Por Alfredo Infante s.j.
San Ignacio de Loyola, maestro de la vida, insistía que toda actividad humana tuviera siempre un «modo y orden» porque la mente y el corazón humano tienden siempre por su naturaleza a distraerse y a dispersarse. Si dejamos que la distracción y la dispersión lleven la voz cantante en nuestra vida diaria, terminamos los días agotados con la sensación de que hemos arado en el mar, con todo inconcluso, a medio andar, como arrojado.
El «modo y orden» del que habla San Ignacio es lo que hoy llamamos «autodisciplina» que nos vacuna contra el desorden interno y le da ritmo a nuestra cotidianidad.
En este tiempo de cuarentena, de caos social y colapso institucional es muy importante que cada día tenga su rutina clara para no estar viviendo como palma que bate el viento o caer en profundas insatisfacciones internas que van erosionando nuestra energía interior.
No hay nada más agradable que llegar al final de cada jornada y, con mirada contemplativa, recoger los frutos del día, agradecer a Dios y a los demás porque el día ha valido la pena porque las pequeñas metas se cumplieron.
En situaciones caóticas como las que vivimos en nuestro país, tener un «modo y orden» para cada día, nos libera de la infecundidad y de la angustia que genera no saber qué hacer cada día. Te invito, pues, junto a San Ignacio, a darle «modo y orden» a tus días. «haz la prueba y verás qué bueno es el Señor».Sal 33′.
«Sagrado corazón de Jesús en vos confío»