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Más Breaking Bad, menos Ché

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JovenesSomosVenezuela-800x600Rafael Uzcátegui

Los jóvenes venezolanos de un rango de edad entre los 23 a 15 años no tienen otra experiencia política que la experimentada bajo el bolivarianismo. Por lo menos, dos generaciones han crecido bajo la influencia, discursos y resultados concretos del chavismo, y su derivación madurista, en el poder. Y cómo un pedazo de esta muchachada participará, en el presente y en el futuro, en política, entendida en un sentido amplio, vale la pregunta de cuáles podrían ser sus referentes para intentar incidir en su entorno.

Sin necesidad de estudios estadísticos a la mano, una primera respuesta es que su imaginario será diferente del que marcó a los activistas que los precedieron, tanto de la izquierda tradicional (Revolución Rusa) como de la heterodoxa (Mayo Francés). Por acción y omisión, el llamado “Socialismo del Siglo XXI” recuperó la mayoría de estos contenidos para construir su hegemonía, una que los adolescentes de hoy entienden (y con razón) como un modelo biopolítico de dominación sobre sus mentes y cuerpos. Para estos chamos las franelas del Ché, las canciones de Silvio Rodríguez y Alí Primera, así como los libros de Trotsky, Marx y Gramsci pertenecen a “los otros”, esos quienes –entre otras cosas- los han apaleado en las manifestaciones. Por ello, por razonamiento o simple repulsa, sus búsquedas personales estarán en otro lado: En la cultura digital, las series de televisión, los músicos, los artistas de cine o las novelas gráficas.

En segundo lugar, tras década y media de hiperpolitización endógena, la pretensión que una doctrina “correcta” tiene las respuestas para todo, nos ha sintonizado mundialmente con la crisis del pensamiento ideológico y la razón positivista alrededor del planeta. Por ello, es sentido común el suponer que las aspiraciones del nuevo activismo serán más parciales y fragmentadas (el derecho a la ciudad, la libertad de expresión), capaces de generar efímeras y flexibles coaliciones para su realización –a diferencia de la creación de estructuras formales y partidos leninistas-, más orientadas al individuo que a la “salvación” colectiva (el vegetarianismo, el derecho al aborto, la despenalización del uso de drogas) y alérgica a los liderazgos verticales e incontestables, para acercarse a modelos de influencia descentralizada y creación de masa crítica. Al subversivo clandestino de los 60´s, los nativos digitales anteponen el ego, el prestigio personal y la confianza que emana de las redes sociales.

¿Esto significa? –como han opinado algunos- que la juventud post-chavista es y será “reaccionaria” y de “derecha”. No lo creo. Uno, porque las etiquetas tradicionales serán incapaces de clasificarlos. Y dos porque como lo explicó Albert Camus, el hombre y la mujer inconformes con las injusticias de su tiempo no se agotan en lo “revolucionario”, sino que –afortunadamente- son, por naturaleza, “rebeldes”. Y, cuando las circunstancias sean intolerantes, darán su grito para decir “No”.

 

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