Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Melanie Pocaterra: “La importancia de tener sensibilidad social”

Crédito: Yulianny Carolina Ruiz

Psicóloga (UCAB), Magíster en Psicología Social y Artes Plásticas (UCV), especializada en Intervención Psicológica en Situaciones de Crisis, profesora universitaria y una apasionada por las ciencias, Melanie “Melita” Pocaterra asumió la coordinación del área de Investigación de la Fundación Centro Gumilla en febrero de 2023. Desde su llegada, se ha asegurado de poner su amplio conocimiento al servicio del centro de la acción social: la persona humana.

Por Juan Salvador Pérez

—Melanie, primeramente, quisiera darte la bienvenida al Centro Gumilla. Asumes la coordinación de investigación de esta Fundación, y sin duda alguna representa un desafío, sobre todo porque el Centro Gumilla es en esencia un CIAS (Centro de Investigación y Acción Social). ¿Qué supone esto para ti?

— Gracias por la bienvenida. Formar parte del equipo de Investigación del Centro Gumilla supone para mí más que un desafío, un reto que implica integrarme dentro de dinámicas muy consolidadas. En estos primeros meses he dedicado tiempo a escuchar y aprender cómo puedo aportar a este gran equipo, y contribuir desde mi formación y mi experiencia. Yo entiendo la investigación como la médula de muchas acciones, por ello creo que es un área que amerita estar en constante preparación y diálogo, para responder a lo que van exigiendo las circunstancias. Investigar para mí es tener la oportunidad de ser la voz activa de lo que está sucediendo. Es ofrecer la oportunidad de comprender situaciones, fenómenos y circunstancias que permitan tomar decisiones y presentar propuestas que sean relevantes para nuestro entorno.

Es un reto que asumo con la humildad propia de alguien que ha admirado el trabajo que se hace aquí. Gumilla es una marca, con una relevancia importantísima en la construcción del país, por eso es un honor formar parte de este equipo, y lo asumo con toda la responsabilidad necesaria para contribuir y aprender de lo que aquí se produce.

Sin duda es una responsabilidad, porque no estamos hablando de hacer investigación en cualquier espacio, sino de hacerla con un centro de investigación como es el Gumilla, para el cual la investigación es su ADN. No es un CIAS cualquiera, sino uno de los más importantes del país, que tiene un largo recorrido en nuestra historia reciente y ha sido referencia para la formación de muchos de nosotros en el área de las Ciencias Sociales. Por aquí han pasado personas y continúan colaborando profesionales que han dedicado su vida a estudiar y plantear ideas para el país. Para mí ha sido un referente académico, politico y profesional. Ha marcado la pauta en cuanto al conocimiento de lo que es Venezuela y lo que hemos sido los venezolanos durante estos 55 años.

La investigación es un trabajo en equipo, y no solo de investigadores. Para lograr buenas investigaciones, como las que se hacen en la Fundación Centro Gumilla, es necesario ser parte de un todo más grande. Este es el mayor reto, enamorar a todas las personas para que quieran formar parte de las propuestas que hacemos desde la Coordinación. Hay gente muy valiosa y que además está por todo el país, lo que es una materia prima perfecta para hacer buenas investigaciones. Lo que queda es trabajar dando lo mejor, para así aportar creando oportunidades donde destaquen las habilidades y virtudes del equipo que forma parte del Gumilla.

Crédito: Erika Briceño Fundación Centro Gumilla
Crédito: Erika Briceño Fundación Centro Gumilla

— ¿Cuáles son las principales virtudes que los investigadores sociales deben poseer? ¿Qué exigencias demanda esta actividad?

— Lo primero que viene a mi mente es el conocimiento, desde la idea que es una virtud que hay que direccionarla. Hay que formarse. No puedo comenzar por otro lugar. Es importante estudiar, ser disciplinado, leer, instruirse y estar en constante actualización. Para investigar no solo se requieren ganas de querer saber algo, hay que saber cómo hacerlo, entender de métodos, diseños, procedimientos y de cómo poner orden a lo que se quiere conocer. Hay que prepararse para hacerlo bien.

Eso no es algo que se hace solo con buena voluntad, requiere estudio. Además es en la academia donde se aprende a debatir y encontrase con ideas diferentes que nos confrontan. La formación siempre te interpela y te mantiene humilde, es un cable a tierra que nos recuerda que hay mucho por aprender. Y esa es la esencia de lo que hacemos en investigación.

Lo segundo que viene a mi mente es la importancia de tener sensibilidad social, ir más allá de lo exacto y de los números y acercarse a las personas, tener interés en una comprensión genuina y humana. A veces, al investigar desde la ciencia se corre el riesgo de quedarse en los análisis de escritorio, en simples comprensiones y olvidarse para qué y para quién tiene sentido. No trabajamos con fórmulas químicas, en un contexto de ciencias exactas; nuestro trabajo se centra en la comprensión de personas de carne y hueso, con una realidad que es dinámica y que se construye en el quehacer con el otro, lo que quiere decir que debemos estar en constante conexión e integración con lo que investigamos.

La realidad a la que nos enfrentamos los investigadores sociales en el contexto venezolano actual está llena de cambios, de tragedias, alegrías y de situaciones complejas que no necesitan de científicos que solo dicten porcentajes y planteen hipótesis, sino de profesionales comprometidos que no olviden su condición humana, que comprendan que nuestro quehacer está en el vínculo con y en el otro.

Y no puedo dejar de lado el componente de la pasión, yo creo que hay que enamorarse de investigar. Ese componente de motivación no puede faltar. Hay que invertirle tiempo y energía como en cualquier otra área del ejercicio profesional, y si te gusta lo que haces, lo disfrutarás y buscarás hacerlo bien. Creo que es mucho el esfuerzo vital que se emplea, para no hacerlo en algo que valga la pena para quien lo hace.

Lupa por la vida
Lupa por la vida

— Según los expertos, una de las características distintivas del venezolano, es su alegría y buen humor. Sin embargo, tú te has especializado profesionalmente en abordar el tema del duelo, del dolor. ¿Cómo llevamos en Venezuela hoy en día el dolor?

— Creo que el dolor y el duelo son parte de la existencia humana, tanto como lo es la alegría y el buen humor para nosotros los venezolanos. Aunque nos guste más pensarnos como los más alegres del planeta, también sufrimos y, sin duda, en nuestra historia reciente hemos tenido más motivos para sentir dolor.

Me preguntas por cómo se lleva el dolor hoy en día en Venezuela y claramente no es una respuesta sencilla de ofrecer. Son múltiples los causantes de dolor y lo difícil es la cantidad de pérdidas que vamos acumulando como sociedad. En nuestra memoria social están presentes muchos eventos dolorosos, muertes violentas, pérdidas humanas y materiales que hacen que tengamos una colección de duelos colectivos, y me atrevería a decir que pocos espacios para la resolución desde lo público. Cada quien lleva “su calvario” de forma individual. La muerte es parte de la vida, lo que no es natural es la cotidianidad traumática a la que nos enfrentamos. Eso nos pone en una situación de vulnerabilidad y hace que sea dificil elaborar y transitar por estas situaciones dolorosas que nos tocan vivir.

Son muchos los duelos, no solo producto de muerte física sino también simbólica. Son las pérdidas materiales, profesionales y de espacios. Además, no todas las pérdidas se viven igual. En duelo, se dice que hay tantas formas de duelos como personas pero, sin duda, hay condiciones que las hacen más complejas como son aquellas que se dan en entornos de violencia, donde hay agresiones intencionales, responsables de acciones y que hay ausencia de justicia y poco espacio para la reparación. Ahí es donde la culpa y la rabia se adueñan del proceso y nos ponen en riesgo.

Somos víctimas directas e indirectas porque la realidad nos golpea diariamente. Esto para mí es un llamado a la acción, es la necesidad de comprender el fenómeno para poder ofrecer alternativas. Ante eventos críticos lo mejor que podemos aportar son nuestras herramientas para afrontar una realidad que no siempre es la que quisiéramos, pero a la que podemos ofrecer una manera de comprender y de resignificar para lograr la reconstrucción del tejido social.

— La Escolástica nos plantea, al hablar de los trascendentales del ser, que junto a la unidad (unum), lo verdadero (verum) y lo bueno (bonum), también debemos incluir siempre a la belleza (pulchrum). En tu desarrollo profesional, tú también has incursionado en el estudio de la estética desde las ciencias sociales. ¿Qué importancia le otorgas a lo estético dentro del proceso de superación de la crisis que atravesamos como país?

— La estética y el arte para mí son un lenguaje que no tiene fronteras. No hace falta ser experto ni entender una corriente o género particular para conectar con una obra de arte. Simplemente se comtempla y se disfruta. Si te gusta o te disgusta no importa, lo relevante es la conexión que se da desde el plano simbólico.

Creo que se hace un trabajo que conecta con el alma, por eso mi incursión desde la estética a los temas de duelo y del trabajo con víctimas; este tipo de abordaje no es algo nuevo, es una propuesta que ha demostrado utilidad para este tipo de temas y que ha dado resultados en diferentes lugares donde las crisis sociales han estado presentes. Existen evidencias del valor que tiene el arte en procesos de reconstrucción y reparación. Puedo afirmar que brinda una alternativa diferente para trabajar la temática, donde se ofrece como herramienta para el acompañamiento, tanto en lo individual como colectivo.

El lenguaje de la estética puede ser una forma de encontrar cómo conectar, trasmitir y narrar una versión de Venezuela, así como reclamar y alzar la voz. Esto lo podemos constatar con nuestros propios artistas quienes, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, han logrado construir la memoria, el imaginario y el mensaje de lo que somos como país, tanto de los aspectos positivos como de esas circunstancias que quisiéramos que cambien. En el arte podemos entender y resignificar procesos desde otro lugar, por eso su gran valor conciliador.

No estoy segura sobre cuál es la respuesta a cómo podría contribuir en la superación de lo que estamos viviendo, pero sí te puedo afirmar que tanto el arte como la estética podrían ser un camino valioso para trabajar cualquier proceso de reparación y de transformación social.

Edición SIC 845. DESCARGAR PDF

Entradas relacionadas

Nuestros Grupos