Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.
Crédito: Mauricio López

Un referente venezolano en la defensa de los derechos humanos, apasionada por su trabajo y con casi cincuenta años de experiencia como educadora son solo algunos de los atributos que podemos mencionar sobre la profesora Luisa Pernalete, quien, en entrevista con la revista SIC, nos otorga un significativo, pero sentido recorrido a través de la crisis educativa que atraviesa nuestro país actualmente. En medio de un panorama desolador, ¿qué acciones nos propone para proteger el derecho a una educación de calidad e igualitaria para todos los venezolanos?

Por Juan Salvador Pérez

Crédito: Marco Bello, Reuters
Crédito: Marco Bello, Reuters

—¿Cuál es su lectura de la situación educativa en Venezuela actualmente? ¿Cuáles son los mayores retos para este nuevo año escolar?

—Tengo casi cincuenta años como educadora. Me inicié en una normal experimental, innovadora, en Fe y Alegría de Maracaibo, aún era estudiante de la Universidad del Zulia (LUZ).  Desde entonces, no he dejado de trabajar con escuelas, maestros, madres… y, siendo honesta, nunca había visto los problemas que estoy viendo hoy. Es difícil decir cuál problema es más grave, aunque solo bastaría con mencionar dos: hay cerca de tres millones de niños, niñas y adolescentes (NNA) y jóvenes fuera de las aulas, según datos del profesor Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). ¡Demasiado chamo por fuera! Con todo lo que eso significa; sin educación, los NNA no tienen presente ni futuro.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), casi la mitad de los niños y niñas entre tres y cinco años está fuera de las aulas. La Educación Inicial es muy importante, es una edad en la que los niños aprenden por imitación, como esponjas, y esa etapa tan especial se está desperdiciando. Además, hay que recordar que sin educación ningún país sale de las crisis. Muchos niños y adolescentes fuera de las escuelas quedan en riesgo de ser “reclutados” por las pandillas, y hay que saber que el delito organizado, silenciosamente, ha ido expandiéndose en Venezuela, no es solo la Cota 905. ¡Cuánto talento desperdiciado!

El otro problema gravísimo es la pérdida de docentes. En Venezuela hemos perdido, los últimos años, la cuarta parte de nuestros docentes formados. Un dato que tiene que preocuparnos es que hay escuelas de Educación con bajísima matrícula, e incluso sin aspirantes, en los primeros años, como la UCAB Guayana, a pesar de ofrecer becas para los jóvenes que quieran estudiar Educación. La Universidad Católica del Táchira (UCAT) también lleva varios años sin aspirantes a la carrera de educación, la UPEL ha bajado considerablemente su número de estudiantes… ¿Dónde está la generación de relevo? Educador no puede ser cualquiera. Y es que, con esos salarios de los educadores, es demasiado pedir que perseveren, son los salarios más bajos de América Latina, más bajos que los de Cuba o Haití –que se supone es el país más pobre de América Latina–.  Hablo de los salarios de los docentes de la educación pública –el 86 %– y los subsidiados que, si bien su gestión es privada, al ser subvencionados, ganan lo mismo que los de las públicas.

Y les digo, yo he fundado escuelas en lugares insospechados, en la frontera, en la selva, sin locales, comenzando debajo de un árbol, en casas de los vecinos… pero con maestros. Sin maestros no hay escuelas. Y complete el panorama actual con ese horario “mosaico”, menos horas de atención a los estudiantes, solo dos días de clase a la semana, como fue el año pasado, ¿creen que podemos hablar de calidad? ¿creen que podemos hablar de educación integral? Y eso es lo que dice el artículo 103 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: “Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad”. Ese mismo artículo dice más adelante que el Estado proporcionará los recursos necesarios para garantizar ese derecho, y el 104 recuerda que la profesión docente debe ser ejercida por personas con reconocida idoneidad moral y profesional… Mejor no sigo, para no ponerme a llorar.

No puedo dejar de mencionar el tema de la actualización de los docentes. El mundo ha cambiado, la educación tiene que cambiar. No solo hablo de la tecnología, hablo del sentido de la educación hoy, la educación emocional, la educación ciudadana en un país con déficit de ciudadanía, la educación ambiental, un tema urgente…

Termino esta lectura, para no cansarles, añadiendo que ha crecido la desigualdad educativa, y seguirá creciendo si no se actúa con urgencia:  procurando salarios dignos para los educadores –tal como lo dice el artículo 91 de la Constitución–; una infraestructura que educa y no ambientes que des-educan; formación y actualización docente.

