A propósito de la reciente incorporación del sacerdote Jesuita Luis Ugalde como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, les presentamos su intervención durante dicho acto, una mirada crítica al modelo económico rentista que data de siglos atrás y sigue aún más vigente que nunca en la crisis venezolana actual.
Señoras y Señores:
Me he preguntado cuál fue la razón que ustedes tuvieron para elegirme como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, sabiendo que nunca he podido dedicarme de lleno a los estudios y a la investigación histórica. Tal vez la respuesta es que de alguna manera ustedes intuyen mi preferencia íntima por la historia y mi convicción de que Venezuela necesita conocer mejor su historia para encontrar su identidad, recuperar el rumbo perdido y construir el futuro. Parece que los jóvenes de hoy inicialmente tienen poco conocimiento de la historia, y están absorbidos por el presente y angustiados por el futuro. Pero mi experiencia con ellos en la UCAB en la cátedra de Cambio Social en Venezuela y en la Cátedra de Honor me ha enseñado que a medida que se van comprometiendo con la reconstrucción del país, buscan con avidez la comprensión de su historia para encontrar allí las raíces y la savia de su identidad. En estos años cruciales me he encontrado con destacadas plumas de historiadores miembros de esta Academia jugando un papel estelar en la iluminación de la coyuntura actual con la luz que arroja la comprensión de los dos siglos de historia republicana. Les agradezco su confianza y la oportunidad que me dan de sumarme a ustedes en esa búsqueda de nuestro futuro nacional y de compartir las preguntas y las reflexiones que sugieren las perplejidades de esta encrucijada.
Santos Rodulfo Cortés
Me corresponde ocupar el sillón Z en el que me precedió el Dr. Santos Rodulfo Cortés. El Dr. Cortés nacido en 1924 en Ciudad Bolívar es un testigo privilegiado de la rápida transición del país rural a la modernidad petrolera con sus logros y deformaciones. El joven Cortés inició sus estudios de bachillerato en su Angostura natal y los culminó en Caracas, en el liceo Alcázar (1942). En esos años muchos jóvenes del Interior, sobre todo los nacidos en el Oriente y Sur del país, tenían que trasladarse a Caracas por falta de oportunidades para continuar los estudios en su región. Venezuela transitaba hacia la democracia, con avances y retrocesos; se iban constituyendo los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones estudiantiles y gremiales. El joven Cortés se graduó (1943-1946) en el novedoso Pedagógico que se afianzaba como la gran esperanza para responder a las necesidades educativas de un país dominado por el analfabetismo. Luego, continuó estudios universitarios con la carrera de Filosofía y Letras en la UCV (1949-54) y sus inquietudes intelectuales lo llevaron a iniciar estudios geográficos en la Universidad de Michigan. Más tarde pasará por la Facultad de Ciencias Políticas y por la de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV con estudios diversos.
Santos Rodulfo Cortés fue muy activo en el movimiento estudiantil, llegando a ser miembro de la Delegación del Edo. Bolívar ante el Consejo Supremo de la Federación de Estudiantes de Venezuela. Su doctorado en Ciencias mención Historia fructificó en una variada producción de estudios e investigaciones históricas, sobre todo de historia regional guayanesa. Tanto que, en 1980, la Presidencia de la República le encargó la redacción de la “Historia Regional de Guayana”. Hombre de prolífica y variada actividad docente en liceos y colegios hasta centrarse más en el mundo universitario en las áreas de Historia, Antropología y Educación. En los primeros cuarenta años de su vida el Dr. Cortés fue testigo y actor de la rápida concentración urbana de la naciente Venezuela que iba desplazando al disperso y desarticulado mundo rural.
No tuve el gusto de tratar personalmente con el Dr. Cortés, pero a la luz de su amplia y rica hoja de participación ciudadana, responsabilidad académica y producción intelectual, me pregunté cómo podría honrar su memoria en este ilustre escenario del Palacio de la Academias y busqué un tema que fuera de su interés y del nuestro, de todos nosotros y del país. Me pareció que Guayana guarda en sus entrañas históricas y geográficas secretos mal conocidos que pueden arrojar una extraordinaria luz en la actual delicada encrucijada nacional. En concreto me refiero a la búsqueda de El Dorado, esa fiebre delirante que nos lleva, una y otra vez, a soñar en la minería como riqueza llovida del cielo y en su renta no trabajada como faro de la suprema felicidad nacional.
Mito, ilusiones y miseria de El Dorado
Llamaré a mi presentación “Mito, Ilusiones y Miseria de El Dorado”.
Hay varias venezuelas. Una de ellas nació al mundo hace 500 años porque a Carlos V de Alemania, fuertemente endeudado con sus banqueros centroeuropeos, se le ocurrió que lo mejor era pagarles con el territorio de Tierra Firme que iba de Maracapana al Cabo de La Vela con ilimitados y abiertos horizontes hacia el Sur. Como si les dijera: tomen el territorio de Tierra Firme, busquen y exploten sus riquezas mineras. Quinientos años en búsqueda del fabuloso Dorado. Ahora esa Venezuela agoniza tras el monumental y estrepitoso fracaso de sus ilusiones, pero, en una nueva locura, quieren resucitarla con el Arco Minero Guayanés para el pago ilusorio de la inmensa deuda de este gobierno arruinado.
La Fiebre de El Dorado
El 27 de marzo de 1528 se firmó la capitulación que entregaba la gobernación de Venezuela a los banqueros para que exploraran sus riquezas y se cobraran. Llegaron a Coro los representantes de los Welsar, obsesionados con el oro y autorizados para traer hasta 5000 esclavos negros para explotarlo. Sus expediciones de fiebre minera resultaron estériles, pero contribuyeron a clavar en el alma el mito de El Dorado como fuente fabulosa capaz de saciar la ilimitada sed de oro de los conquistadores europeos.
Durante más de medio siglo saldrán una decena de expediciones desde diversos puntos de los actuales territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador, y Perú. La fiebre doradista de riqueza infinita no se curaba a pesar de los sucesivos fracasos de expediciones costosas, sobre todo en sufrimiento y vidas humanas. Curtidos capitanes como Diego de Ordaz, Benalcázar, Spira, Huten, Gonzalo Giménez de Quesada, Orellana, Pedro de Ursúa, Fernández de Zerpa, Maraver de Silva, Antonio de Berrío y otros, se estrellaron en la búsqueda de Manoa. Los indígenas alimentaban el mito, con tal de quitar a los conquistadores de encima y enviarlos más lejos. La movediza ubicación de El Dorado pasó de los Llanos de Nueva Granada y la Selva Amazónica, al Orinoco hasta ir ubicándose en Guayana, hacia las cabeceras del río Caroní. El territorio mítico pasó de la imaginación a los mapas que hasta fines del siglo XVIII pintaron en esa región guayanesa el inmenso Lago de Parima, en cuya orilla estaba la dorada ciudad de Manoa. La creencia era tan pertinaz que el Gobernador Manuel Centurión organizó (en 1773 y 1775) dos expediciones al lago Parima. Los de la segunda fueron apresados por los portugueses y llevados a Río Negro (1). Ésta última, que parecería extemporánea en pleno siglo de las “luces” y de la Ilustración, terminó informando que ya habían encontrado el Lago Parima y su capital Manoa.
