Por Félix Arellano
Las fuerzas políticas democráticas que han desarrollado propuestas de liberalismo económico en nuestra región, no obstante los éxitos que han alcanzado –en algunos casos con triunfos electorales impactantes y la aplicación de programas que estimulan las inversiones y el crecimiento económico–, paradójicamente no tienden a construir una conexión fluida con las poblaciones, en particular con los más vulnerables.
Pareciera que no resulta fácil comprender que se trata de avanzar en la disciplina macroeconomía con sólida sensibilidad social. En este contexto se puede inscribir la aplastante derrota del presidente Guillermo Lasso de Ecuador en las recientes elecciones y consulta popular, lo que podría confirmar la tendencia.
Los movimientos políticos que privilegian el liberalismo económico tienden a concentrar la atención en temas importantes, tales como: disciplina fiscal, la prudencia y honestidad en el manejo de los recursos públicos, la apertura del mercado para lograr una inserción más eficiente en la economía global, coherencia macroeconómica y autonomía del banco central, empero, presentan un déficit en términos sociales, que por lo general pasa factura en los procesos electorales.
Avances en la coherencia macroeconómica, la apertura, la seguridad y la generación de confianza, como lo plantean textos de economía de mercado, se han podido apreciar en casos concretos, por ejemplo, hace varias décadas en diversos países asiáticos y más cercanamente en nuestra región, en países como Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Colombia.
El caso de Perú resulta significativo. Previo al primer gobierno de Alberto Fujimori (1990-1992), la opinión generalizada tendía a identificarlo como un país fallido, en profunda crisis económica y social. El modelo económico liberal que aplicó el presidente Fujimori, quien gana como outsider las elecciones, no estaba planteado en su oferta electoral, realmente lo toma de su contrincante Mario Vargas Llosa, y se constituye en la base del despegue económico peruano que, a pesar de la profunda crisis política que ha vivido el país en los últimos años, sorprendentemente se mantiene estable.
Al avanzar en el modelo económico liberal, Perú se ha mantenido entre las cinco principales economías de la región; sin embargo, los líderes políticos de mayor orientación liberal no han logrado un importante respaldo popular; fue el caso del expresidente Pedro Pablo Kuczinski, un prestigioso economista liberal y, actualmente, de la Sra. Keiko Fujimori. El país, sin liderazgo político, vive una dinámica de burbujas, donde los sectores populares, particularmente de la provincia, se sienten excluidos, una de las razones que explican el caso del expresidente Pedro Castillo.
Argentina también ilustra la tendencia, pues el presidente Mauricio Macri (2015-2019) logró un triunfo impactante al desplazar la hegemonía del peronismo que ha predominado por décadas, con un modelo económico rentista, proteccionista y discrecional. La propuesta económica del presidente Macri representó un punto de inflexión necesario para Argentina, pero no logró construir comunicación y confianza con los sectores populares, formados en su mayoría bajo la narrativa fantasiosa del peronismo.
En esta lista se pueden incluir los casos de los presidentes Sebastián Piñera en Chile e Iván Duque en Colombia, ejemplos de líderes con sólida formación y amplia experiencia gerencial que aportaron importantes avances en el plano económico a sus países, pero no lograron conexión con los sectores sociales más débiles. Sus gestiones han generado beneficios macroeconómicos y de competitividad, pero se perciben como burbujas desconectadas de la realidad social. Positiva disciplina económica, pero marcado déficit de sensibilidad social.
En estos momentos nos encontramos con el caso del presidente Guillermo Lasso en Ecuador, un exitoso empresario del sector financiero en la rica zona de Guayaquil, que desde hace varios años ha incursionado en la política con el partido Social Cristiano, partido que logró mantener una hegemonía de más de treinta años en la al alcaldía guayaquileña y que llegó a su final el pasado domingo 05 de febrero, producto de la gran derrota que enfrentó el presidente Lasso y su partido, lo que abre un panorama de incertidumbre en el futuro de su Gobierno.
