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Miércoles de Ceniza

MARVIN RECINOS_AFP_Getty Images (1)

Por F. Javier Duplá, s.j.

¿Por qué tiene este nombre el comienzo de la Cuaresma? Porque en la misa de ese día el sacerdote esparce cenizas en forma de cruz sobre la frente de cada asistente. Esas cenizas provienen de la quema de las palmas del Domingo de Ramos del año anterior, cuando Jesús fue aclamado en la víspera de su Pasión al entrar en Jerusalén. Fue aclamado con entusiasmo por los niños y los adultos sencillos y a las pocas horas condenado por las autoridades religiosas. Sic transit gloria mundi, así pasa la gloria del mundo. 

En la ceremonia del Miércoles de Ceniza el celebrante le decía al fiel una frase en latín al impartirle las cenizas: Pulvis es et in pulverem reverteris, que significa: eres polvo y en polvo te convertirás. Es un tremendo recordatorio de la caducidad de la vida humana y de su origen de la nada. Pero esa frase tiene un aspecto importante que hay que rescatar. Somos polvo, es decir, somos parte de esta tierra que nos vio nacer; somos materia viva, orgánica, que tiene un límite de vida y luego se reintegra a la tierra de donde salimos. Es decir, tenemos una comunidad total con nuestra madre Tierra y por eso tenemos que respetarla y quererla. No somos extraterrestres, sino plenamente terrestres, plenamente unidos a Gaia, la madre Tierra. Es bueno que en la educación abramos las mentes de nuestros jóvenes a esta realidad que tanto bien les hará si la comprenden y la aceptan. Les tenemos que enseñar que la Tierra es madre de toda la familia humana y ningún hijo debe irrespetar, herir, maltratar y menos aún matar a su progenitora. No seamos asesinos de nuestra madre Tierra, sino hijos cuidadores de ella.

La liturgia cambió la frase en latín después del Vaticano II y ahora se dice: Conviértete y cree en el Evangelio, que dirige la atención del fiel a su transformación interior y al refuerzo de su fe. La imposición de las cenizas al comienzo de la Cuaresma nos lleva a prepararnos mejor para la celebración de la Semana Santa. 

El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. (Artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia).

La ceniza en la frente es uno de los muchos símbolos y signos de la fe y de la piedad cristiana: el agua bendita, las palmas, las innumerables imágenes, las medallas, las estampas, las vestiduras litúrgicas, tanto de los celebrantes como los manteles del altar, significan expresiones de la fe, de la devoción, del amor a Dios y al prójimo. Además de esos signos visuales y táctiles, tenemos los auditivos: las sinfonías, los cantos, la música coral, el tocar de las campanas, las oraciones en común, etc. En Venezuela se acostumbra a pedir la bendición a los padres, familiares y personas cercanas mayores. Es un hermoso símbolo de amor y de cercanía a Dios, que deseamos se mantenga siempre en las familias.

Preparémonos por tanto en estos días cuaresmales con fe y devoción al misterio central de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

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