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Moderación: ¿auténtica u oportunista?

Cortesía de Fundar

Por Félix Arellano

Podría resultar una ilusión ingenua, pero pareciera avanzar en la región una incipiente tendencia que privilegia la moderación y el centrismo en la dinámica política, producto de diversos factores, algunos específicos en cada caso, se ha presentado claramente en las recientes elecciones presidenciales de Ecuador, pareciera formar parte del sistema político en el Uruguay, va avanzando en Chile y, en estos momentos, constituye uno de los temas centrales en la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Argentina, que tendrán lugar el próximo 19 de noviembre.

En otros casos, la ausencia de la moderación se siente con intensidad, como se puede apreciar en Brasil, Perú, Bolivia y México. El caso de Colombia sorprende, pues los esfuerzos iniciales del presidente Petro, al llegar al Palacio de Nariño, de presentar una administración moderada, se desvanecen con sus constantes contradicciones. No cabe hacer referencia a los regímenes autoritarios, pues no están dispuestos a la apertura, flexibilidad o prudencia por el temor de perder el poder y sus privilegios.

En esta columna la semana pasada, abordamos cómo Daniel Noboa Azin, el joven presidente electo en Ecuador, destaca con insistencia y algo de orgullo su posición de centro y la moderación de su estilo, recursos que le permitieron superar la hegemonía del correismo, representada en el proceso electoral por Luisa González.

En estos momentos, en el caso de Argentina, los candidatos que se enfrentan en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, están bajando el tono y tratando de presentar una faceta moderada, a los fines de atraer el voto de una población cansada del debate maniqueista, anacrónico, estéril, e ineficiente que el populismo ha promovido en la región.

El resultado de la primera vuelta, efectuada el pasado domingo 22, hace evidente la relevancia de la moderación. La mayoría de las encuestas presentaban como ganador al rupturista Javier Milei; empero, como habíamos alertado en nuestra columna Visión Glocal (Tal Cual 12/09/2023), el radicalismo destructivo de Javier Milei, estimula pasiones; sin embargo, con un mínimo de reflexión crítica, se aprecia que conlleva graves consecuencias para la gobernabilidad.

El temor frente al radicalismo destructivo de Milei movilizó el voto a favor del candidato oficial, con todas sus limitaciones, como, por ejemplo, ser el ministro de economía, en un país donde ha crecido la pobreza, que se calcula afecta a unos 18.6 millones de argentinos y la inflación se calcula en un 140 %. Adicionalmente, formar parte de un Gobierno con un presidente y una vicepresidenta que se caracterizan por las prácticas clientelares y la opacidad.

El ministro Sergio Masa, ganador en la primera vuelta con un 37 % de los votos (más de un 10 % de lo obtenido en las primarias PASO), debe realizar esfuerzos de moderación para atraer nuevos votos, entre otros, alejándose, (rechazando públicamente) de la tendencia autoritaria, discrecional, intervencionista y opaca que ha caracterizado al Kichnerismo. La vicepresidenta Cristina Kirchner representa un factor disruptivo, algunos lo definen como tóxico, para atraer nuevos votos. Tampoco ayuda el presidente Alberto Fernández, asociado a las prácticas clientelares y oscuras del peronismo.

Ahora bien, si Masa requiere de un estilo moderado para incrementar sus votos, en el caso de Javier Milei la situación es existencial, pero el mayor reto que enfrenta es lograr credibilidad con un nuevo discurso moderado, luego de varios años descalificando la política y los políticos.

Prometiendo destruir el sistema desde adentro. Pero no es un hecho aislado de Argentina, por el contrario, Milei forma parte de una tendencia conservadora radical, que en el fondo va socavando la institucionalidad democrática, que tiene como representantes, entre otros, a Donald Trump y Jair Bolsonaro. Cuando Milei plantea acabar con más de la mitad de la administración pública, está anunciando desempleo, pobreza y, en consecuencia, confrontación social e inestabilidad política.

Pero el proyecto destructivo de la institucionalidad que presenta Milei se enfrenta de inmediato con un poder legislativo que le resulta adverso, por la poca fuerza de su partido, y, no olvidemos que juega un papel decisivo para avanzar en la gestión del gobierno; en consecuencia, se verá obligado a negociar con los otros partidos, que ha descalificado “como la casta”.

El Congreso que recibirá el 10 de diciembre al presidente electo en la segunda vuelta, está fraccionado, ningún partido tiene el control. En la cámara de diputados: Unión por la Patria (peronismo, kirchnerismo) cuenta 108 escaños: Juntos por el Cambio (Macri y otros) 94 y Libertad Avanza (Javier Milei) tan solo 38 escaños.

En el senado la composición es como sigue: Unión por la Patria cuenta con 32 escaños. Juntos por el Cambio 21 y Libertada Avanza 8. En ese contexto, resulta evidente que cualquiera que gane la segunda vuelta estará obligado a complejas negociaciones políticas, suponemos que más difíciles para Milei, quien tiene menos representantes y ha descalificado permanentemente la política y los políticos.

El apoyo a Mileil que ha anunciado la señora Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio, quien ha quedado en el tercer lugar en la primera vuelta, no es una garantía, pues de inmediato ha generado la explosión del partido, por el rechazo público de la mayoría de los miembros de la Alianza, es el caso, de la Unión Cívica Radical, el grupo de la señora Elisa Carrió y la mayoría de los gobernadores miembros de la Alianza, que califican la decisión como unilateral e inconsulta.

Desafortunadamente el expresidente Macri y su candidata, la señora Patricia Bullrich, no lograron captar la complejidad de la situación política, para jugar un papel de centro equilibrado, que promoviera cambios y transformaciones necesarias, sin perder la prioridad en la sensibilidad social.

Superar la política clientelar de las dádivas, que se prestan a la corrupción y no permiten superar las debilidades estructurales, por el contrario, las afianzan.

En Argentina, como en la mayoría de los países en la región, buena parte de la población necesita el pescado, tiene hambre, pero sobre todo necesita educación, formación que le permita insertarse en los procesos productivos y no depender y ser controlada por la dádiva gubernamental. Esperemos que el ganador logre comprender las urgencias y las prioridades de transformación que exige el país, avanzando en un clima de convivencia.

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