Además de honrar a mi inmediato predecesor, quiero también rendir homenaje al excepcional talento de Arturo Uslar Pietri, ilustre miembro de esta Academia y que nos precedió en el sillón Z. Hombre de visión y extraordinario talento. Uslar Pietri desde su juventud alertó al país, junto con Alberto Adriani y otros, sobre el espejismo funesto que entraña la riqueza minera y su seductora renta que van modelando la “cultura rentista” de fácil riqueza inagotable. Arturo Uslar Pietri escribió en 1947 su novela El Camino de El Dorado basada en una de esas expediciones que en 1560 partió del Perú en búsqueda del fabuloso reino de los Omaguas. Estos hombres se ganaron el nombre de “marañones” por su navegación río Marañón abajo hasta llegar al Amazonas. Luego continuaron por el Océano Atlántico hasta Margarita. Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre el “tirano” formaron parte de esa expedición. Nuestro novelista pone en boca de uno de los capitanes que emprende el camino a El Dorado lo que constituía la fiebre y la locura de esos expedicionarios: “El Perú y la Nueva Granada, no son nada, comparados con este reino de los Omaguas que vamos a conquistar. Muchos han oído su fama y algunos soldados han visto de lejos la maravillosa ciudad donde habita su rey. Figúrese su merced, que es tres o cuatro veces mayor que Sevilla, todos los techos son de oro, el rey se cubre todas las mañanas de una resina olorosa y sobre ella le espolvorean con canutos de oro volador. Cuando sale el sol encandila a los que lo miran” (2).
Lo más sorprendente es que tres siglos después de las expediciones doradistas hispanas, en 1884 El Dorado reaparece en Nueva York en el edificio Phoenix, en la 16 Court Street de Brooklyn. Desde una oficina llamativamente adornada con guacamayas de brillantes colores, un puma, cuatro monos y una enorme boa, disecados, se lanza una propaganda que le dice a los capitalistas neoyorkinos: El Dorado existe, no es ningún mito y está en el Territorio Delta cuyos 40.000 kilómetros cuadrados nos ha concedido el Estado venezolano en exclusiva por 99 años (hasta 1982). Ustedes pueden participar en esta fabulosa riqueza como accionistas de nuestra Compañía Manoa. ¿Cómo llegó Manoa a Nueva York?
Fitzgerald, de El Callao al Territorio Federal Delta
En la década de 1870 a 80 la mina de oro de El Callao fue la más productiva del mundo y le dio fama a su gerente norteamericano Cyrenius C. Fitzgerald. Este ingeniero civil y de minas, norteamericano, hijo de padre irlandés y madre española de Cádiz, había llegado a Venezuela en 1869. Cyrenius, además del éxito de la mina El Callao, usando su prestigio y contactos, fundó en Londres la compañía Alianza Cicapra de la que un tiempo fue presidente. Hacia 1880 en Caracas, eran tales el prestigio de Fitzgerald y las esperanzas puestas en esta nueva compañía que muchas familias de dinero y poder se vincularon y compraron acciones, de las que Fitzgerald tenía el 33%; pero luego de varios pleitos perdió la dirección de esa empresa y la mina, considerada superior a la de El Callao, no produjo más que gastos. Más adelante Fitzgerald lanzó otra empresa con el nombre de Nueva Cicapra, que tampoco progresó.
Guzmán Blanco terminaba su segunda presidencia en septiembre de 1884 y compartía amistad y negocios con Fitzgerald que iba desarrollando el nuevo fabuloso proyecto de la Compañía Manoa. Sin embargo, en el Ministerio de Fomento encontró resistencias este proyecto presentado por Fitzgerald con el nombre de “Bases para un contrato de colonización del Gran Delta del río Orinoco”. La resistencia venía de Venancio Pulgar y algunos aliados de éste que eran rivales del norteamericano por las concesiones mineras cercanas a la mina de El Callao.
Una vez vencidas las resistencias en el Ministerio de Fomento, que venían de los intereses mineros de Venancio Pulgar, el 24 de septiembre de 1883 se firmó el contrato del Gobierno con Fitzgerald y fue aprobado por las Cámaras Legislativas en mayo de 1884 con la nueva Legislatura y ya con el nuevo Presidente de la República Joaquín Crespo. Fitzgerald fracasó en Londres en su intento de crear la Compañía Manoa y viajó a Nueva York con el mismo propósito mientras el gobierno venezolano adelantaba los otros factores necesarios para crear el Territorio Delta y concretar la concesión. Otro territorio contiguo, aun mayor, fue concedido en 1884 en condiciones similares a Heriberto Gordon, abogado y amigo de Fitzgerald; éste la llamará “mi otra concesión”.
En aquella Venezuela de la Constitución Federal llamada la “suiza”, Guzmán Blanco encontró el modo de crear en la periferia geográfica grandes territorios federales administrados por el gobierno central de tal manera que pudieran ser entregados en exclusiva por 99 años sin pago alguno a un intermediario aliado (y testaferro) del propio Presidente. Así se creó el Territorio Federal Armisticio (a las orillas del río Arauca en la región de Guasdualito) y fue concedido en 1883 al colombiano Leonardo Canal y Venancio Pulgar, compadre de Guzmán, recibió la inmensa extensión que incluía los territorios Amazonas y Alto Apure unidos en una sola concesión. El mismo año de 1883, como hemos dicho, se crea el Territorio Federal Delta con Fizgerald como concesionario, donde supuestamente se ubicaba el verdadero Dorado. Por eso se llamaría Manoa la compañía que se crearía en Nueva York, Manoa el territorio y Manoa la capital que el gobierno prometía fundar; triple dorado cuyo viacrucis vamos a acompañar.
En tiempo de Guzmán las concesiones de territorio no se entregaban directamente a extranjeros. Lo normal era otorgarlas a un amigo y testaferro venezolano del presidente Guzmán Blanco (por ejemplo, El Alto Orinoco y Amazonas a Venancio Pulgar). La concesión al norteamericano Fitzgerald fue una excepción. Quien recibía la concesión la vendía en Gran Bretaña o Francia y en secreto le otorgaba a Guzmán Blanco el 25 o el 33% de las acciones.
El 27 de febrero de 1884, en vísperas de que Guzmán Blanco dejara la Presidencia, se crea el Territorio Federal Delta con el compromiso estatal de establecer allí un gobierno civil y político nombrado por el Ejecutivo Federal y crear una ciudad capital que “llevará el nombre de Manoa”.
Fitzgerald pensó que el momento y las circunstancias eran oportunas para soplar sobre las cenizas y reavivar las brasas de El Dorado, para atraer hombres y capitales anglosajones para enriquecerse él (y Guzmán con un 25%) como concesionario y, de paso, sacar a Venezuela del atraso.
