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Militares gringos en Colombia: así han hecho presencia durante 20 años

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Por Revista Semana.

Foto: Revista Semana

En el pico, hubo alrededor de 1.000 soldados y contratistas y hasta 51 edificios militares estadounidenses en Colombia. Esos números han disminuido sustancialmente. ¿Sería posible el desembarco de “5.000 tropas” en el país, como sugería la libreta de Bolton?

La frase en la libreta de John Bolton, el consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, generó el revuelo: “5.000 tropas para Colombia”. ¿Era el indicio de la voluntad de guerra contra Venezuela o apenas una jugarreta amenazante del gobierno de Estados Unidos? La anotación causó más preocupación tal vez por tratarse de Colombia, una aliado cercano, un país donde hay presencia significativa de militares y contratistas norteamericanos al menos desde la década de los 90. ¿Cómo ha sido realmente esa presencia militar y qué luces arroja sobre lo que podría pasar ahora?

Cada año, el Departamento de Defensa de Estados Unidos produce un informe conocido como el Base Structure Report, un inventario de los bienes que ese organismo, que controla a las Fuerzas Militares gringas, tiene a lo largo y ancho del mundo. En algunas de sus ediciones también registran la cantidad de tropas de las que disponen en el extranjero. Semana consultó estos documentos desde el año 1999. Allí se revela el pico y el valle de la fuerza militar estadounidense en Colombia.

El último Base Structure Report, publicado el año pasado, da cuenta de que el Departamento de Defensa apenas tiene un edificio militar en Colombia. Los únicos datos que entrega corresponden a una propiedad de 1.950 metros cuadrados, sin más especificaciones. En ese informe no se dice qué cantidad de militares o civiles ligados al servicio americano hay en el país. Que solo haya una locación propia señala una presencia reducida, aunque las fuerzas gringas pueden operar para fines específicos en la infraestructura del estado colombiano. Hace poco, la situación era muy distinta.

Apenas cuatro años antes, en 2014, había 57 militares estadounidense activos en Colombia, y otros 12 civiles vinculados como contratistas gringos. Y en 2012, la Fuerza Aérea gringa tenía 51 edificios propios, avaluados en 22 millones de dólares, mientras que el Ejército de ese país tenía 24 propiedades arrendadas. Entre todos esos bienes sumaban 51.473 metros cuadrados de infraestructura militar de Estados Unidos en Colombia. Es decir, en los últimos 6 años, la reducción de esa presencia ha sido ostensible.

La presencia militar gringa en Colombia está regulada por acuerdos suscritos por los dos países, y que deben ser aprobados por ambos congresos, explica Sebastián Bitar, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes y autor del libro “La presencia militar de Estados Unidos en América Latina: bases y cuasibases”, publicado en 2017. Esa colaboración ha estado enmarcada dentro del Plan Colombia. Es decir, los militares y contratistas de Estados Unidos están en el país con motivo de la lucha antidrogas. Si, por ejemplo, vinieran en el contexto de un conflicto bélico con Venezuela, se tendría que tramitar un nuevo acuerdo entre las naciones.

Esos acuerdos son los que ponen límites. Cuando arrancaron, hacia el año 2.000, se permitían 500 soldados y 300 contratistas civiles gringos en el país. Luego la proporción varió a 400 militares y 400 contratistas. En 2004, en el auge del Plan Colombia, pasó a 800 soldados y 600 contratistas, cifras que se mantuvieron por los años siguientes. Sin embargo, que sea el tope, no significa que represente la presencia real, pues esta suele ser menor de lo establecido, explica Bitar.

Pero también hubo momentos en que la influencia fue tal que desbordó esos márgenes. A finales de 2001, por ejemplo, se desató una polémica nacional protagonizada por DynCorp, una empresa contratista con el gobierno de Estados Unidos que en Colombia se dedicaba, sobre todo, a la fumigación aérea de cultivos de uso ilícito. Una investigación publicada entonces por Semana reveló que había alrededor de 1.000 profesionales de guerra estadounidenses en Colombia, entre ellos muchos oficiales retirados de las fuerzas especiales del Pentágono. Es decir, se estaba violando el tope que establecía un máximo de 800 personas entre militares y civiles. Y, por si fuera poco, los contratistas de esa empresa se salieron de control.

Entonces se les vinculó con el envío de heroína desde Colombia a una base militar en la Florida. También hubo quejas de indisciplina y roces con las autoridades colombianas . “Es gente muy difícil de manejar. La mayoría de ellos son altos consumidores de droga. Muchos se inyectan antes de volar (los aviones fumigadores). Varios oficiales han tenido enfrentamientos abiertos con esos pilotos porque no respetan la disciplina castrense en las bases militares. Y nuestros oficiales no aceptan que estos hombres, por más experimentados que sean en el campo de la guerra, estén consumiendo droga dentro de las instalaciones militares”, le dijo entonces un oficial colombiano a Semana.

Los primeros enviados de DynCorp habían llegado a Colombia en 1993, después de pasar por guerras en Asia, el Golfo Pérsico y Centroamérica, por lo que algunos los señalaban como mercenarios. Y aunque actualmente la presencia de estadounidenses se limita a apoyar en logística, inteligencia y entrenamiento a los militares colombianos, en ese entonces sí participaban directamente del combate. “Se estima que los equipos SAR, una especie de Fuerza Delta privada, han participado en unas 15 misiones de rescate en los últimos seis años en el país en operaciones”, dijo Semana en 2001.

Otro episodio que marcó esta historia de colaboración militar y que a la larga pudo influir en el descenso de esa presencia extranjera en Colombia ocurrió en 2009, cuando el gobierno de Álvaro Uribe llegó a un acuerdo con Estados Unidos para permitir la llegada de militares de ese país a siete bases colombianas. La iniciativa causó tensión en todo el continente y agudizó el choque con el gobierno venezolano de Hugo Chávez. En el fondo, lo que se buscaba con el acuerdo era acondicionar al país para una eventual guerra aérea con Venezuela.

Un año después, la Corte Constitucional dejó sin efectos el acuerdo, al determinar que, por modificar sustancialmente los pactos anteriores, tenía que ser aprobado por el Congreso, como nunca sucedió. Es decir, el tribunal dejó abierta la ventana para que la propuesta se tramitara en el Capitolio, pero el gobierno que acababa de entrar, el de Juan Manuel Santos, no lo hizo.

Eso no significa que no haya personal norteamericano en instalaciones militares colombianas. “En Colombia hay algunas autorizaciones tácitas para colaboración en temas militares -que pueden aterrizar aviones- y en edificios de bases militares puede haber personal de Estados Unidos. Pero no hay autorización sin restricciones. El gobierno colombiano tiene que estar informado. No hay un acuerdo permanente de uso de bases pero sí hay flexibilidad”, explica Bitar.

A la luz de la historia reciente y de las normas que rigen la presencia militar extranjera en el país, el desembarco de “5.000 tropas” en Colombia no parece una opción posible, al menos en el corto plazo. No solo desbordaría el tope histórico y permitido de militares en Colombia, sino que tendría que tramitarse a través de los congresos de los dos países, y en un marco de conflicto internacional, muy distinto al de la lucha antidrogas que ha regulado la colaboración entre Colombia y Estados Unidos.

Fuente: https://www.semana.com/nacion/articulo/asi-han-sido-20-anos-de-presencia-militar-gringa-en-colombia/599604

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