Margarita López Maya
El proceso electoral de este febrero se presenta en un contexto sociopolítico que lo sobrepasa. Para los venezolanos la problemática de si Chávez deba quedarse o no hasta el 2021 -que es lo que él quiere y por tanto lo que está principalmente en juego- se inserta en una problemática más general: ¿Qué relación guarda esto con el deterioro global de nuestra sociedad, deterioro que avanza inexorablemente aunque muchos aún no lo perciban?
La economía mundial sufre hoy una crisis grave de la que no saldrá en el corto plazo. No debe haber duda alguna de que un país cuyo casi único producto de exportación es el petróleo vaya a salir ileso. La vulnerabilidad de nuestra economía es muy grande y su desempeño en los últimos años ha sido especialmente desatinado: distribución profusa de la renta petrolera sin mirar la eficiencia de ésta. No hubo diversificación ni económica ni de nuestros clientes, siendo hoy todavía con mucho EEUU nuestro principal socio comercial. Tampoco “siembra petrolera” significativa, pues si bien algunos rubros agrícolas han aumentado su producción, nuestra dependencia alimentaria es grande. Como alguna vez escribió Alí Rodríguez, cómo se puede pensar en hacer una revolución si ni siquiera podemos darnos de comer. Lo primero es lo primero.
Cuando uno hace el balance de estos diez años de gobierno observa una clara diferencia entre el primer período y el segundo. El primero abrió la esperanza en una democracia participativa. Diversos sectores sociales se incorporaron a lo que sentían como un futuro que se construiría colectivamente. El segundo es el proyecto casi personal del Presidente, con su entorno más subordinado, quien ha arrebatado a la sociedad esa aspiración de construcción compartida y la ha sustituido por un proyecto que nos va revelando de a poco a través de Aló Presidente. Este proyecto “socialista” ha tenido la suerte de tres años ininterrumpidos de petróleo a precios exorbitantes en el mercado mundial. Se ha regado con dólares del capitalismo más salvaje: el financiero especulativo internacional. Ahora ese petróleo está por debajo de los $40 y la OPEP hace esfuerzos por manipular el mercado a su favor y subirlo un poco. Como las grandes transnacionales del petróleo tienen el mismo interés que nosotros -paradojas de nuestro socialismo- seguramente subirá aunque no se si tanto como los sueños del gobierno.
En el primer gobierno defendimos un proyecto democrático, viable, con capacidad de irse perfeccionando. La Constitución de 1999 aún con algunas contradicciones que ahora se le ven más, es uno de los logros del primer gobierno de Chávez. Allí los principios de la participación y la descentralización, principios interrelacionados, se asentaron como orientadores de la estructura y práctica del nuevo Estado en construcción. En el segundo gobierno, la descentralización se va desechando. El principio de la alternancia, que viene desde la democracia de 1947 y 1961, permaneció en la de 1999. Ahora se la va debilitando con el argumento de una curiosa “ampliación de derechos políticos”. En 2007, en este diario, di argumentos de tipo histórico para rechazar la reelección indefinida. Pero además de nuestras experiencias traumáticas, el debilitamiento del principio de la alternancia golpea a la democracia participativa. El principio participativo conlleva la idea del permanente rejuvenecimiento del poder a través del reemplazo de las personas. Las ideas nuevas, los nuevos liderazgos, las nuevas energías, las nuevas generaciones. En este gobierno ya vemos pocas ideas buenas y/o nuevas; de ganar el Sí se puede prever una mayor escasez, amén del progresivo envejecimiento biológico del liderazgo actual. Gerontocracia más pronto que tarde.
Durante el primer gobierno surgieron políticas sociales novedosas como las misiones Robinson o Barrio Adentro. Todas se concibieron como provisionales ante una profunda emergencia social. En el segundo se volvieron las bases del supuesto socialismo sin evaluar sus desempeños, ni corregir sus fallas, ni institucionalizarse. Las innovaciones participativas del primer gobierno como las diversas mesas técnicas y comités, en este segundo gobierno se debilitan para fortalecer al consejo comunal, una modalidad que ya de manera abierta es parte del partido, del gobierno y del Estado. Cuesta mucho pensar que con ese status pueda llegar ser algo mejor que una red clientelar al mejor estilo de la cuarta, donde bajarán recursos en cada proceso electoral.
En lo económico ni el primer gobierno, ni este segundo ha sabido dar con un modelo productivo. Algunas ideas circularon en el primer gobierno en torno a lo que la reforma petrolera permitiría; se habló de un aparato productivo más integrado, donde la industria petrolera funcionaría impulsando empresas aguas abajo, mientras el Estado propiciaría formas productivas de propiedad colectiva, pequeña y mediana. Los núcleos de desarrollo endógeno hasta hoy no se sostienen sin papá Estado, y consumimos e importamos más que nunca.
De estos balances queda bastante evidente que la permanencia en el poder por demasiado tiempo, con demasiada plata y tanto poder, es un desastre en nuestro país. Es necesario entonces rechazar este debilitamiento del principio de la alternancia e insistir en que queremos el relevo de nuestros gobernantes. La democracia de participación era el proyecto a fines del siglo XX el proyecto que recibió grandes apoyos. No este desgobierno que se llama socialismo del siglo XXI.
Pero dicho esto, también es necesario tener en cuenta que se vaya o quede Chávez después de 2012 no se va a aclarar de forma definitiva con este referendo. Por supuesto, que si triunfa el No, eso ayudará. Pero ya el gobierno no respeta ni sus propias reglas: ahora no le parece buena la Constitución de 1999 que tanto ponderó; tampoco le para a los resultados del rechazo popular a la reforma constitucional de 2007. Por ello, esta enmiendita es sólo una jugada más en el tablero. Se gane o se pierda, de todas modos en los tres años que faltan para diciembre de 2011 pueden pasar muchas cosas. Aquí vivimos al día no sólo por la crisis fiscal que pende sobre nosotros, sino también por la incertidumbre institucionalidad.
Empate y polarización
Las encuestas más recientes expresan un “empate técnico”. Algunas dicen que el SI va arriba, ligeramente, otras que el No, ligeramente. Es decir, seguimos en lo mismo de siempre: la polarización. El gobierno no ha entendido que su proyecto “socialista”, por más veces que lo quiera legitimar con votos cada vez más amañados, no goza de legitimidad suficiente para consolidarse. Por ello, seguiremos viendo al país rezagarse con relación a América Latina y el mundo, en medio de problemas grandes y pequeños que no se resuelven, porque el Presidente y su entorno está empeñado en imponernos sin discusión ni construcción de consensos algo que pudiera tener la aceptación circunstancial de una mayoría simple, pero no la necesaria para ser el proyecto nacional que hemos estado buscando afanosamente desde los ochenta.