El Dorado de Sir Walter Raleigh
Cyrenius Fitzgerald entendía de negocios mineros, pero también era soñador y había leído y rumiado el Discovery de Walter Raleigh (The Discoverie of the Large, Rich and Beautiful Empire of Guiana) (3) que tres siglos antes (1596) había dado a conocer el mito de El Dorado en el mundo anglosajón, acentuando aún más sus fabulosas riquezas para contagiar a los ingleses el sueño de los españoles. Sir Walter Raleigh era un caballero inglés, pirata aventurero y escritor, que contó con el apoyo de la reina Isabel I para su expedición de 1594-95 a América del Sur movido por algunas noticias de El Dorado. Con cuatro barcos y 300 hombres llegó a Trinidad, donde tomó y quemó el incipiente poblado español de S. José de Oruña y puso preso a su gobernador Antonio de Berrío. Los relatos de este anciano explorador y buscador de El Dorado, encendieron más la imaginación y avaricia del inglés que, con embarcaciones más pequeñas, organizó una expedición por el Delta y subió Orinoco arriba hasta la confluencia del Caroní o Carolí, como él lo llamaba. Consiguió el apoyo de algún cacique indígena en la búsqueda de Manoa que estaría hacia las cabeceras del Caroní. Pero esta entrada, como antes las de Berrío y otros españoles, fracasó como no podía ser menos. La llegada de las lluvias y los ataques de los indios, le obligaron a regresar a Trinidad. De allí fue a las costas de Cumaná, pero los vecinos españoles prevenidos lo derrotaron. Luego de liberar a Berrío a cambio de un preso inglés, regresó a Inglaterra donde escribió el fascinante y afiebrado libro Discovery. A la muerte de Isabel I, en 1603, Raleigh pasó de la protección y favores de la Reina a la prisión por Jacobo I en la Torre de Londres. Tras un paréntesis de libertad para otra expedición a El Dorado que resultó un fracaso total, Sir Walter Raleigh fue nuevamente encerrado en la Torre de Londres y ejecutado en 1618.
El libro hace toda una fantasiosa presentación de El Dorado de los españoles añadiéndole por su cuenta otros atractivos. Al final, los resume en breves párrafos: “El Inga Emperador ha erigido en Guaina palacios tan magníficos y grandiosos como los que erigieron sus antecesores en el Perú, y que eran por sus riquezas y curiosidades, según los mismos españoles me aseguraron ser cierto, más maravillosos y estupendos que todos los de Europa, y creo, que aún del mundo exceptuando China” (4) Y agrega: “Aquellos que se encuentran deseosos de descubrir nuevas naciones colmarán sus deseos en este río que tiene tantas ramas y brazos que conducen por más de dos mil millas de Este a Oeste y ochocientas millas de Norte a Sur, a numerosos países y provincias, la mayoría de ellas ricas en oro o en mercadería. El soldado corriente peleará aquí por oro y se pagará así mismo con platos de medio pie de ancho en lugar de pequeñas monedas como en las otras guerras en las que se rompen los huesos y sufren penurias y dolores. Los Jefes y Capitanes que deseen honores y abundancia encontrarán aquí más ricas y más bellas ciudades, más templos adornados con imágenes de oro, más sepulcros llenos de tesoros que los que encontraron Cortés en México o en el Perú Pacaro, y el glorioso resplandor de sus conquistas eclipsará aquel que ostenta la nación española con las suyas” (5).
Concluye con la invitación a Su Majestad: “Estoy también convencido de que un ejército establecido en Guiana y que marchara contra Manoa, la ciudad del Inga, proporcionaría a Su Majestad tantos cientos de miles de libras anualmente que nos servirían para defendernos de nuestros enemigos en el Exterior y para sufragar nuestros gastos en el Interior”(6) “Así como nosotros con sólo un puñado de hombres nos apoderamos de la primera guarnición de los españoles expulsándolos del país, así si vuestra Majestad diera la orden para hacer lo mismo con el resto, lo conquistaríamos y guardaríamos como colonia o bien los defenderíamos como tributarios nuestros. Porque el Príncipe que posea Guayana será el más grande, rico y poderoso y si tal fuera el Rey de España será irresistible su poder” (7) Sir Raleigh pone énfasis no sólo en El Dorado que está en Guayana, sino en la conexión de su riqueza y de esos indígenas con los incas del Perú, que junto con México, constituían la base minera del poderío español. Insiste también en que el Orinoco nace en las montañas de Quito y los ingleses con el dominio de este río podrían llegar hasta el Imperio Inca y sus fabulosas riquezas.
Entre el sueño y la realidad
El artículo 1º de la Concesión Manoa establece que “El gobierno de la república concede a Fitzgerald, sus asociados, cesionarios y sucesores, por el término de noventa y nueve años contados desde la fecha de éste contrato, el derecho exclusivo de explotar la riqueza que se encuentra en los terrenos de propiedad nacional que a continuación se expresan (…)” También se establece “el derecho exclusivo de fundar una colonia para desarrollar las riquezas conocidas” (8).
Fitzgerald, en Nueva York, donde montó la oficina de Manoa constituyó la Compañía e hizo propaganda tratando de vender por lo menos 5 millones de dólares (25 millones de bolívares) en acciones. Aprovechó el viaje de Guzmán Blanco a Washington y Nueva York en junio de ese año (1884) para reforzar la propaganda. Pero la coyuntura de los negocios no era buena en ese momento y todavía faltaban casi dos décadas para que el mundo capitalista norteamericano de la mano de la política imperialista del “gran garrote” saliera de sus fronteras hacia América Latina con su presencia dominante en Cuba, Puerto Rico, Panamá y varios países de Centro América y Venezuela.
Actividades y conflictos de Manoa
Para septiembre de 1884, tanto Fitzgerald como el gobierno venezolano habían cumplido sus respectivos compromisos. El gobierno había aprobado las dos aduanas, una al norte en Pedernales (junto al lago de asfalto) y la otra más al sureste en la margen derecha del Orinoco hacia la salida de Boca Grande a la orilla del río Arature, en un pequeño asentamiento que bautizaron con el nombre de Manoa. También con ese nombre de Manoa bautizaron el remolcador traído de USA. Pero la capital Manoa nunca se fundó.
Las actividades de la Compañía Manoa en su primera etapa (1884-86) estuvieron dominadas por la explotación del asfalto de Pedernales y de la madera. Se instalaron varios aserraderos con proyectos de exportación a Inglaterra y Francia, que no se ejecutaron. La empresa obtuvo algunos beneficios, pero no los suficientes para atraer capitales y pronto entró en crisis financiera.