El presidente Lasso al asumir el poder (mayo 2021) ha privilegiado la recuperación económica del país, con un programa liberal que propicia disciplina, coherencia, apertura, confianza a la inversión, pero de nuevo se aprecia un déficit de conexión con los problemas sociales. Ahora bien, no podemos desconocer que el déficit de sensibilidad y conexión social tiende a ser una constante en el expediente político de Guillermo Lasso y, en esta oportunidad, su principal adversario, Rafael Correa, un populista rígido con tendencias autoritarias se presenta como el gran ganador.
La deficiente e inestable relación de Guillermo Lasso con el poderoso sector indígena de Ecuador, constituye una expresión de su déficit de conexión social. Conviene recordar que ganó las elecciones presidenciales en el año 2021, en buena medida por las divisiones en el sector indígena, que por un tiempo apoyó a Rafael Correa.
Para las elecciones del 2021, un importante número de población indígena cuestionaba a Rafael Correa y rechazó a su candidato Andrés Arauz. Adicionalmente, participó en la contienda electoral el joven Yaku Pérez con su partido Pachakutik, representante de sectores indígenas, que se enfrentó con la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). En ese panorama indígena fragmentado, enfrentado y radicalizado fue posible el triunfo de Guillermo Lasso en su tercer intento por llegar a la presidencia.
Las divisiones indígenas facilitaron el triunfo del presidente Lasso, luego, la unidad de los pueblos indígenas, y en particular la actuación de la Conaie, pueden determinar el futuro del Gobierno. En tal sentido, sorprende la deficiente relación del Presidente y de su partido con el sector indígena; incluso, asombró la ausencia indígena en el primer equipo de gobierno, cuando el sentido común indicaba la importancia de lograr alianzas solidas con algunos de sus representantes, por ejemplo, con Yaku Pérez.
Con una situación social y política tensa llegan las elecciones regionales del pasado 05 de febrero, que contemplaron: autoridades seccionales, alcaldes y prefectos provinciales. Asimismo, el Gobierno propició una consulta o referéndum de ocho preguntas, sobre temas institucionales, de seguridad y protección ambiental, apoyando masivamente el voto afirmativo en todas ellas.
En principio, las encuestas anunciaban resultados favorables para el Gobierno, pero la realidad resulta impredecible y los resultados han sido calificados como desastrosos. Las ocho preguntas fueron rechazadas, el Gobierno alega que, con un reducido margen, en todo caso esto evidencia la polarización que vive el país y las dificultades para construir gobernabilidad.
Por otra parte, el partido de gobierno fue derrotado en la mayoría de los cargos objeto de las elecciones. Al respecto, cabe destacar, que perdió las prefecturas más importantes del país (Azuay, Guayas, Manabí, Pichincha) y las alcaldías más poderosas (Quito y Guayaquil), que han pasado a los candidatos de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa. Resulta evidente que la recuperación económica del presidente Lasso no ha permeado en los sectores populares y el voto es la expresión del descontento.
Los escenarios institucionales en Ecuador, en un contexto de incertidumbre y rechazo social, son complejos. Las posiciones extremas contemplan que la Asamblea podría avanzar en la destitución del Presidente, pero este también cuenta con la opción de convocar elecciones generales adelantadas en un margen de seis meses, lo que definen como una “muerte cruzada”, pues salen los dos poderes Ejecutivo y Legislativo.
Los desafíos del presidente Guillermo Lasso son enormes para construir confianza y gobernabilidad en un país. A los problemas sociales de exclusión que son históricos, se deben sumar las perversas consecuencias de la pandemia del COVID-19 en los sectores más humildes y, ahora, las negativas consecuencias globales de la invasión de Rusia a Ucrania como el crecimiento de la inflación, la crisis de alimentos y de energía y una potencial recesión.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en TalCual Digital, el 14 de febrero de 2023.