Por José Luis Azuaje Ayala | Arzobispo de Maracaibo | Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Este 10 de Marzo, el pueblo venezolano ha vuelto a la calle exigiendo sus derechos y manifestando su deseo de un cambio de rumbo en la política democrática del país y en la economía. El deterioro de la calidad de vida, el que nos hayan llevado a vivir de cualquier manera, sin luz, sin agua, sin remuneración justa, sin gasolina, sin paz, sin familia; son entre otras cosas, ámbitos de inestabilidad social y mayor pobreza. También un miembro de una institución del gobierno ha convocado a sus afectos para realizar una contra marcha, personas que han tenido que plegarse a propuestas oficiales por distintos intereses.
Enviados por sus superiores ha hecho presencia a gran escala el estamento militar desde el día 09 de marzo, en las distintas calles y avenidas de las ciudades que le pertenecen a la sociedad civil, pero que son bloqueadas por quienes deben ser los servidores del pueblo. Esperemos que cumplan con su misión de resguardarlo y protegerlo.
Todos somos venezolanos y debemos respetarnos, buscar caminos de entendimiento como pueblo y crear espacios de encuentro como hermanos. La violencia nos lleva a la destrucción de lo que queda como tejido social.
Ciertamente, el país no puede seguir en esta cadena de deterioro. Hay necesidad de cambios estructurales en la política y la economía, y de liderazgos que vayan más allá de intereses ideológicos o de sostener un poder a toda costa. De ahí la interpelación a seguir construyendo ciudadanía que facilite una sociedad más justa y libre, que permita la promoción y el resguardo de la dignidad de la persona humana e incentive el desarrollo humano integral.