El asfalto de Pedernales era un recurso natural ya conocido, con la ventaja de su cercanía al mar en un lugar fácil para cargar. La propaganda decía que sus reservas eran inagotables y capaces de suplir a todos los mercados mundiales. Pronto se conoció que ese asfalto de Pedernales ya estaba concedido a Horacio Hamilton y George B. Phillips, pero se usaron las conexiones políticas con el Presidente Crespo para revocar la concesión a estos y entregarla a Manoa. Decisión que fue fuente de muchos conflictos entre los dos grupos norteamericanos y nunca produjo ingresos significativos al país, ni tuvo una explotación sistemática, ni aportó un volumen apreciable al mercado.
Fitzgerald, en 1885, intentó desarrollar otros proyectos agrícolas y ganaderos para atraer al Delta colonizadores en áreas como caña de azúcar, ganadería y gamelote para producir pasta de papel, cultivo de sisal, de coco, de piñas, de café y de jengibre, además de la explotación de caucho, nuez moscada y zarzaparrilla. También se pensó en una fábrica de tejidos de algodón. Igualmente, la Compañía estaba interesada en la exploración y explotación de minerales como oro, plata, zinc, hierro y carbón. Todos los proyectos murieron ahogados por las intrigas y la corrupción política.
Un caso típico de las maniobras políticas y fracasos rotundos fue el de los ferrocarriles desde las orillas del Orinoco en el Delta hasta las minas de oro del Territorio Yuruari. El ferrocarril era un sueño para acercar el oro de las minas a los mercados mundiales y a la bolsa de Londres. Guzmán Blanco en 1881 había dado la concesión ferrocarrilera a su compadre Venancio Pulgar que operaba con la gente de la compañía minera “Chile”. Por esta razón el ferrocarril, inicialmente, estaba excluido de la concesión de Fitzgerald. Pronto chocarán los intereses enfrentados de Guzmán Blanco, de Crespo y de Pulgar. Este esperaba ser electo en abril de 1884 Presidente por el Consejo Federal en dócil acatamiento del dedo decisorio de Guzmán, pero el elegido fue Joaquín Crespo, lo que trajo la ruptura de los compadres. Pulgar momentáneamente disimuló y pidió a Crespo el consulado de Liverpool para promover sus negocios, pero días después desde Trinidad lanzó un manifiesto “revolucionario” contra Crespo y continuó su viaje a Europa, ya como enemigo de su compadre Guzmán.
En mayo de 1886, el gobierno y Fitzgerald firmaron la concesión ferrocarrilera a Fitzgerald para enlazar el Territorio Federal Delta con el Territorio Federal Yuruari. La Concesión -válida hasta 1985- le garantizaba a la empresa ferrocarrilera el 7% sobre los capitales invertidos y la concesión podría ser traspasada a otras compañías nacionales o extranjeras. Fitzgerald con las dos concesiones ferrocarrileras (la suya y la de su amigo Gordon) trató de interesar a la empresa norteamericana Pacific Railroad, pero sin éxito. Todo esto en conflicto con Pulgar y sus socios ingleses. En 1885, el asunto ferrocarrilero se complicó más, pues Guzmán Blanco desde Francia quiso favorecer a su arruinado yerno duque de Morny otorgando a Teodoro Delort otra concesión ferrocarrilera desde algún punto del Orinoco hasta Guasipati.
En este asunto, como en todos los demás, el enfrentamiento de intereses vinculados a los políticos venezolanos y su manejo del país como botín impedirán el desarrollo de los diversos proyectos de la Concesión Manoa a lo largo de 25 años.
La concesión Turnbull
En mayo de 1884, el ex-presidente Guzmán Blanco va a Francia con el nombramiento de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario para “buscar para la patria más capitales, más empresas y más brazos” y actuar como “complemento prestigioso y autorizado del gobierno de Venezuela” (9) Como tal firmará en Francia muchos contratos.
Nos interesa particularmente mencionar el firmado en Niza en enero de 1886 con el norteamericano George Turnbull, para transferirle la concesión del Delta que pertenecía a su amigo Fitzgerald por 99 años. La Compañía Manoa, ya desde la segunda mitad de 1885, estaba en bancarrota por falta de fondos y no tenía actividades en el Delta. Su gerente Kelly en el Territorio tuvo que vender algunos bienes de la empresa para pagar al personal. Fitzgerald intentó mantener la concesión disolviendo la Compañía Manoa a la que demandó, pero Guzmán Blanco no le respaldó y, Guzmán Blanco, alegando incumplimiento, entregó la concesión Manoa a George Turnbull, que se presentó con más respaldo político en su país y con una carta de apoyo del Presidente Cleveland.
A fines de agosto de ese año, Guzmán, al regresar a Venezuela elegido Presidente para el período 1886-88, lo primero que hace es anular los contratos del gobierno de Crespo y confirmar los acordados por él como Plenipotenciario, con lo que se ahondó el distanciamiento de ambos caudillos. Guzmán, en 1886, estuvo en Venezuela menos de un año de su período presidencial de dos años y regresó a Francia dejando en la presidencia a Hermógenes López.
En adelante tendremos en el Delta dos compañías enfrentadas, la de Turnbull y la de Fitzgerald, cada una con una concesión exclusiva sobre el mismo territorio. De 1886 a 1895, las actividades más significativas son de Turnbull, pero en continuo enfrentamiento con la compañía Manoa. En 1895, aparece la Orinoco Company sucesora de Fitzgerald y Manoa. De ahí en adelante serán tres y hasta cuatro empresas en continuo conflicto hasta terminar en los reclamos en la Comisión Mixta de 1903. La inestabilidad y la arbitrariedad política y su manejo como botín presidencial se dieron la mano para que las esperanzas e ilusiones de El Dorado terminaran en demanda contra el gobierno venezolano, sin haber producido nada en un cuarto de siglo.
El asfalto y el hierro del Delta
Permítanme abrir una pequeña ventana a actividades mineras, en torno al hierro de Imataca (1886-1895) y al asfalto de Pedernales y compartir información y reflexión sobre la promoción o no de la población local como sujeto productivo.
En 1885, el hijo de Fitzgerald recién graduado de ingeniero en la Columbia University descubrió mineral de hierro en Imataca, pero antes de que pudiera desarrollar la explotación, Guzmán traspasó la concesión a Turnbull. Es un hecho generalmente ignorado, incluso en los libros especializados, que en 1888 se realizó la primera explotación industrial del mineral de hierro en Venezuela. Según el Intendente de Hacienda en la aduana de Manoa, Carlos Rivero Escudero, ese año la mina de hierro de Imataca estaba siendo trabajada por 60 hombres de los cuales 40 eran extranjeros. Se han construido túneles y galerías y extraído y exportado a Nueva York 3.000 toneladas. Afirma que el mineral es de alta calidad con un contenido de hierro entre 67 y 70 y la mina está bien ubicada para la carga de barcos y su exportación. Al año siguiente el mismo Intendente informa que en el lago de asfalto de Pedernales había mucha actividad y da cuenta de las casas, instalaciones y máquinas para la extracción y tratamiento del asfalto. Hasta 1890 este asfalto fue explotado por la “Asphalt Company of Pedernales” de Alfred Sully que tenía la concesión hecha por Fitzgerald y que luego había logrado un arreglo con Turnbull. A partir de esa fecha con los pleitos y reclamos entre ambas compañías (la de Turnbull y los sucesores de Fitzgerald) todas las actividades entraron en conflicto con continuas batallas jurídicas y políticas en USA y en Venezuela. En 1899, Turnbull en un Memorial al Departamento de Estado afirma sus derechos y da cuenta de las actividades en la extracción y exportación de mineral de hierro de la mina Imataca y alega que entre 1888 y 1899 gastó más de 500.000 dólares en instalaciones y trabajo (10).
