Noel Álvarez*
En una reciente conversación con un amigo, nacido en Turkmenistán, un estado creado en 1992 tras la caída de la URSS, me recordaba que, a su país, la ONU lo cataloga como uno de los estados más represivos, dictatoriales y aislado internacionalmente del mundo democrático. Aun así, la dictadura se mantiene con el apoyo de la Unión Europea que tiene importantes negocios comerciales con el actual mandatario.
Este amigo escapó de la barbarie de los comunistas en el poder y llegó a Latinoamérica muy joven. En esta oportunidad nuestra conversación giró sobre el mundo totalitario. Le propuse escribir sobre una anécdota que me refirió, estuvo de acuerdo, pero me pidió omitir su nombre por conservar nexos familiares en su patria. Me contó que un presidente de su país se hizo llamar “padre de todos los turcomanos”, acumuló todos los títulos y honores imaginables. Escribió el Libro del Alma, declarado “constitución moral” para todos los turcomanos y texto de estudio obligatorio.
Saparmurat Niyazow, era el nombre de este presidente y pasó a la historia como el primer jefe de Estado vitalicio del espacio pos-soviético y como creador de un régimen dictatorial marcado por un culto a la personalidad de visos surrealistas. Este personaje convocó a un plebiscito para que lo nombraran presidente eterno y ganó con el 99,99 por cientos de los votos. Era un político de implacable dureza, que durante su gestión acabó hasta con la más mínima muestra de disidencia.
Niyazow prohibió maquillarse a los presentadores de los cuatro canales de televisión, todos ellos estatales, y ordenó a los dentistas del país que se abstuvieran de colocar coronas de oro a sus pacientes por “antiestéticas”. Entre los cambios excéntricos realizados por el régimen, está el del cambio de los nombres de los meses y los días de la semana en el calendario turcomano, y colocando en su lugar nombres referidos a él o a héroes históricos representados en su libro. Abril, el mes con el mejor clima, pasó a llamarse Gurbansoltan, por su madre, y septiembre pasó a llamarse Ruhnama, por su libro.
Cada billete debía poseer su efigie, cada canal de televisión debía incluir su rostro en logos y relojes del personal, y cada botella de vodka, así como otra gran cantidad de alimentos debía tener su imagen. Reemplazó el juramento hipocrático de los médicos por un juramento de lealtad al presidente. Ordenó mascar huesos y comer manzanas como una mejor idea para el cuidado oral. Desterró a todos los perros de Asjabad, la capital, por “su olor desagradable”. Decretó que los hombres no debían llevar el pelo largo o barba.
Luego de la muerte del autócrata en el 2006, su odontólogo particular, Gurbangulí Berdimujamédov, tomó las riendas del poder y en las elecciones que se han realizado gana con más del 97 por ciento de los votos. Los períodos presidenciales eran de cinco años pero los llevó a siete y los entendidos sostienen que es un mandatario eterno. Con el nuevo autócrata pocas cosas han cambiado. Aunque a su llegada al poder prometió una presidencia marcada por la moderación.
Para mantener la calma, los medios del Estado no dejan de recordar a sus ciudadanos que viven una “era de felicidad suprema”, oficialmente instaurada por Gurbangulí Berdimujamédov en 2012. Desde la presidencia de Niýazow, las relaciones con los Estados Unidos han sido tensas por la negativa del régimen a realizar una transición democrática y reformas de libre mercado. No sé qué opinan ustedes amigos lectores, pero yo creo que: como se dice en el llano venezolano ¡Se parece igualito!
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE