Héctor Escandell
Los matan
Pasadas las siete de la mañana del jueves 12 de enero, la profesora Luisa César de Canchica llegaba a su colegio en Guarenas, hizo la misma rutina que repetía desde hace casi 13 años –cuentan sus familiares-.
En su camioneta, se logró estacionar cerca del portón principal y allí la abordó un malandro. Según los testigos le pidió bajar del carro y dejar las llaves. La profesora se resistió –no quiso, quizás estaba cansada de repetir la escena de millones de venezolanos-.
Los estudiantes, padres, y maestros que a esa hora ya estaban en la Unidad Educativa Ricardo Montilla escucharon: ¡Pum, pum, pum…! –y quien sabe cuántos plomazos más. La educación había muerto otra vez.
Casos como el de la profesora Luisa ocurren con mucha frecuencia en un país que no se alarma al exhibir entre sus estadísticas más de 28 mil asesinatos en el último año. Las Organizaciones No Gubernamentales como Provea nuevamente dan la cara por el Estado.
¿Cuántos maestros murieron de esta forma en el último año?, ¿Cuántos de esos 28 mil casos no llevan en su epitafio la palabra “Maestro”; como sinónimo de vida y obra.
El quince de enero recordamos a los docentes, su ardua labor y sabiduría –su paciencia y maestría-
Este aniversario viene precedido por un acto que paradójicamente nos muestra como una “potencia armamentista”. Nos hace ver como un país capaz de repeler cualquier ataque bélico de fuerzas extranjeras.
Si somos tan buenos en el uso de armamento y cuidado de la soberanía, ¿Cómo es que nos masacran la educación en las narices?
No les pagan
“Liborio, ¿ya te fuiste?”, está frase la leí en el Facebook de una maestra amazonense a finales de diciembre. Resulta que a esas alturas los docentes del sur no habían cobrado ni su salario ni sus aguinaldos.
Curioso por la denuncia, me adentré en los perfiles del profesorado amazónico y el malestar era colectivo. Todos habían escrito al gobernador Liborio Guarulla; todos le preguntaban por sus reales.
Un año de trabajo y no tenían ni para comprar un pan de jamón a sus hijos. Además de la crítica situación que vivimos todos, a los profes ya ni les pagan.
Ya es día del maestro y hasta donde sé, todavía no tienen plata en sus cuentas. El gobernador insiste en que el Gobierno Nacional no le dio los recursos, y los de arriba, que él se la gastó en otras cosas.
Sin duda que esta es otra forma cruel de masacrar la educación.
La crisis vive en la escuela
Seguridad, alimentos, medicinas, ropa y calzado son rubros básicos que escasean por estos días para la gran mayoría de los venezolanos y en especial para los golpeados y malheridos docentes.
Hoy se masacra la educación con balas, con escasez, con colegios en ruinas, con Canaimas inoperativas; se masacra con laboratorios cerrados y canchas sin arquerías.
Los héroes llevan tiza y borrador
Pero ante un escenario ampliamente conocido y, para no llover sobre requete mojado… hoy día hay cientos de hombres y mujeres que le meten el pecho con vocación y esperanza.
Esos y esas están regados por todos lados, en cada barrio y pueblo apartado está el respetado e inspirador maestro; sus historias son poco conocidas pero sus victorias son dignas de cualquier Nobel.
Detrás de cada mujer y hombre valiente hay un adolescente que se alejó del crimen, también hay un niño que no probó la droga y una comunidad esperanzada con un mejor futuro.
Por ellos y ellas el país sigue en pie, trastabillando, pero para’o. No es fácil ejercer la profesión docente en un contexto tan hostil como el venezolano. No debe ser una papa pelada seguir con las manos llenas de tiza cuando en otros países les ofrecen trabajar con marcadores.
Que hoy sea un día para renovar los votos de osadía y dedicación, que este quince represente un alivio al alma herida. Sigan estudiando, planificando, preparándose, orientando y asistiendo el parto de un país que está naciendo.
El mañana los necesita
“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, dijo el maestro popular Paulo Freire. Que este pensamiento sirva de inspiración; que sirva para seguir la labor que nunca termina.
Vendrán tiempos mejores. Ojalá el nuevo ministro haya leído la carta que le escribió muy acertadamente la profesora Luisa Pernalete; que escuche primero antes de firmar papeles, que se vaya en bus a un colegio cualquiera, que aguante una quincena con el salario que recibe la mayoría. Ojalá que el ministro salga y no se deje atrapar en las alturas del piso 20 de la esquina de Salas.
Fuente: https://cronicadelviernes.wordpress.com/2017/01/15/maestrs-feliz-dia/