En 1893, en la “Exposición Universal Colombiana de Chicago” con motivo de los 400 años del “Descubrimiento de América”, el Delta estuvo presente: El gobernador del Territorio expuso una choza de indígenas guaraunos y algunas de las riquezas naturales de la región; entre ellas una muestra del mineral de hierro. Por su parte, Turnbull presentó asfalto líquido y petróleo de Pedernales y la calidad y ubicación del mineral de hierro que, según él “ofrece mayor ventaja que las minas de Bilbao en España y las de Suecia” y “el hierro de Imataca solo puede ser igualado por el mejor de Suecia” (11).
Sin duda, en todo esto hay una exageración propagandística. Seguramente las posibilidades eran reales, pero el conflicto entre las empresas que se sentían con derechos impidió todo desarrollo sistemático.
El hotel de Santa Catalina
La Orinoco Company (sucesora de la Compañía Manoa y rival de Turnbull) en 1898, en informe al Ministerio de Fomento, se queja de que “la guerra de Cuba, las enfermedades, la disputa sobre la propiedad, la falta de capitales…” tienen casi frenadas las actividades. Sin embargo, agrega que el hotel de la Compañía y edificio de administración han sido concluidos en la población de Santa Catalina y también el aserradero y la máquina de hacer tablones. “El hotel tiene una estructura de dos pisos con techo metálico con una parte central de 100 x 40 pies y dos alas de 50 x 35 pies, rodeadas por espaciosas barandas, equipado con baños y otros adelantos modernos. Tiene 23 habitaciones además de las oficinas de la compañía y depósitos” (12). Cuando leí este informe pensé que sería una exageración, pero con gran sorpresa encontré en El Cojo Ilustrado de ese año 1998 una hermosa foto del gran hotel tomada en el día de la inauguración (13). La idea de la Orinoco Company era convertir ese hotel en punto de llegada de los colonos norteamericanos. A medida que se fueran aclimatando, cada uno recibiría gratis unas 40 hectáreas con todos los derechos sobre minerales, excepto el hierro, con un royalty del 10% sobre el oro en el sitio y con derecho a libre explotación de 20 árboles de balatá durante los primeros años de ocupación. El informe reconoce que el trabajo de colonización “ha avanzado lentamente por las dificultades señaladas”. “Cierto número del primer grupo llegado en marzo del año 1897 ha regresado a EE.UU, pero la colonia se ha reforzado con otros y ahora hay unas 200 personas”. Esperan que cuando empiece el desarrollo de la minería de hierro “vendrá la colonización en gran escala y también se desarrollará la explotación prevista en escala moderada de balatá y otros recursos naturales de la región. Para el desarrollo de las minas de hierro se cuenta con la Orinoco Iron Company” (14). Se informa también que la Compañía continúa con la costosa exploración de la región que queda en el lado oeste del Amacuro para certificar la ubicación, naturaleza y extensión de las reservas de hierro, bosques de balatá, campos de oro, saltos de agua etc. Y están elaborando un cuidadoso mapa de este territorio (15).
Cuando los proyectos carecen de raíces humanas locales y son meros enclaves extranjeros, se esfuman fácilmente. La desaparición del hotel de Santa Catalina es una muestra. Cuando la visitamos hacia el año 1990 nadie en la población de un millar de habitantes tenía memoria, ni noticia, ni había rastro del notable hotel. Un anciano nos dijo que él había oído hablar algo de ese hotel, pero que creía que lo desmontaron y se llevaron su buena madera para construir el edificio de la gobernación de Tucupita cuando se constituyó como capital en 1906.
Hacia el fracaso final
El gobierno de Cipriano Castro declaró en 1900 caducados tanto los derechos de Turnbull como los de los sucesores de la Compañía Manoa y de 1901 a 1903 otorgó a personas vinculadas a su gobierno decenas de concesiones en el sector del hierro, del asfalto y también del carbón. (16). En el año 1900, el embajador norteamericano en Caracas, Francis B. Loomis, hizo un viaje en barco a la zona y en carta al Secretario de Estado le dice sobre el hierro de Imataca: “La compañía Orinoco, que no tiene propiedad ni acciones, al menos hasta donde aquí se conoce, nunca trabajó esta mina, excepto para extraer un envío de muestras de unas 1.000 toneladas de mineral. En verdad las minas nunca han sido trabajadas para fines comerciales. Se consideran muy valiosas, pero han estado durante 10 años en continuo litigio” (17). Y añade: “Allá, por tanto, no hay propiedad transportable, solamente unas construcciones baratas. Allá no hay norteamericanos, que yo sepa, aunque puede haber uno o dos empleados por Turnbull como vigilantes. No hay ninguna aldea de la menor importancia en una distancia de 75 millas. Las minas están en el corazón de una jungla tropical”.
En 1903, fue impuesta por USA la Comisión Mixta para estudiar todos los reclamos norteamericanos contra el gobierno de Cipriano Castro. En 1909 -como veremos más adelante- se llegó a un arreglo entre el gobierno norteamericano y el venezolano de Juan Vicente Gómez para evitar ir a la Corte de la Haya.
La otra Venezuela en Guayana y en el Delta
En la actual encrucijada con el país arruinado quieren volver a resucitar a esta Venezuela rentista por medio del Arco Minero del Orinoco, que se vislumbra ahora más destructivo que nunca, repitiendo y agravando los errores trágicamente avalados por la historia minero-rentista que pone el recurso natural por delante de la creatividad y el talento productivo de la gente. Pero, hay otra Venezuela y otra Guayana, la de la gente y sus capacidades creativas que florece cuando de verdad se apuesta a su talento afirmando su vida, autonomía, libertad para construir una República solidaria y democrática. Esa otra Venezuela sólo es alcanzable con una conducción distinta de la que se deriva de la fiebre minera con apropiación y uso de lo público como botín presidencial. También esta Venezuela y esta Guayana tienen sus raíces históricas en esos territorios remotos y abandonados. Permítanme presentar un par de antiguas muestras guayanesas.
En 1715, Guayana parece un desierto y apenas han quedado cenizas de los anteriores mitos y sueños de riqueza. Dos siglos después de que los primeros europeos se asomaron al Delta, al sur del Orinoco, en un territorio tan grande como toda España, sólo hay 23 de los considerados “civilizados” europeos.