—En este contexto de emergencia humanitaria compleja y desigualdad educativa ¿qué se está haciendo para mejorar el estado de las escuelas, alumnos y maestros? ¿cuál ha sido el rol de las organizaciones de la Iglesia y la sociedad civil? Más importante aún, desde su experiencia de casi cincuenta años, ¿qué se debería estar haciendo?

No es que no se esté haciendo nada, pero es insuficiente dada la magnitud del problema. Por ejemplo, todavía se puede decir que hay educación porque hay maestros que la subsidian. Así es, trabajan un turno en las aulas y en el otro dan tareas dirigidas, clases particulares o se ocupan en emprendimientos pequeños como vender tortas en sus casas, cortar cabello. Sé de maestros que trabajan como vigilantes los fines de semana… En fin, necesitan sobrevivir. Dos, tres trabajos… La emergencia humanitaria compleja golpea a todos, pero a unos más que a otros.

Hay también alianzas con sectores de las comunidades, con sectores empresariales para mitigar la situación, con proyectos como el apadrinamiento de alumnos –lo cual es una vía–, voluntarios dando clases, universidades con iniciativas para la actualización de docentes. El Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín (CFIPJ) de Fe y Alegría ofrece, cada quince días, foros chat para sus maestros y para cualquiera que lo deseé, gratis, y uno comprueba el interés de los docentes, valoran estos espacios. Las alianzas ayudan, por ejemplo, la Universidad Metropolitana (Unimet) lleva dos años con el proyecto “Leo, juego y aprendo”, para mejorar la lectura; en ese proyecto están las 129 escuelas de Fe y Alegría donde hay educación inicial y primaria, también hay escuelas públicas y se están viendo resultados.

En relación a la Iglesia, hablo de la institucional, porque todos somos iglesia, me consta que hay interés y preocupación por parte de los obispos. En la Asamblea de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), realizada en julio de este año, le dedicaron una mañana al tema educativo, y hay trabajo en algunas diócesis y arquidiócesis. En Carora, por ejemplo, Monseñor Curiel está haciendo un trabajo excelente con toda la sociedad civil, impulsando el Nuevo Pacto Educativo propuesto por el papa Francisco. Obispos que visitan escuelas, que hacen trabajo de acompañamiento y formación de docentes de escuelas católicas, y se abre a docentes de escuelas públicas, pero se podría hacer mucho más. ¿Qué tal un observatorio educativo con trabajo de las parroquias católicas, por ejemplo? La falta de datos es un problema para mejorar la educación. ¿Qué tal una colecta en las misas de octubre, de lápices y cuadernos, ahora a principio del año escolar? Hay que expresar públicamente el apoyo, el interés por la educación, sobre todo, de los más vulnerables.

La Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), con sus colegios afiliados, trabaja en formación y acompañamiento. Es verdad que son pocas en relación a la educación total, pero cada quien que trabaje duro en lo que le corresponda.

La alianza por la educación, de toda la sociedad, sigue siendo una necesidad. El lema de Fe y Alegría es ese: “Alianza por la educación”, es el de este año y seguirá siendo el mismo en el 2024.

Crédito: Radio Fe y Alegría Noticias
Crédito: Radio Fe y Alegría Noticias

—Muchas veces lo urgente deja desplazado lo importante. Mientras en el mundo ya se habla de robots en las escuelas, en Venezuela se hacen esfuerzos para que las escuelas dicten clases todos los días, ¿cuál es su diagnóstico de la calidad educativa en Venezuela hoy?

—Ya dijimos que la Constitución contempla que la educación de calidad es un derecho. Tú mencionas que en otros países ya hay robots, ¿y nosotros? Pues te comento que aquí hay escuelas que ni agua ni pupitres tienen para los alumnos, ¿robots? Primero que haya agua, que haya maestros. Hay que insistir en la necesidad de que se realice la medición de los aprendizajes por alguna vía, ojalá fuera con pruebas internacionales estandarizadas como el informe del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA), tal vez el más conocido, pero que haya pruebas. Si no sabemos ni siquiera qué están aprendiendo o cuánto están aprendiendo, ¿cómo se puede planificar?, ¿cómo se puede saber dónde están los focos en los cuáles concentrarse? Desde hace más de diez años en Venezuela no se aplica ninguna prueba. En los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre la educación en América Latina, por ejemplo, Venezuela aparece “sin información”.

