A propósito de ser ciego
Javier Antonio Vivas Santana
El país ha entrado en un punto de no retorno. Ningún salario, pensión o “bono” puede sobrellevar el aumento de los precios, y menos tolerar el alto costo de la vida. Podemos decir que Venezuela ha entrado en una metástasis política, económica y social.
Los saqueos de camiones repletos de comida, centros de acopio del gobierno o privados, así como supermercados o pequeñas bodegas, aunque el gobierno con su chantaje de control comunicativo, los oculte a través de medios públicos y los pocos “privados” que quedan en el país en el ámbito de televisoras y estaciones radiales, las redes nos muestran el cómo desde el Zulia hasta Bolívar, pasando por Barinas, Portuguesa, Apure y Guárico, para mostrarnos lo que ocurre en Sucre, Anzoátegui, Monagas o el Delta, y retornar hasta los andes venezolanos en donde un pueblo hambriento penetra haciendas para sacrificar reses, o ver que en uno de esos estados es asesinado un “constituyentista”, o peor, enterarnos que desde nuestro septentrión mueren jóvenes huyendo por altamar de la pesadilla económica y social que vivimos, son la prueba más contundente que Venezuela no existe como república, que su “constitucionalidad” fue convertida en prostitución jurídica, y quienes la gobiernan hicieron del “Estado” una bazofia política.
Pero todo no queda allí. La tropa militar, esa que no tiene jerarquía de “mayor general” u “alta oficialidad”, exige la presencia hasta del ministro de la defensa en sus espacios de trabajo, porque la comida es de mala calidad o se “distribuye” en raciones insuficientes, lo cual también se aplica para los cuerpos civiles y policiales del país, quienes además laboran sin unidades de investigación, sin transportes, sin dotación de materiales laborales ni uniformes. Eso también deja en evidencia que las “instituciones” están quebradas en todas sus áreas operativas.
Insólito resulta que cuando un trabajador, al ver agotados, precisamente los cauces “institucionales” para denunciar por ejemplo, que sus ingresos (“quincena salarial”) ni siquiera le alcanzan para comprar el detergente que le permita lavar su “uniforme”, la respuesta de un jerarca de quienes son distinguidos con los “soles” es botar (despedir, pese a la “inamovilidad laboral”) al trabajador, es este caso del Metro de Caracas¹, porque según el generalucho, si alguien denuncia públicamente que tiene hambre o necesidades, estaría violando la “moral” y “buenas costumbres” de una empresa del “Estado” ¡Neonazismo en máximo nivel!
La hiperinflación que este gobierno ha originado también liquidó con el propio gobierno en su estructura presupuestaria. Por esa razón colapsaron la educación, la salud y los servicios públicos. O sea, no es posible que exista el programa de alimentación escolar, y tampoco darle de comer a los hospitalizados, así como poder ejecutar labores de infraestructura física en escuelas, liceos, universidades o centros asistenciales, y menos mantener adecuadamente la generación de electricidad o distribución de agua, en el medio de unas telecomunicaciones que son un caos, porque ninguna empresa, salvo que le paguen en dólares, podrá llevar a cabo construcciones, remodelaciones o mantenimientos, porque simplemente lo que hoy cotizaría en bolívares, mañana valdría una cantidad superior indeterminada en moneda nacional ante la liquidación devaluacionista del Bolívar. Los presupuestos sólo se convirtieron en entelequias, y aquellos que se “ejecuten” son para comprar divisas en el mercado paralelo con el propósito de que “empresas de maletín” continúen saqueando a la nación en complicidad con funcionarios corruptos.
Ha sido tal la destrucción de Venezuela, que incluso Petróleos de Venezuela (Pdvsa) dejó de producir gasolina y lubricantes, lo cual ha llevado a una permanente escasez de esos vitales insumos para el deteriorado transporte público, así como el envejecido parque automotor, lo que también terminara por desquiciar aún más, el mínimo traslado de alimentos y personas que existe en el país.
Ante esta inocultable verdad, el madurismo inventa una moneda que ha llamado el “Petro” y cuya mejor construcción en sus siglas se define como: Prostitución de un Estado Totalitario Represivo y Ostracista, porque es allí donde podemos sintetizar el significado y los significantes de un gobierno violador de los derechos humanos, cuya desesperación por mantenerse en el poder, no podrá salvarlo ni esa mal llamada “criptomoneda”, y menos la impresión de millones de “carnets de la patria” con la finalidad de extorsionar con el hambre, el voto de los venezolanos, y ni siquiera que ocurriera un milagro y el barril de petróleo superara las tres cifras en sus precios en el corto plazo.
¿Y por qué ocurre esto? Todos tenemos la respuesta, excepto aquellos fanáticos apartados de la realidad, o de quienes defienden sus mezquinos intereses en proporción con un gobierno que se convirtió en una dictadura moderna, violentando hasta la Constitución de quien dicen “representar” políticamente, pero que en la praxis, utilizaron todos sus artículos para defecarse sobre ellos con lo más putrefacto de sus desechos, empleando una seudolegalidad ejercida por unos prostituidos funcionarios quienes vendieron sus consciencias por la acumulación de millones de verdes que tanto dicen rechazar, pero que en esencia los multiplican en sus vestuarios, espacios de residencias, banquetes, viajes, motores y carrocerías de desplazamiento, prendas, joyas, y hasta moldeos, ampliación o reducción de sus figuras.
El hambre ha explotado a nivel nacional. El madurismo reprime y hasta detiene en “flagrancia” a quienes intentan saquear algún camión cargado de carne avícola (pollo)², obviando que el robo por causas famélicas³, incluso en centros del gobierno se ha hecho una constante en el país, que no tolera más el inmenso dolor social que padecen las familias como seres humanos.
Estamos a punto de llegar al capítulo final de esta historia por el norte, por el sur, por el este, por el oeste, por nuestros llanos, nuestros andes, desde la capital de cualquier ciudad, hasta el más recóndito de los pueblos de manera simultánea. Cuando eso suceda, Maduro tendrá que abandonar en menos de 10 días el poder y también el país, porque si se resiste, él junto con sus huestes tendrá que asumir con mayor severidad el dictamen de la historia.
Lo único que puede salvar a Maduro de tal desenlace es que, en la vorágine de esos días de desastre colectivo, pero de mucho desconcierto humano, termine por asumir y comprometerse que debe ir a unas elecciones justas y transparentes, apartando la megalomanía que tanto sufrimiento y tristeza ha generado sobre nuestro pueblo. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a257807.html