Como dice el capuchino Francisco Santander en un Memorial al Rey: “Por parte de Guayana hay los inconvenientes de su tierra inculta y dilatada, sin más habitantes civilizados, así en el castillo como en la ciudad, que veintitrés hombres”, y le expresa la necesidad de llevar 50 familias de las Islas Canarias para poblar aquella provincia y servir de escolta a los misioneros. “La Real Hacienda debe llevar estas familias y sustentarlas al principio, hasta que fructifique la tierra y puedan sustentarse de su industria” (18).
Aquí tenemos el sueño de El Dorado por un lado y la realidad de “el desierto” por el otro. Desierto en el sentido de despoblado. Además, señala el fraile que hay “innumerables indios montaraces”, pero son bárbaros y no civilizados.
La misión de los capuchinos era que los indios se hicieran cristianos y, para ello, era necesario reducirlos a poblados sedentarios, cosa imposible sin una revolución económica productiva, que hiciera más atractiva su vida en poblado. Conviene recordar que en aquella cultura hispanizar y cristianizar no se diferenciaban. Las enfermedades, la carestía y los ataques de otras tribus eran amenazas permanentes y para atraer a los indígenas a los poblados eran más importantes y eficaces los estímulos que la coacción.
El rey aprobó el paso de 12 religiosos catalanes a Trinidad y Guayana y el envío de 50 familias canarias. Sólo consiguieron 25 familias canarias que resultaron poco útiles para el trabajo y no tuvieron ningún apoyo real, ni ellos ni los misioneros. Ante esta pobreza y abandono se retiraron todos. Según el Gobernador, con los que llegaron nada se podía fundar en Guayana pues eran “malhechores, ociosos y vagabundos”.
La expedición llegó a Puerto Rico y encontró muchas dificultades y ningún apoyo de los agentes del Gobierno y de los oficiales reales y la expedición fracasó como las anteriores. Un misionero se quedó para atender a la guarnición de Santo Tomé de Guayana, dos se quedaron en Trinidad y los demás regresaron a España. Al parecer los indígenas que vivían dispersos y semi-nómadas no mostraron ningún interés en vivir en poblados ni en escuchar el Evangelio.
Luego del fracaso de las dos expediciones anteriores de familias y capuchinos, en 1724 llega una nueva (la tercera), que no encontró ni restos de las anteriores, y fundó 2 pueblos que en 1728 sumaban 600 personas con 6 capuchinos catalanes. Estos se encuentran con que ni para ellos ni para las familias llega la establecida ayuda gubernamental desde las reales cajas de Santa Fe de Bogotá. Según el capuchino, la mayoría del medio centenar que hay en la guarnición de San Tomé son “negros, mestizos, facinerosos y desterrados, que más sirven para el vicio que para el real servicio”. Estos eran los supuestos “civilizados”.
Formación de la ganadería en Guayana
Ante lo insostenible de esa situación, los 6 capuchinos reunidos en capítulo deciden formar un hato como soporte estratégico para una economía sostenible. Cinco de ellos irán a formar cada uno un pueblo de indios y el Prefecto elegido, Fr. Tomás de Santa Eugenia, marchará a Nueva Barcelona a buscar ganado para “fundar un hato de cuya carne se pudieran alimentar los indios que se redujesen a poblado”, pues consideran que “la empresa más difícil de todas y las más necesaria en lo humano” era “disponerles una finca que diese de comer en adelante a toda la provincia” (19). La pesca y la caza no eran ni seguras ni estables y el pago del gobierno (50 pesos anuales por misionero) nunca llegaba. Fuera de la burocracia estatal, hacía falta una economía independiente, sedentaria y productiva, no meramente extractiva. Los misioneros traían hachas, machetes y cuchillos para el trabajo y buscaban que cada indígena “tenga su casa y familia y cultive maíz, yuca, plátano y otros frutos para su manutención”.
Fr. Tomás consiguió en Nueva Barcelona y Píritu que el sargento mayor D. Francisco Figueroa y la comunidad capuchina le ayudarán con un centenar de reses vacunas que serán llevadas a pie a Guayana, a pesar de la pérdida de un buen número en el cruce del Orinoco. Así se constituyó la base de la futura floreciente ganadería guayanesa que llegó a decenas de miles de cabezas. Ganadería que en la guerra de la Independencia será apoyo para las tropas, además de fuente de exportación de mulas y de ganado vacuno.
El cambio de cazador de animales a criador de ganado es una transformación cultural muy grande. Para crear esa nueva cultura y convertir la profesión de ganadero en algo que diera sentido personal, identidad y orgullo, los capuchinos deciden que los especializados en ganadería van a estar bajo la protección e inspiración de la Divina Pastora en el poblado guayanés que se funda con ese nombre. También la veintena de los otros poblados tendrán ganado, pero menos numeroso. Todo esto se hizo sin dinero oficial, de manera que la carne que comerán será fruto de su trabajo y ellos serán sujetos de la cultura productiva ganadera. Los indígenas eran los propietarios en todos los pueblos y los misioneros eran los administradores que los fueron formando en la gerencia de esas nuevas empresas ganaderas y agrícolas. Por ejemplo, había que racionalizar el sacrificio del ganado y velar por el crecimiento del rebaño. Ya para 1748, se daba licencia para sacrificar 4 novillos por pueblo al mes. Con el tiempo los nietos de los indígenas cazadores serán ganaderos con empresas excedentarias. Esa ganadería y los cultivos de los indígenas apoyados por las herramientas y la artesanía europeas transformaron y crearon la economía de Guayana. Se fundaron 34 pueblos y 2 villas de españoles. Catorce de ellos se perdieron por enfermedades, huída y abandono, pero 20 perduran hasta nuestros días.
Años más tarde, en 1846, en vista de la agonía de los poblados indígenas el Presidente de la República encargó a Andrés Eusebio Level visitar la región y elaborar el “Informe sobre el estado actual de los distritos de reducción indígenas, Alto Orinoco, Central y Bajo Orinoco y medidas que reclaman”. Él se encuentra con que los indios han huido a la selva “y con el indio no se cuenta en esos lugares, sino para mandarle asiáticamente, injuriarle y espoliarle”. Y el criollo no podía subsistir sin el indio (20).
En 1883, por el artículo 5º del contrato de la Concesión, la Compañía Manoa se obligaba a establecer sistemas de inmigración y “a propender a la reducción y civilización de las tribus salvajes que vagan por los terrenos concedidos” (21).
Dos años después (1885), la mayor parte de la mano de obra era indígena. Desde el comienzo, la Compañía empleó unos 50 indios en la construcción con el único pago de 4 libras de pescado salado y una torta de casabe al día para cada grupo de 15 hombres. Los abusos de la Compañía Manoa con ellos eran tan llamativos que el segundo gobernador del Territorio Delta, Luis Charboné (1884-1886) firmó en un barco una resolución prohibiendo contratar los servicios de los indígenas sin permiso expreso y sin especificar la clase de trabajo y el jornal. La resolución aparece como firmada en la inexistente capital Manoa, que nunca se fundó (22). Al menos simbólicamente la inexistente capital Manoa fue utilizada para este decreto en defensa de los indígenas. Las diversas compañías no tuvieron éxito en traer colonos y menos en “civilizar” indígenas, cuyo trabajo no era utilizado “civilizadamente”.
