pacientes y trabajadores de la salud.

Morir por hambre

Sofía* tiene a su hermano internado desde hace 15 años en uno de estos centros. Ella cuenta que en este lugar había 48 pacientes, pero ahora quedan 30 porque 18 murieron por desnutrición. Su hermano Antonio* es un paciente que vive con VIH y a raíz de una depresión al enterarse del diagnóstico desarrolló problemas mentales. Antonio mide 1,90 metros y pesa 36 kilogramos.  “Es un cadáver ambulante”, dice Sofia.

—Ayer se murió un amigo, estoy asustado porque no sé si me va a tocar a mí— llora Antonio, quien permanece al lado de su hermana y hoy fue traído para que también planteara su reclamo.  Por la enfermedad Antonio está ciego.

Sofía se traslada todas las semanas hasta este centro para llevarle comida a su hermano y a los demás pacientes, pero no alcanza. En este lugar tampoco hay agua, por lo que muchos internos han desarrollado enfermedades en la piel. “Uno pide dignidad, mi hermano trabajaba en el IVSS, cotizó, merece un trato digno”.

Otra mujer que tiene a su familiar en otra casa de reposo cuenta que desde noviembre hasta ahora han muerto 18 personas. “Hace quince días murió un hombre por desnutrición y enfermedad en los pulmones”. También comparte que hay familiares que llevan comida y la distribuyen entre todos, pero no alcanza.

Aurora* es madre de un hijo con esquizofrenia, que tiene tres años en uno de estos centros socio asistenciales, comparte que esta semana murieron dos pacientes y la semana pasada cuatro.

Los familiares se han organizado y llevan alimentos pero no alcanza para todos. Incluso en algunos centros los pacientes salen viernes, sábados y domingos, para que puedan comer en sus hogares. Algunos regresan diciendo que a veces tampoco cuentan con alimentos en sus casas. En cualquier caso el panorama se ensombrece y los niveles de desnutrición crecen.

En medio de esta situación también se abre el drama de las personas que han dejado abandonados a los pacientes en los centros. “En estos últimos tres años me ha tocado enterrar a tres pacientes sin familiares”, dice Álvaro Villegas.

Trabajar sin cobrar

Aunado a lo anterior, los trabajadores de la salud tienen meses sin cobrar su salario. Gladys Sifuentes, directora de Residencia Las Nonitas, un geriátrico ubicado en la zona rural del Hatillo, desempeña hasta tres cargos, dice que el personal tiene un sentido humanitario pero no los puede obligar a que trabajen.

Comparte que como en su centro, que alberga a 45 personas, no hay agua; debe pagar una cisterna de 3000 litros a 800 mil bolívares.

“Le estamos resolviendo un problema de salud pública al Estado. Somos prácticamente el hospital más grande de todo el país”, dice Sifuentes. Ella hace la analogía porque entre todos los centros socio asistenciales tienen alrededor de 4 mil 200 cupos, y actualmente están hospitalizados 3 mil 500.

Sifuentes denuncia que pese a que el IVSS tiene una administración descentralizada del Ministerio del Poder Popular para la Salud sus funcionarios tienen múltiples funciones y están en ambas instituciones.

Epílogo precoz

Aquel día me retiré de la protesta a las 2pm y a esa hora la gente se sentía burlada porque había estado todo el día bajo el sol, sin tomar agua, sin comer, sin obtener ninguna respuesta. Hoy la historia es diferente y la secretaria del centro socio- asistencial donde está internada mi mamá me cuenta feliz que ya están bajando los recursos. “Dale la buena noticia”, una persona le dice al otro lado del teléfono. Me alegro, pero pienso en las huellas de la injusticia. Pienso en la angustia de nosotros cuando nos dieron la noticia de que sino se recibía una respuesta favorable del IVSS nuestros 3 mil 500 familiares serían desalojados. Pienso en la señora que le decía al militar que vigilaba la protesta: “Mire mi edad. ¿Cómo yo voy a cuidar? Usted no sabe lo que es tener un paciente descompensado”. Pienso cuando una de las compañeras me aseguraba que tenían reportes de funcionarios de gobierno que tienen a sus familiares en estas casas de reposo y ni siquiera se sensibilizan con la situación.  Pienso en los trabajadores que aun no recibiendo un salario iban a trabajar, en su sentido humanitario. Pienso en cada semana que voy a visitar a mi mamá, en cómo vamos cargados con la comida de ese día y con los alimentos que llevamos como colaboración y que no alcanzan para palear la situación. También pienso en que Antonio* no se cansaba de repetir que él no era un animal, que era humano, que tenía dignidad.

Ya muchas personas murieron por las continuas fallas en el pago del IVSS. El resto de la población que está en los centros asistenciales tiene un acumulado de desnutrición de meses de espera, y lamentablemente la salud no se recupera cuando pagan la deuda. Una red burocrática que mata.

El llamado de nosotros sigue resonando y obliga al Estado a no olvidarse de ese importante número de personas que permanecen en estas instituciones, que en medio del vacío y la desolación de los corredores de estos centros, padecen hambre y la falta de medicamentos. Nadie me lo preguntó pero mi mamá pesa 35 kilos y mide 1,63 metros. Nadie me lo preguntó pero también he sufrido para conseguir los medicamentos. Afortunadamente en medio del dolor y la adversidad se tejen redes de solidaridad que me han ayudado. Compañeros la existencia de las personas que viven en estos centros es dura, pero estoy segura que sería más llevadera si el Estado les garantizaran los derechos básicos: vida, alimentación, salud. La familia y el personal médico ya hacen su parte.

*Los nombres y los centros socio-asistenciales no han sido nombrados por razones de seguridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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