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María, ponme con tu hijo Jesús

maria

Por Alfredo Infante s.j.

San Ignacio vivió su camino de fe en compañía de María, madre de Jesús y madre nuestra.

Su cotidianidad y los momentos más importantes de su vida, estuvieron marcados por una experiencia cercana con la virgen María.

En su convalecencia, en Loyola, mientras se recuperaba de las heridas de la guerra, nos cuenta que tuvo una visión con María y el niño Jesús, confirmando los buenos propósitos que se despertaban en él al leer la vida de nuestro Señor y la de los Santos, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, sus padrinos espirituales.

Luego de esta visión, quedó con asco de su desordenada vida pasada y se propuso con empeño y voluntad poner los medios para cambiar de vida.

Concluida su convalecencia, salió de Loyola, su tierra natal, a visitar el santuario de nuestra Señora de Aranzazu para agradecer y tomar fuerzas, y así seguir al Santuario de Monserrat.

Ya en Monserrat, delante de María y deseoso de entregarse a Jesús, como señal de cambio de vida, hizo vigilia, dejando al pie de la virgen sus armas y, luego, después de confesarse, en vísperas de la fiesta de Nuestra Señora, se fue en secreto a donde un pobre, intercambiando sus elegantes vestidos de caballero por un sayal, en señal de penitencia y cambio de vida.

De caballero a mendigo, del centro a la periferia, así, radical, fue la señal del comienzo de una nueva vida.

Ya no servirá a la reina de este mundo, su nueva reina será la Virgen María, quien acompañará al maestro Ignacio en su despojo y nueva manera de vivir para buscar y hallar la voluntad de Dios.

Por eso Ignacio, con devoción y profunda reverencia, se encomendaba así: «María, ponme con tu hijo Jesús».

En esta noche oscura que vivimos, adversa, incierta, pongámonos en camino como san Ignacio y dejemos aquellas vestiduras que nos atan, nos paralizan, y nos opacan la fuerza interior, la fe.

Apostemos por una nueva vida, salgamos de nuestros círculos seguros y pongámonos en las manos de María, orando así «María, ponme con tu hijo Jesús».

¡Sagrado corazón de Jesús en vos confío!

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