Los proyectos grandiosos de Fitzgerald, Guzmán Blanco y compañía se imaginaban un Delta poblado hasta con millón y medio de habitantes, pero nada de esto existía en 1920. Según el Censo de ese año, en un territorio de 40.200 km2, solo había 13.474 habitantes en cuatro municipios de los que Tucupita era la capital con 2.541 habitantes.
Tucupita fue fundado en 1880 por Eleuterio Vázquez natural de Juan Griego. La necesidad de los margariteños de tierras para cultivar los llevó navegando hacia el Delta, como ya lo hacían los indígenas guaiqueríes antes de la llegada de los españoles. En 1920, hay centenares de pequeñas haciendas de criollos y miles de conucos con cultivos menores. La presencia del gobierno nacional era modesta y sus bienes insignificantes. Entre 1907 y 1924, la producción de cacao pasó de 3.000 fanegas a 50.000, y la de maíz de 40.000 barriles a 550.000. El derribo ilegal de los árboles para extraer el balatá había acabado con esta riqueza y la explotación de las plumas de garza se había extinguido a causa de la depredación. Para 1928, no hay explotación significativa ni existe riqueza que sea producto de inversiones extranjeras hechas en años anteriores. Fuera de la agricultura (cacao, maíz, arroz, café, plátanos cambures, coco…) desarrolladas por los criollos, aparece la extracción de la palma temiche y la palma moriche. Se mencionan las minas de asfalto de Pedernales, el petróleo, el hierro de Imataca y el oro por San José de Amacuro, pero los sueños no se concretaron.
Según el informe de Delima López, de 1928, el aliciente económico era el comercio con la cercana isla de Trinidad.
Lamentablemente, en medio siglo de sueños, no se dio el encuentro fecundo entre la actividad económica de los habitantes y su potenciación con proyectos e inversiones modernas de capital, destinadas a revolucionar permanentemente el sujeto productor local transformado con una visión empresarial y comercial amplia, nacional e internacional.
Fracasos y miseria
Cipriano Castro había encendido los ánimos nacionalistas con la resonante denuncia de “la planta insolente” de potencias europeas que bloquearon nuestros puertos para cobrarse unas deudas. En contra de lo que parece, esta retórica nacionalista terminó abriendo la puerta a Estados Unidos para aplicar su Doctrina Monroe proclamada en 1823 y convertirse efectivamente en el árbitro y señor del mundo americano. Ahora los tiempos eran otros y USA blandía la política del “Gran Garrote” de Roosevelt en sus contundentes intervenciones en Cuba, Puerto Rico y Panamá. Estados Unidos tomó el caso de Venezuela e impidió la acción armada de las potencias europeas para el cobro compulsivo de las deudas apoderándose de nuestras aduanas y puertos. El gobierno norteamericano se constituía en garante del buen comportamiento y pago de nuestro país. Gracias a Castro quedaba claramente establecida la hegemonía norteamericana en este hemisferio.
El 17 de febrero de 1903, luego del ultimátum de los europeos y del bloqueo naval, la mediación norteamericana hizo que todos los reclamos y quejas de los diferentes países contra Venezuela fueran incluidos en los Protocolos de Washington para ser resueltos por las numerosas comisiones mixtas. A los iniciales reclamos anglo-germanos e italianos, se sumaron los de Francia, España, Holanda y Bélgica Suecia-Noruega y Estados Unidos con los suyos. La Comisión Mixta Venezolano-Americana estudiaría los 55 reclamos de súbditos norteamericanos. El Ministro Plenipotenciario norteamericano Herbert Wolcott Bowen se convirtió en vocero de los intereses extranjeros en Venezuela y en representante de ésta ante las potencias, activando la vía diplomática. El gobierno venezolano inicialmente no quiso someterse, pero ante el peligro de la ocupación extranjera se aceptó el arbitraje y se designó a Bowen como representante Plenipotenciario de Venezuela.
Naturalmente, los reclamantes norteamericanos inflaron las cifras de daños y pérdidas sufridas hasta llegar a la suma de USA $ 14.083.799.55. Todos menos cuatro fueron resueltos por la Comisión Mixta en Caracas. Los cuatro restantes eran reclamos derivados de la Concesión Fitzgerald (reclamaciones de George Turnbull, The Manoa Company y The Orinoco Company Limited y The Orinoco Corporation) y representaban el 55% del valor total de los reclamos norteamericanos. Desde el comienzo la delegación venezolana defendió que los tres reclamos debían ser tratados como uno solo, pues las dificultades fueron causadas por las rivalidades de esas empresas entre sí. Fue aceptado.
Por fin, en septiembre de 1909, el barco de Manoa, luego de tantos naufragios, se acercaba al definitivo puerto de la Corte Permanente de la Haya, recién creada en 1907 en la Segunda Conferencia de Paz de La Haya. Pero el gobierno de Juan Vicente Gómez, elaboró una propuesta de arreglo para evitar en La Haya intervenciones contra la soberanía nacional. El 30 de agosto de 1909 William W. Rusell, jefe de la Legación Americana en Caracas comunicó que las cuatro compañías reclamantes, aceptaban la oferta de arreglo hecha por el Gobierno de Venezuela y que él, Rusell, tenía autorización para firmar este Protocolo de arreglo propuesto por Venezuela y en diciembre de ese año el Ministro de Relaciones Exteriores Juan Pietri y el Jefe de la Legación Americana en Caracas Rusell firmaron el acuerdo por el que las 4 compañías renunciaban a la Concesión Fitzgerald y a todas las derivadas de ella y a todos los reclamos. A cambio Venezuela se comprometía a entregar US$ 385.000, suma muy inferior a los reclamos iniciales, en pago de las propiedades y en compensación de las renuncias. El gobierno venezolano celebró este arreglo, pues consideraba que “deja a la Nación libre de toda amenaza ulterior”.
En esto pararon la fabulosa riqueza de Manoa y los grandiosos sueños de Guzmán Blanco y de Cyrenius C. Fitzgerald, en el pago de una significativa reparación para sentirse libre de amenaza y mantener la integridad del territorio nacional. El sueño de El Dorado (Manoa) se había convertido en una pesadilla amenazante del que se libró Venezuela pagando una cantidad no desdeñable. En la selva de bosque y agua del Delta quedaron algunas huellas y cicatrices de las compañías, pero nada de desarrollo, colonización, civilización, ni producción. Un cuarto de siglo de luchas, de corrupción y de esterilidad productiva, fruto amargo de una manera específica de soñar el desarrollo con capital y colonos extranjeros, entregándoles las riquezas naturales y de la participación arbitraria y rentista de los políticos de turno en el negocio (23).
