Por Daniela Paola Aguilar P.*
Sociólogo, egresado de la Universidad de Oriente, núcleo de Sucre, su tierra natal. Formado como Jesuita con estudios en Filosofía y Teología, es actualmente cursante de la Maestría en Psicología social de la Universidad Central de Venezuela. El P. Manuel Zapata ha sido Director encargado del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS Venezuela) y Coordinador de Sociología de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Actualmente, se desempeña como Director de la Fundación Centro Gumilla, Coordinador del Apostolado Social de la Compañía de Jesús y de la Red de Acción Social de la Iglesia (RASI) y profesor universitario. Recientemente, ha sido nombrado presidente del Consorcio de Obras vinculadas a la Compañía de Jesús en Venezuela.
Conversamos con el padre Manuel Zapata, SJ, para conocer sus impresiones sobre cuatro aspectos claves: la propuesta del Centro Gumilla, el rol de nuestra Revista SIC, la misión de la Compañía de Jesús de Venezuela y la espiritualidad ignaciana como oportunidad de encuentro y transformación social para la Venezuela de hoy.
–Ofrecer una mirada alternativa entre tanto agite que sacude a Venezuela hoy pareciera ser el camino a seguir, sobre todo, cuando la misión de la Compañía de Jesús a través de sus Centros de Investigación y Acción Social (CIAS) ha sido apostar por la transformación de realidades complejas. En este sentido, ¿cuál es la propuesta que ofrece el Centro Gumilla como CIAS para transformar la realidad sociopolítica del venezolano hoy?
–En su esfuerzo por contribuir con la transformación social del país, el Centro Gumilla basa su propuesta de investigación en los siguientes aspectos:
Primero, en la defensa del derecho a la vida a través de Lupa por la Vida, que es un esfuerzo conjunto entre Provea y Centro Gumilla para monitorear las ejecuciones extrajudiciales en Venezuela e incidir en la reducción de la violencia institucional y en la construcción de memoria para que haya justicia, se repare a las víctimas y no haya más repetición. El derecho a la vida es un derecho humano, pero también una obligación cristiana que surge de la fe.
El segundo aspecto es la comprensión de la dinámica social venezolana a través de la construcción de información en torno a problemas comunitarios como el funcionamiento de los servicios públicos, la violencia social, la situación socioeconómica y alimentaria, la realidad de las comunidades indígenas, la migración, la memoria social en contextos eclesiales de barrios caraqueños, entre otros. Esto lo estamos haciendo a través de investigación propia y en alianza con otras instancias como la Red Agroalimentaria de Venezuela, el Instituto de Psicología de la Universidad Central de Venezuela, con el deseo de que esta información contribuya a un cambio en las condiciones de vida de los venezolanos.
La última línea de investigación es la sistematización de los procesos formativos. En particular, hemos sistematizado los procesos de Reconstrucción del Tejido Social en comunidades populares que acompaña el Centro Gumilla, a través de la generación de espacios formativos que parten del reconocimiento personal de haber colaborado con la fragmentación social y la capacitación con herramientas espirituales y psicosociales para construir estrategias comunitarias de reconstrucción del tejido social. Esta sistematización nos ayudó a ver:
(…) la contribución de los procesos de reconstrucción local a la reconciliación. En contextos comunitarios, donde los vecinos tienen una relación directa y cercana, el perdón y la reconciliación tienen sentido. La experiencia recogida indica que cuando la gente escucha las historias de dolor de otros, que han sido sus víctimas, se sensibiliza, reflexiona, llora, pide perdón y se pone en disposición de colaborar para la recuperación de la confianza con sus vecinos. Así, la escucha sobre el daño ocasionado a vecinos activa la compasión y el deseo de pedir perdón. La reconciliación como parte de un proceso dinámico abona el terreno para el total restablecimiento de los vínculos comunitarios.1
–Hemos tendido puentes para la inclusión por más de 50 años de existencia del Centro Gumilla. Hemos apostado por el país posible desde la revista SIC en más de ocho décadas… Ahora, ante la realidad que se nos presenta ¿cuál es el rol de la revista SIC en la construcción de la propuesta que queremos comunicar al país hoy desde el Centro Gumilla?
–La revista SIC como órgano de reflexión y análisis del Centro Gumilla está llamada a generar incidencia en tres direcciones, a mi modo de ver.
En primer lugar, tiene que ayudar a comprender por qué hemos llegado hasta a la situación como la que tenemos actualmente: instituciones desmanteladas, economía destruida, Estado de derecho demolido, país fragmentado y con una diáspora muy numerosa. Tenemos que ayudar a buscar las raíces de esta situación e identificar las posiciones de los actores involucrados en su origen, así como la evolución de las dinámicas que fueron abonando el terreno para llegar hasta el régimen actual y el estado de crisis generalizada que ha provocado.
En segundo lugar, la revista tiene que ofrecer criterios de discernimiento para pensar el país en su complejidad y buscar soluciones duraderas a la actual crisis. Esta es la tarea más importante porque no nos podemos casar con cualquier tipo de reflexión que nos lleve simplemente a lugares comunes. Los criterios de discernimiento que ofrezcamos tienen que privilegiar el cuidado de la vida en todas sus dimensiones, la búsqueda de fraternidad con sanación y justicia, la creación de condiciones para el desarrollo social y humano, y la instalación progresiva de valores democráticos en todos los espacios sociales para ir destruyendo progresivamente el fantasma del autoritarismo que se deriva de toda práctica mesiánica.
