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¿Milagros o favores de José Gregorio Hernández?

Cortesía Diario República

Por F. Javier Duplá sj.

Nadie duda de que José Gregorio Hernández es la figura más admirada y más popular en Venezuela. Se aparta del concepto común de cómo son los santos, porque JGH fue laico (no sacerdote ni religioso), investigador científico y profesor de universidad, y ejerció una profesión que tiene que ver con el cuerpo humano (y con la psique). Fue un hombre piadoso, de misa y oración diaria, en una época en que la intelectualidad era agnóstica.

Después de su muerte comenzó un siglo de innumerables favores concedidos por él. Solo después de 2016 en la parroquia de La Candelaria, donde reposan sus restos, se han recibido más de 800 testimonios de favores de JGH, la mayoría referentes a curaciones, pero también a otros tipos de favores: abogados, deportistas, estudiantes acuden a él para que les ayude en situaciones de apuro.

Miles de personas están seguras de que su intercesión les ha sacado de situaciones malas, sean de salud, de estudios, de conflictos familiares, de pobreza. Están seguras de ello, porque le pidieron y le rogaron con insistencia. En algunos casos sintieron su presencia, sus palabras, su actuación y la describen con ciertos detalles bastante parecidos. Muchos favores fueron solicitados por los enfermos mismos, otros por los familiares cercanos, sobre todo cuando se trataba de niños, muchos de los cuales ni siquiera sabían del santo médico. Hay personas sencillas, sin mayor formación, y hay doctores, profesionales, actores, abogados, amas de casa, estudiantes.

Los relatos de favores dan voz a tantas personas que han sentido en sus vidas que José Gregorio les ayudaba a ser mejores cristianos, mejores seguidores de Jesús. Es cierto que para ser un buen cristiano no hace falta haber experimentado un favor de José Gregorio o de tantos santos venerados en la Iglesia. Pero si se produce ese favor, mayor es el impulso para ser mejor y para hacer que otros también aumenten su fe y crean en el patrocinio de la Virgen María y de los santos, que nos ayudan ya en este mundo a vivir mejor como seguidores de Cristo.

En la mayoría de los favores no se solicita la curación por parte del enfermo, aunque sí por parte de algún familiar, madre, abuela, etc. En algunos casos es natural que así ocurra, porque los enfermos son niños pequeños. José Gregorio se presenta y los sana, en casi todas las curaciones haciéndose visible, aunque no siendo reconocido en ese momento, pero después lo identifican los curados en alguna estampa o estatua.

Creer o no creer en las apariciones y en los milagros, que Dios se pueda manifestar por medio de Jesucristo, la Virgen o los santos es evidente para el que tiene fe, pero no lo es para muchos incrédulos, agnósticos o ateos. Para muchos de ellos las leyes de la naturaleza están por encima de todo. Algunos psicólogos sociales atribuyen a una subjetividad interior la aparición de fenómenos inexplicables:

“Mientras que en el pensamiento religioso enfrentamos el misterio y buscamos la explicación de lo sucedido atribuyéndolo a una causa exterior, a un orden superior que nos trasciende, en la narrativa psicológica remitimos el origen del evento a una subjetividad interior” (Axel Capriles, “Se llamaba José Gregorio Hernández” Ediciones UCAB, p. 25).

Las exigencias de la Iglesia para declarar beatos y santos son grandes. Primero, deben constatar las virtudes cristianas de la persona durante su vida terrenal (testimonios de los que lo trataron mucho, revisión de sus escritos); segundo, constatar su eficacia como intercesor luego de su tránsito al cielo. No debe haber culto público, cosa que en el caso de JGH se han interpretado en su favor las muchas manifestaciones de veneración que se le tributan.

Ha sido largo el proceso de JGH, que comenzó en 1948 con la solicitud del sobrino Ernesto Hernández Briceño y el refrendo de la autoridad eclesiástica Mons. Lucas Guillermo Castillo. Estancamiento del proceso por el enfrentamiento entre Mons. Castillo y Mons. Nicolás Eugenio Navarro. En 1957 reanuda la causa Rafael Arias Blanco, luego sigue el cardenal José Humberto Quintero y en 1972 es declarado Siervo de Dios por la Congregación para la Causa de los Santos. Posteriormente el papa Juan Pablo II lo declaró Venerable en 1986 y el papa Francisco lo beatificó hace poco más de un año después de la aprobación del milagro a la niña Yaxury Solórzano.

Ha sido ya entregada en Roma a la Congregación de Santos por el cardenal Baltazar Porras la documentación referente a una curación considerada milagrosa ocurrida en Miami recientemente. ¿Servirá para canonizar a José Gregorio, es decir, a declararlo santo de la Iglesia? Así lo esperamos todos.

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