El rentismo, como hemos visto, va junto con la apropiación de la riqueza de la nación y uso como botín por parte del poder político. Como escribió con mucho cinismo y crudo realismo un anónimo alemán en 1903 en el Berliner Tageblatt “Ohne jene freie Verfuegun uber die Staatseinkunfte hat es ja keinen Zweck, Presidente von Venezuela zu sein” (Sin la libre disposición sobre los ingresos del Estado. No tiene ningún objeto ser Presidente de Venezuela (24).
En la actual encrucijada de esta Venezuela doradista arruinada y agonizante, algunos se empeñan en levantar el mito del regreso a la prosperidad con poder militar y Arco Minero del Orinoco, compendio de corrupción, delincuencia y crimen contra el medio ambiente, repitiendo y agravando los errores trágicamente avalados por la historia minero-rentista. El Arco Minero del Orinoco y toda la delincuencia que la rodea, tiene más capacidad destructiva de la naturaleza y de corrupción que todo lo que hayamos visto en los siglos anteriores.
El milagro venezolano
Señoras y señores, en esta hora trágica de pesimismo nacional, hay la tentación de pensar que no existe otra Venezuela y que el petróleo nunca se usó de manera productiva y creativa. Pero no es así. Hay hechos y cifras que proclaman el muy exitoso “milagro venezolano”. Permítanme terminar con una referencia muy concisa e incompleta del uso positivo de la palanca petrolera en lucha contra la cultura meramente rentista.
Entre 1920 y 1980, la economía venezolana creció un 7,1% anual, con una pequeña inflación de 2,1 % anual. ¡Record mundial! La pobrísima Venezuela de 1900 con 3 millones, se había transformado, para 1970, en una sociedad de más de 20 millones con ingreso per cápita superior a muchos países latinoamericanos, europeos y asiáticos. Luego de la 2da guerra mundial, durante 3 décadas, Venezuela fue el país que atrajo más migración en proporción al número de sus habitantes; población adulta y trabajadora que enriqueció mucho al país. Entre 1945 y 70, la población se triplicó por la rápida mejora de las condiciones sanitarias, baja de mortalidad infantil, aumento de la esperanza de vida, etc. combinados con la entonces todavía alta natalidad. Se transformó la infraestructura física del país: autopistas, carreteras, represas, puentes y túneles, avenidas, plazas, viviendas, escuelas, universidades y hospitales. El inevitable trasvase poblacional del campo a la ciudad fue vertiginoso, pero sus efectos negativos fueron amortiguados por un sostenido mejoramiento del nivel de vida de la población y de sus servicios de agua, luz, teléfono, acceso a los medios de comunicación… acompañados de una generalización de servicios públicos de salud, seguridad social y, sobre todo, educación para los hijos con una gran esperanza de futuro. Muy pocos países en el mundo cambiaron tanto en tan poco tiempo y para bien.
También en lo político, Venezuela crucificada durante más de un siglo por caudillos, guerras y dictadores, hace siete décadas logró el voto universal con plena participación femenina. En 1964, por primera vez un presidente electo terminó su período sin ser derrocado y el siguiente gobierno entregó el poder a su adversario tras reconocer su derrota electoral (1969) que, a su vez, perdió las elecciones y reconoció su derrota (1974). Nuestra última guerra fue en 1902, luego de un siglo completo en armas. Verdadero milagro de convivencia.
Hechos innegables que, en su momento, fueron envidia de decenas de países latinoamericanos atrapados por las dictaduras. Como fueron también las transformaciones económicas con la creación de miles de empresas capaces de generar millones de empleos urbanos modernos. Todo esto sólo se pudo hacer gracias a los ingresos petroleros utilizados con creciente voluntad democrática y de transformación productiva.
La industrialización sustitutiva de importaciones se llevó a cabo con un costo social menor, pues había renta para ir distribuyendo a unos y a otros, e impulsar y proteger el auge de la actividad empresarial, mejorando a los trabajadores organizados y contentando a la inmensa masa flotante en la economía informal. No somos ingenuos y sabemos de las insuficiencias, deformaciones e injusticias en este proceso y, sobre todo, el reempobrecimiento desde finales de la década de los setenta, pero no debemos ignorar nuestras capacidades y logros comprobados.
Cuando de nuevo prevalezca la creatividad productiva y la sensatez y apostemos de verdad al talento humano, los valores y la creatividad de los treinta millones de venezolanos, seremos capaces de superar definitivamente la pobreza, transformando los recursos naturales en importante palanca instrumental de nuestro desarrollo. Esta otra Venezuela existe hoy, aunque aplastada y silenciada por la voluntad de prolongar con la dictadura militar-socialista el uso de la dictadura petrolera como botín del grupo hegemónico y como carnaza clientelar de la población con una política improductiva y reparticionista.
Luis Ugalde, s.j.
Caracas, enero de 2018
Notas
1- Cfr. Demetrio Ramos. El Mito del Dorado, su génesis y proceso. Academia Nacional de la Historia. Caracas 1973 pp. 462 y 681-683. Información personal del profesor Manuela Donis.
2- Arturo Uslar Pietri. El Camino de El Dorado 1947
3- Walter Raleigh. The Discovery of the Large, Rich and Beautiful Empire of Guiana. El descubrimiento del grande, rico y bello Imperio de Guayana. Traducción de Antonio Requena, Ediciones Juvenal Herrera. Caracas 1986
4- Op. Cit. p. 154
5- Op. Cit. p.156
6- Op. Cit. p. 163
7- Op. Cit. p. 164
8- Cfr. Luis Ugalde Mentalidad Económica y Proyectos de Colonización en Guayana en los siglos XVIII y XIX. El caso de la Compañía Manoa. Academia Nacional de Ciencias Económicas. Tomo II pp. 939-940.
9- Ugalde Op. Cit. 608
10-Ministerio de Fomento, Memoria 1899. Citado Ugalde pp.707-712
11-Citado Ugalde. Historia de la Compañía Manoa en el Delta Orinoco (mimeo) p.179
12- Ugalde Op. Cit. pp 728-729
13- El Cojo Ilustrado año VII n.155, 1º de junio de 1898 p. 409. Cfr. Ugalde Op. Cit. 728-733.
14- Ugalde Op. Cit. p. 733
15- Op. Cit. p.734
16-Ver Ugalde, Op. Cit. pp. 780-791
17- Carta a Hay,1-26-1901 de Francis B. Loomis, Ministro Plenipotenciario de USA en Caracas. Citado Ugalde, maestría pp. 236-237
18-Lodares Baltasar. Los franciscanos capuchinos de Venezuela. Tomo II p. 174
19-Ugalde Op. Cit. Tomo I pp.58-59
20-Ugalde Op. Cit p. 375
21- Ibidem
22- Gaceta Oficial 2580. Citado Ugalde p.579
23- Ver Ugalde Op. Cit. pp 851-852
24- Cfr. Ugalde Op. Cit. p.889