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Mitos del Aula sin muros

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Gustavo-Hernandez-Archivo-Nacional-Leonardo-Noguera_NACIMA20150605_0113_6elnacional.- El aula sin muros de Marshall McLuhan es una metáfora interesante y provocadora que nos invita a pensar sobre las tecnologías y los medios masivos al servicio de la educación. Este ensayo  publicado por la editorial española LAIA en 1974, subraya un conjunto de temas educativos vigentes que comento enseguida.

Los medios tradicionales de comunicación, cine, radio, televisión y los impresos, son instrumentos “auxiliares audiovisuales para la enseñanza”. Esto significa que las pedagogías y didácticas deben aprovechar estos instrumentos para desarrollar la reflexión crítica y creativa.

El problema no radica en que Internet y los medios de comunicación informen o desinformen más que la escuela o la familia. El reto de la escuela es incentivar el aprender a pensar y no dejarnos impresionar por cualquier tipo de información, fundada o no, verás o no. La información hay que cotejarla con puntos de vista, con otros medios, con las asignaturas y con otras voces. La información se puede convertir en conocimiento en tanto se analice desde la más amplia pluralidad conceptual.

McLuhan también señala que muy pocos estudiantes “llegan a tener la capacidad para analizar periódicos. Menos todavía examinar inteligentemente una película. Saberse expresar y tener capacidad de distinguir en asuntos cotidianos y en materia de información es sin duda el distintivo del hombre educado”. Es por eso que hay que educar para la cultura del espectáculo. Indica, además, que “nunca ha dejado de ser cierto que lo que agrada, enseña de modo más efectivo”. Siendo así, el componente intelectual, emocional y lúdico es imprescindible para que el estudiante se relacione de manera significativa y productiva con su entorno social.

La expresión “aula sin muros” se ha tergiversado con el tiempo y, por lo tanto, ha perdido la concepción original planteada por McLuhan.  Ello ha derivado en un elenco de mitos que giran en torno a la educación. Señalaré tres que considero esenciales.

Mito 1. Las tecnologías son la panacea de la educación. Las tecnologías no pueden resolver problemas educativos de viejo cuño como la falta de hábito y pasión por la lectura, el debilitamiento de valores primordiales: responsabilidad, respeto, solidaridad y trabajo en equipo. Estos viejos problemas y los que se están generando con la avasallante presencia de las tecnologías sólo pueden solucionarse o atenuarse, en tal caso, con la participación integral de la institución familiar, educativa, el Estado y las comunidades.

Mito 2. Las clases son aburridas porque los profesores no tienen carisma y no están  informados. Frase implacable que no deja de repetirse en la cotidianidad. Siempre ha habido inconformismo contra el “principio de autoridad” representado por el profesor. El carisma y la elocuencia son aspectos que pueden contribuir en la comunicación, “romper el hielo” es superar tensiones en dinámicas grupales. Parecerse a un animador de televisión tampoco nos convierte en profesor. Exigirle al profesor que tenga la más vasta información, eso es imposible. La velocidad que imprimen las tecnologías a la vida está influyendo notablemente en la concentración, el sosiego, en el pensamiento y el lenguaje; esto puede explicar, en parte, el aburrimiento y la angustia. Se prefiere leer un resumen, una guía al mejor estilo “Reader’s Digest”, que un libro impreso o digital.  Si ser carismático es “dejar hacer y dejar pasar”; ser chévere, gracioso y tratar de caerle bien a todo el mundo, se adultera totalmente el rol del educador que consiste en  formar para una conciencia autónoma, crítica y propositiva.

Mito 3. La educación electrónica abre las puertas a la sociedad del conocimiento. Esto no es del todo cierto. Observo con gran preocupación que los fundamentos pedagógicos contemporáneos de Piaget, Vigotsky, Ausubel y Bruner, por citar algunos autores prominentes, se soslayan en aulas virtuales y software educativo. Se reedita la memorización sin comprensión, la repetición sin explicaciones ni cuestionamientos. En esta circunstancia es imposible propiciar el aprendizaje colaborativo y la construcción de significados útiles para la vida, a partir de la interacción que establece el estudiante con sus mediaciones sociales, familia, escuela, grupos de amigos, comunidades, medios masivos, Internet.

No existe una llave mágica para ingresar a la sociedad del conocimiento globalizado. Factor vital que contribuye a insertarnos en ella es la democracia como forma superior de gobierno y su correlato, libertad de expresión, acceso a la información, participación en asuntos públicos, derecho a la comunicación y diversidad cultural.

En democracia sólo es posible hablar de pedagogía de la comunicación y del conocimiento, ya que ésta favorece el diálogo, la pluralidad y la ponderación de ideas en contextos locales y globalizados. La pedagogía evita que el hecho educativo, la experiencia entre docente y educando, se transforme en una actividad meramente informativa, prescriptiva y dogmática.

Por lo tanto, cualquier propuesta de educación electrónica o de educación mediada por tecnologías, ya sea en la modalidad “e-learning”, a distancia, “blended learning”, formación semipresencial o “m-learning” con dispositivos móviles, tiende a instrumentalizarse y deviene práctica automática, sino se sustenta en principios democráticos, pedagógicos y humanísticos.

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