Honegger Molina
Desde el 14 de febrero de 2009 la Iglesia venezolana se encuentra alentando la Misión Continental Evangelizadora. Distintos agentes de pastoral se esmeran por asumir los acuerdos asumidos en mayo del 2007, en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en la ciudad de Aparecida, Brasil. Allí todos los obispos América Latina y el Caribe decidieron lanzarse con una gran renovación eclesial a profundidad para que todos los pueblos del continente tengan vida en Jesucristo. Compromiso que se está llevando a cabo en la iglesia venezolana, en todas sus instancias, con la formación de personas jóvenes para después ir a las calles con un mensaje fresco y esperanzador.
Este es un tiempo de profunda renovación espiritual y pastoral que espera atravesar todas las estructuras eclesiales durante dos años consecutivos (2009-2010). Se pueden ver los detalles programáticos de las etapas por países al introducir las palabras “misión continental” en Google, pues ya son, aproximadamente, 664000 los resultados que arroja el buscador de Internet. Material que es de muy fácil acceso, razón por la que ahora lo obviamos.
En esta ocasión la mirada se fija en tres presupuestos que, a nuestro modo de ver, son nucleares:
- Encuentro personal con Jesucristo;
- Conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios;
- Fundación de comunidades cristianas.
Si esto se considera como algo verdaderamente vital y sin lo cual todo lo demás carece de contenido, ya será un momento renovador de la Iglesia. Temas que también introduce el Concilio Plenario Venezolano como parte esencial de su llamado al nuevo paradigma evangelizador. Estamos ante la exigencia de un cambio de actitud en la forma de ser cristiano, un salir de las cuatro paredes del templo al encuentro con el otro, con el pobre y con los más rechazados.
El papa Benedicto XVI llamó a despertar el afán por el anuncio misionero que tiene que pasar de persona a persona y de casa en casa. Y que destaque las iniciativas pastorales, al enviar, sobre todo entre las casas de las periferias urbanas y del interior, a laicos y religiosos, buscando dialogar con todos en espíritu de comprensión y delicada caridad. Misión evangelizadora que reclama abrazar con el amor de Dios a los pecadores, especialmente a los pobres y a los que sufren. Y más aún, si las personas encontradas están en una situación de pobreza extrema es necesario ayudarlas, como hacían las comunidades cristianas, desde la solidaridad, para que se sientan amadas de verdad.
El futuro de la Iglesia nos invita a soñar en una nueva primavera para la Iglesia venezolana que se vuelva a llenar de ilusión a cuantos creemos en la fuerza liberadora y en el poder subversivo y transformador del evangelio de Jesús. En este nuevo tiempo axial, como lo define Jaspers, sueño con que los cristianos tengamos la valentía de volvernos de nuevo a Jesús y a su Evangelio para hacer una reflexión profunda e impulsar, desde ahí una mundialización alternativa a la globalización neoliberal que nos devasta y al socialismo bolivariano que nos atenaza, para ayudar a construir lo que Casaldáliga ha definido como la altermundialidad, en esa nueva sociedad humanizada que dialoga e incluye las minorías.
En expresión de Martín Velasco, llegamos a una era de metamorfosis, un tiempo de cambios profundos y sorprendentes, donde la solidaridad con los pobres y la lucha contra toda forma de injusticia y de muerte tendrá que hacerse cada vez más profética desde los púlpitos de todas las iglesias católicas de Venezuela.