Luisa Pernalete
La señora Juana vive en Bovare, cerca de Barquisimeto. Desde hace 7 años trabaja en una Defensoría independiente de Niños y Adolescentes, esto significa que no dependen del Ministerio de Educación. Es maestra jubilada. “No tenemos recursos. A esa defensoría llega de todo. Uno ayuda a conciliar a madres con hijos, madres con padres… Uno sigue en esto porque hay muchos problemas con chamos en ese pueblo.” En realidad hacen muchas cosas por esos muchachos.
Kerry lleva 8 años en otra Defensoría, vinculada al movimiento cooperativo del Estado Lara. Tuvo unos meses de receso: en octubre del año pasado le mataron un hijo en un atraco. “El presunto culpable estuvo preso unos días y lo soltaron. Ya mató a otro y anda por ahí. Me deprimí mucho, ¡Es muy duro perder un hijo así!, pero después me dije que no podía seguir encerrada y volví a la Defensoría”. Aclara después que todo sale de sus bolsillos al igual que la señora Juana. Para las visitas domiciliarias, por ejemplo, los pasajes los ponen ellas. ¡Hasta 6 conciliaciones pueden hacer en un caso!, ¡Todo eso lo hacen como voluntarias! ( ¡Qué desprotegido está el Sistema de Protección!)
La reunión no era para relatar actos heroicos de esta Venezuela sumida en la desesperanza. Nos habíamos reunidos unas organizaciones de la Red de Acción Social de la Iglesia, Capítulo Lara para tratar el tema de la Reforma Legal e LOPNNA, que nos tiene sumamente preocupados, pero en la conversación fueron saliendo estos elementos y yo no salía de mi asombro, puesto que simultáneamente pasaban por mi cerebro las quejas usuales de mucha gente en el país: “¡No hay nada que hacer! ¡Esto se lo llevó quien lo trajo! ¡Aquí nadie hace nada!”. No hablamos de gente ingenua, ¡nada que ver!, estas dos mujeres palpan en su cotidianidad decenas de problemas en su entorno. “Hay muchachos de mala conducta en mi comunidad que son hijos de señoras de los Consejos Comunales, esa reforma va a complicar el problema de los adolescentes en problemas con la ley”, y así iban. Y yo, sin dejar de preocuparme por la reforma, que era lo que nos había convocado, me reconciliaba con la humanidad escuchando a estas mujeres.
Escribo estas líneas en el Día del Padre, y pienso en otros héroes anónimos contemporáneos: esos padres angustiados ante la situación que insisten en buscar soluciones. “Casi no duermo profesora, -me dijo el señor David de San Félix hace un par de días – todo está demasiado caro. Mi esposa va a trabajar en septiembre cuando la hija pequeña entre al preescolar, yo ya no puedo solo. Paso la noche en vela y sé que hay que seguir buscando alternativas. ¿Porque el gobierno no ve lo mal que la estamos pasando?”, y no supe que responderle, solo creció mi admiración porque no anda pensando ni en bachaquear ni en robar. Nadie sabrá de sus angustias. Para mi es héroe.
Necesitaríamos un “heroinómetro” que nos ayude a elevar los niveles de esperanza en nosotros mismos.