Noel Álvarez*
“Un hombre de Estado, es aquel que consigue hacer que el pueblo en su conjunto actúe colectiva y políticamente y que, por lo tanto, elimine su propia singularidad”, dice el profesor de la Universidad de París, Patrice Vermeren. El ejemplo paradigmático es Licurgo, el legislador de Esparta, quien después de haberle dado una Constitución a la democracia espartana, entregó su corona al pueblo, quien no se la estaba pidiendo.
En Venezuela sucede todo lo contrario, los mangoneadores de turno se aferran al poder no importando que con esa conducta acaben con la libertad y vida de millones de personas. Hace unos días, una de las mas conspicuas funcionarias del régimen profetizó: “Nos moriremos de hambre, pero aquí estaremos defendiendo la patria”. En esta afirmación hay una verdad y una mentira. La verdad es que ellos intentarán preservar el poder a sangre y fuego porque ahora no tienen para donde ir. La mentira aparece cuando deja entrever que ellos se morirán de hambre. No señora excanciller, ustedes no están famélicos, ni han perdido todos los kilos que dejó en el camino el pueblo venezolano. Es sabido que todos los oligarcas del régimen comen, visten y viven muy bien. Quienes morirán de hambre serán otros. Pereceremos los desheredados del poder, quienes somos los recipiendarios directos de las torpezas y mala fe del sistema que ustedes representan.
Solón, político y estadista ateniense, dijo que dio a su pueblo, no las mejores leyes, sino las mejores que podían recibir, añadiendo que el legislador debía adaptar las leyes a las cosas, y no las cosas a las leyes. En esa misma dirección, el filósofo griego, Jenófanes, escribió: “la ley es lo que de común acuerdo los ciudadanos han decidido prohibir o autorizar”. Valdría la pena enmarcar esta frase y reescribirla en letras de bronce para que jamás se olvide: la ley, es decir la constitución, es lo que los ciudadanos, de común acuerdo o mayoritariamente, han decidido autorizar o prohibir.
Ahora bien ¿alguien le preguntó al poder originario si quería que en nuestro país se instaurara una constituyente? Y que no nos vengan ahora con el cuento de los espejitos, representado por la consulta para la aprobación de la constitución. Dicha consulta para la aprobación de la convocatoria y las bases comiciales constituyentes es tan imprescindible como la aprobatoria de la carta magna. Además, la creación o reforma de leyes debe responder a una necesidad social como base de la república y no a los caprichos delirantes de un mandón de turno. “La república es el gobierno de todos por todos. La república pura, donde la virtud reina; donde todos son ciudadanos y toman parte en los asuntos del Estado, libre, soberana, generosamente; donde el pueblo tiene el derecho de votar; donde los magistrados reciben la magistratura como un empleo que requiere consejos”, decía el escritor ecuatoriano, Juan Montalvo.
Concluyo este artículo invocando una vez más a Juan Montalvo, quien desde su época, pareciera haber visionado la tragedia que viviría Venezuela en estos tiempos: “La violación de la ley es un primer paso hacia la tiranía, y no lo aceptaría más que si el primer magistrado pudiera hacer este juramento: juro que he salvado a la patria. Pero, ¿qué significa salvar la patria? Para los comunistas y autócratas, la patria son las órdenes, el salario, las bayonetas, la represión, el partido, el carnet de la patria. Sabido es que los tiranos juran siempre que han salvado a la patria”.
*Coordinador Nacional de IPP-Gente