Por Piero Trepiccione
La situación compleja e inestable que atraviesa Venezuela pasa por lo que la antropología política define como “la víctima propiciatoria” o lo que es lo mismo en términos coloquiales “el chivo expiatorio”. Significa que para destrabar el juego es necesario hacer un sacrificio importante que permita la fluidez para la reinstitucionalización del país y que mejor si éste concentra todas las energías del descontento popular.
Sin duda alguna, esa figura emblemática es la de Nicolás Maduro Moros, sobre cuyos hombros recae la mayor responsabilidad de la crisis actual según la opinión pública interna y la de un número importante de gobiernos alrededor del mundo. Su figura es perfecta para resolver el momento-cumbre actual y dar paso a una negociación política de muy alto nivel que genere un proceso de transición apegado a normas democráticas y que reconcentre la atención en lo económico-social.
Para ello, es clave lo que defina el chavismo como fuerza política heredera del pensamiento y acción de Hugo Chávez. Todo este conglomerado humano reunido en torno a unos criterios ideológicos homogéneos y con influencia en sectores de opinión pública nacional e internacional, debe pensar y repensar su participación activa en política y en espacios de poder a corto, mediano y largo plazo.
Si el chavismo presiona a Maduro y le sacrifica para que se den condiciones mínimas de cohabitación en el futuro, pudiera mantener espacios regionales y locales refrendados en elecciones. También el control de daños con relación a las propuestas de la izquierda continental pudiera ser mínimo o manejable en el tiempo. Esta opción de “sacrificar” a Maduro desde el seno del propio chavismo ha venido ganando espacios desde hace mucho tiempo, pero se ha venido consolidando, más bien, en las últimas semanas viendo el escenario de cierre de posibilidades financieras a la luz de las sanciones internacionales.
El sector militar del país también se encuentra en una disyuntiva complicada. Las variables en torno al poder y la gobernabilidad se han deteriorado en magnitudes inesperadas en las últimas semanas.
El gobierno ha jugado hábilmente a consolidar la denominada “unión cívico- militar” sobre la cual ha tratado de blindar el control institucional, pero en ello, ha arrastrado a las fuerzas armadas en su proyecto ideológico, dejando su marca personal en la institución castrense, lo cual ha afectado seriamente su imagen frente a la opinión pública venezolana. Por ello, el tema de la víctima propiciatoria se habla cada vez con más ruido en este sector del país que no es ajeno a la realidad.
Chavismo sin Maduro
Un número cada vez más importante de países con influencia en la comunidad internacional ha centrado sus objetivos estratégicos en la salida del poder de Nicolás Maduro. Se habla de negociación, pero sobre la base del retiro del poder de Maduro. La concentración en este tema es absoluta, incluso, Rusia y China, los países de mayor influencia geopolítica que lo respaldan, han dejado ver tras bastidores del lenguaje diplomático, que aceptarían cualquier negociación siempre y cuando se garanticen sus “intereses” globales en el tema Venezuela.
Como vemos, la figura del sacrificio, de la víctima propiciatoria, se está hablando en múltiples círculos de poder global y locales, como elemento clave de definición y resolución del conflicto venezolano. Falta ver si el propio Maduro lo asume como tal y los factores de poder que le acompañan en el paralelepípedo de fuerzas, ceden en lo táctico para ganar en lo estratégico. Esto ahorraría tiempo y condiciones para que el pueblo venezolano retome rápidamente el camino de la recuperación económica y social, tan necesaria, a lo interno del país y de toda la región afectada por nuestra crisis migratoria.