Rosario Anzola
Las bombas lacrimógenas inundan mi corazón.
Me aprietan el pecho
Les permito salir: una por una
Pero la tristeza las convierte en torrenteras.
Una lágrima por Tony, el de Barquisimeto
Una lágrima por la joven abaleada en san Cristóbal
Una lágrima por el adolescente asesinado en San Bernardino
Una lágrima por el abuelo de bastón que se une cabizbajo a las marchas
Una lágrima por la sangre que cae sobre los escapularios y los rezos
Una lágrima por los pensamientos de la señora que detiene la tanqueta
Una lágrima por la muchacha que grita su rabia al pelotón
Una lágrima por el sordomudo qué quedó paralítico por una bala
Una lágrima por el nudista franciscano que desafió los fusiles
Lágrimas por los heridos
Lágrimas por los muertos
Lágrimas por los presos
Lágrimas por los torturados
Lágrimas por los despojados de sus bienes
Lágrimas por los esqueletos que deambulan su hambre
Lágrimas por los enfermos sin medicinas
Lágrimas por quienes tuvieron que dejar su país
Lágrimas por los padres y madres huérfanos
Lágrimas por el llanto de los asesinados
Lágrimas por los sedientos de libertad y justicia
Lágrimas por los insomnes ojerosos vapuleados por esta guerra fratricida
Lágrimas por los que no saben lo que hacen
Lágrimas por los niños que preguntan por qué existe la gente mala
Lágrimas por quienes piensan que Dios nos ha olvidado
Hoy limpié las hojas secas del jardín
Unas flores abrieron para sorber mis lágrimas
Hoy registré gavetas buscando alegrías extraviadas
Mañana saldrá el sol.