Bryan Barrios Grafe
A raíz del Concilio Ecuménico Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII en 1962, la Iglesia Católica se reunió para realizar una lectura colectiva de la realidad del mundo en ese momento y de ella en él. Al poco tiempo en América Latina, nacía la Teología de la Liberación. Dicha teología identificó que el lugar histórico donde Dios se revela es en el sujeto empobrecido. A partir de esto se dedujo que, el cumplimiento del precepto cristiano de amar a Dios pasa necesariamente por amar al prójimo pero sobre todo al prójimo que más sufre, que en el caso del continente era el pobre.
Este paradigma hizo que muchos cristianos y cristianas, empezaran a promover acciones y gestos de solidaridad con las clases menos favorecidas y a comprometerse junto con ellos en la búsqueda de la liberación de todo aquello que los oprimía y afectaba su dignidad humana. Para aquel entonces (años, 60, 70 y 80) algunos países del continente latinoamericano padecían no sólo condiciones de pobreza sino, dictaduras militares que violaban sistemáticamente los derechos humanos.
En medio de la tempestad
Fue en Cocollar en Venezuela a mediados de 1969, según los relatos recogidos en el libro “En medio de la tempestad” publicado en Argentina en el 2007 por la editorial doble clic, cuando un colectivo de la iglesia católica presente en la región, denominado “Hermanitos del Evangelio” fundado en Francia por el padre Rene Voillaume, e inspirados en la figura del Beato Charles de Foucauld, decidieron enfrentar algunos desafíos sociales como lo eran el “asumir el compromiso evangélico con los pobres, buscando seriamente una inserción cultural, social y política en el pueblo latinoamericano, repensando la estrategia de esa inserción de modo que no quedaran aislados ni marginados del gran movimiento histórico que comenzaba a gestarse en el pueblo” (p.221), movimiento de liberación de aquellas estructuras y circunstancia que afectaba la dignidad humana de los pobres del continente.
A partir de esa firme resolución, sus integrantes realizaron gestos concretos de solidaridad y de acompañamiento cercano a ese pueblo, así fue como el sacerdote Mauricio Silva, uruguayo de nacimiento y hermanito del evangelio, en acuerdo con sus hermanos decidió hacerse “cura barrendero” en 1974, en la ciudad de Buenos Aires, que en ese momento contaba con unos 13 mil obreros de limpieza.
Mauricio, dijo en un escrito de 1977 titulado “Así nació nuestra fraternidad” y recogido en el libro mencionado que, “Un buen día, con toda mi carga de esperanza, me sorprendí mirando a un barrendero… un hombre pequeño y sucio limpiando una calle… allí estaba mi lugar”. Así concretó su misión de inserción en medio de los barrenderos que según él era “grupo humano muy pobre, que en su mayoría vive en las villas, en los alrededores de la ciudad. ¿Compromiso? Sí, la amistad”. (p.169-170)
Patricio Rice, miembro de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (FEDEFAM) y fallecido en el 2010, relató en la misma publicación (p.168) que “Poco tiempo después que Mauricio empezara a trabajar como barrendero, se dio una fuerte lucha de los recolectores de basura por mantener su estatuto de empleados municipales, con la toma de un edificio de la Municipalidad y una intensa actividad política y gremial. Mauricio participó en esa lucha y llegó a ser bastante conocido entre sus compañeros”.
¿En dónde está Mauricio Silva?
Para 1977 ya estaba instaurada en Argentina la dictadura militar del general Videla tras el Golpe de Estado dado a la presidenta María Estela de Perón. Desde entonces, se instauró en aquel país todo un régimen de persecución política y violaciones de derechos humanos. Todas aquellas acciones y gestos de solidaridad que procuraban la defensa y promoción de los derechos, particularmente de los sectores más oprimidos eran asumidos por la dictadura como subversivos.
Las detenciones arbitrarias, las torturas y desapariciones forzadas era el modus operandi. ¿Un cura barrendero en el corazón de las masas? Eso era demasiado osado en aquel régimen. Como todos los días, la mañana del 14 de junio de 1977 Mauricio, fue a la capilla, rezó y compartió el evangelio con sus hermanos y posteriormente se fue a cumplir con su rutina diaria de limpieza de las calles Magariños Cervantes y Terrero de la ciudad de Buenos Aires, mientras eso hacía fue secuestrado y desaparecido. Desde entonces, 38 años después “no sabemos ni cuándo ni cómo fue su muerte, bajo qué torturas ni en qué lugar quedaron sembrados sus despojos martiriales”. Muchas han sido las gestiones que se han realizado por saber qué ocurrió con Mauricio, aún sus familiares y hermanos de religión están a la espera.
Día Nacional del Barrendero
Según el portal web parlamentario.com en diciembre del 2014, el Senado de la Nación Argentina, aprobó una ley que instituye cada año el 14 de junio como el “Día Nacional del Barrendero”, con la intención de homenajear en la figura de Mauricio Silva a todos los trabajadores que fueron víctimas de la última dictadura acaecida en ese país. Desde Venezuela, saludamos y nos unimos a este acto de memoria y reparación simbólica y hacemos nuestra la pregunta lacónica de la fraternidad del evangelio ¿en dónde está Mauricio?
Fuente: Correo del Orinoco