En tercer lugar, SIC tiene que ayudar a elaborar un modelo de sociedad alternativa a la actual. ¿Cómo imaginamos la sociedad venezolana pos dictadura? ¿Cómo caminamos hacia un país reconciliado? ¿Qué tipo de transición necesitamos? Para ello, es importante confrontar no solo nuestra historia y la historia de otros países que han pasado por situaciones similares, sino también valorar la riqueza de nuestras culturas, así como también la diversidad de recursos con los que contamos para levantar la economía, generar un desarrollo sostenible y abrirnos al mundo para no quedarnos rezagados, intercambiar lo más valioso que tenemos y aprovechar los bienes civilizatorios universales.
Estás tres grandes áreas deben ser abordadas teniendo muy de fondo el paradigma fe-justicia-reconciliación que se ha venido configurando desde 1975 con la Congregación General XXXII de la Compañía de Jesús y que se ha terminado de definir con la Congregación General celebrada en 2016.
–”Entendernos porque somos hermanos”… Con este lema la RASI nos recuerda este año que estamos invitados a construir fraternidad. Y, en este sentido, seguimos trabajando en red para hacerlo posible… ¿Cómo está atendiendo la Compañía de Jesús desde la Provincia de Venezuela a este llamado?
–Lo primero que quiero decir es que la Red de Acción Social de la Iglesia (RASI) es una red muy importante que no solo tiene organizaciones de la Compañía de Jesús, sino que en su mayoría son organizaciones de Iglesia con carisma diferente y con un extenso trabajo en todo el país. Muchas de estas organizaciones tienen más de 60 años de existencia. La gran riqueza de la RASI es su diversidad de atención temática y la confianza que generan cada una de sus organizaciones por separado por la trayectoria y compromiso que han demostrado. Además, muchas son redes en sí mismas como el Grupo social CESAP, Cáritas, AVEC, Fe y Alegría, entre otras. El Centro Gumilla lidera desde sus comienzos la Red y se contenta con los avances que se han dado en los últimos años en la línea de ir fortaleciendo sus capacidades institucionales para atender la compleja crisis que vivimos en el país.
En relación a la Compañía de Jesús, podemos decir que esta ha construido una propuesta audaz para hacer frente a la actual situación de crisis del país como un cuerpo solidario. Se trata del Consorcio SPES, formado por organizaciones vinculadas a la Compañía de Jesús, donde se ha desarrollado una propuesta que pretende abordar de manera integral tres grandes áreas: educación, salud y ciudadanía. En año y medio hemos construido una plataforma que cuenta con un plan maestro, un documento de gobernanza y equipos de trabajo para el desarrollo de proyectos desde una visión compartida de trabajo. Esperamos que este esfuerzo vaya dando sus frutos en el corto plazo.
Por otro lado, hemos trabajado en un discernimiento de tres años en apostolado social de la Compañía de Jesús y de ese proceso ha salido un instrumento guía que se llama “Marco de Orientación Estratégica del Apostolado Social” que pretende, teniendo en cuenta las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús y el Plan Estratégico de la Provincia, articular el trabajo social de las organizaciones jesuitas en áreas de interés común.
La Compañía está repensando su trabajo y buscando las mejores formas de servir al país en estos tiempos difíciles.
–El sujeto ignaciano se reconoce parte de un proyecto abierto que se transforma a sí mismo en la medida que también lo hace con su entorno. En esa lógica que nos hereda San Ignacio, ¿cómo se nos invita desde nuestra espiritualidad a transformar la realidad del país que vivimos? ¿Cómo es la Venezuela con la que sueña Manuel Zapata en los próximos años?
–Se ha dicho siempre que la espiritualidad ignaciana es una espiritualidad de ojos abiertos. Por ello, nos prepara para mirar en lo hondo de la realidad no solo su fealdad, sino sobre todo su belleza. Cuando los seres humanos encontramos una vida que emerge con fuerza, aún en su debilidad, en medio del caos, y somos capaces de secundarla, entonces resultan cosas increíbles.
Quiero compartir algo en lo que siempre insiste el padre Alfredo y que he constatado con mis propios ojos, viviendo como él en la parte alta de La Vega: En La Vega hay mucha gente valiosa y con grandes capacidades. Son gente deseosa de participar y de construir un mundo diferente a su alrededor. Son profesionales y personas con oficios de todo tipo que impulsados por la fe han ido desarrollando organizaciones comunitarias cada vez más robustas para enfrentar los problemas comunitarios en alimentación, salud, educación, defensa de los derechos humanos, entre otros…
La espiritualidad ignaciana, con el acompañamiento de los jesuitas por varias décadas, ha ayudado a la gente de La Vega a descubrir sus capacidades y a ponerlas al servicio de los demás para transformar el medio donde viven. Esta es la Venezuela con la que yo sueño. Aquella en la que la gente es valorada por lo que es y en esa experiencia descubre sus capacidades para construir el nosotros comunitario. La nueva Venezuela tiene que abrir espacios para que todos se desarrollen y se articulen para formar un cuerpo social fuerte, que genere autonomía y haga contrapeso a los políticos de turno en su intento por dominar la conciencia y someterla a sus propios intereses.
*Internacionalista (UCV). Jefa de redacción de la Revista SIC.
Nota:
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La idea referida fué rescatada de “Los procesos de Reconstrucción del Tejido Social en comunidades populares venezolanas”. Ponencia presentada en el Congreso Internacional de Reconciliación Ignaciana celebrado en modalidad virtual con el auspicio de la Pontificia Universidad Comillas de Madrid y la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá entre el 12 y 14 de mayo de 2021, por Manuel Zapata, SJ.