Lo de la tecnología, nos queda lejos todavía. Lectura comprensiva, habilidades para convivir, por ahí habría que empezar; sumar y restar. Se sabe que hay niños saliendo de sexto grado que no entienden lo que leen. Se sabe que los bachilleres están llegando a las universidades sin las competencias básicas para poder estudiar.

La UCAB y organizaciones como Con la Escuela y su Red de Observadores Escolares, hacen pruebas, y los datos que aportan son como para establecer un plan de emergencia para elevar la calidad. Hay mucho que hacer, pero para ello necesitamos voluntad política y hacer visible lo que podamos. Tal vez comenzar por tener clases en las escuelas públicas, no dos días a la semana, sino los cinco días.

—Ha mencionado reiteradamente la importancia de enseñar ciudadanía desde el primer día. ¿Cómo forma ciudadanos demócratas el sistema educativo venezolano? 

—Venezuela tiene un gran déficit de ciudadanía. Nos hemos ido desnormativizando. La ciudadanía tiene que ver con la construcción del bien común, conocimiento de deberes –que hay que cumplir– y derechos –que hay que defender–. Basta con ver en lo que se han convertido las calles: una jungla, donde prevalece la ley de la selva, o sea, la del más fuerte en detrimento del más débil: los niños, los ancianos, los que tienen alguna condición especial.

 Los niños y adolescentes están creciendo viendo como “normal” que los choferes no respeten el semáforo, que los motorizados y ciclistas “se traguen” las flechas, por mencionar un ejemplo. O sea, es “normal” no respetar las leyes, que se supone deben proteger a todos. El sistema educativo venezolano está haciendo poco por formar a los estudiantes como ciudadanos desde la Educación Inicial. No se trata solo de conocer la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNNA), que contempla derechos y deberes, se trata de ese eje transversal que nos lleva a respetar a los demás, cuidar la escuela, relacionarse con la comunidad y ver cómo se “construye el bien común”.

Ni siquiera elementos como la educación ambiental, obligatoria para todos los niveles y modalidades según el artículo 107 de la Constitución, se cumple. La educación ambiental muchas veces no va más allá de celebrar el Día del árbol, si acaso. ¡Y hay tantas cosas que se pudieran hacer! Y claro, se necesita coherencia. Si queremos alumnos con cultura democrática, hay que actuar de manera democrática en el salón de clases. Estamos lejos de tener educación ciudadana como la que estamos necesitando. Hay que leer la encíclica Fratelli Tutti y ver lo que significa la “buena política” para trabajarla en la escuela.

Crédito: Iván Ernesto Reyes
Crédito: Iván Ernesto Reyes

—La profesora Luisa Pernalete, ¿dónde encuentra todas las mañanas la fe? ¿y dónde encuentra todas las mañanas la alegría?

—De mirar con los dos ojos: uno, el que ve el drama, lo mal que está la educación, por ejemplo, conocer casos concretos de escuelas cerradas o de niños que no van a la escuela, que los ves en las esquinas, o de maestros con zapatos rotos que caminan a sus escuelas por amor a los niños. Ver, escuchar. Y el otro ojo, el que ve “las velitas en medio del apagón”. ¡Tengo para escribir un libro con historias conmovedoras de maestros y maestras héroes, de los malabarismos de las familias para que sus hijos estudien, de experiencias extraordinarias de las escuelas! Te cuento solo dos, como ejemplo:

En la isla de Margarita, solo hay una escuela de Fe y Alegría, en el municipio Juan Griego. La comunidad es muy pobre y violenta, pero la escuela ha ido haciendo su trabajo de educar para la paz y de relación con la comunidad. Me contaba la directora, que es extraordinaria, que un día se apareció uno de esos chicos “mala conducta” del barrio, con un niño del colegio de la mano, y le dijo: “Maestra, aquí le traigo a este chico, andaba por ahí sin entrar a la escuela”. ¿Qué tal? ¿Los delincuentes cooperando con la asistencia escolar? Cuando a uno le baja la esperanza, historias como esta te la elevan.

O esta otra anécdota de este difícil comienzo de año escolar. Hablo con la coordinadora del núcleo rural que Fe y Alegría tiene vía El Pao, en el estado Bolívar; son varias escuelas unitarias que lo conforman. Le pregunto que cómo estuvo la asistencia el primer día. Y me dice, con preocupación, que no fue ni un alumno, pero que todas las maestras, que saben dónde viven todos los niños y niñas del núcleo, fueron a visitar las familias, a todas, y les dijeron que las cosechas habían estado muy mal, que no tenían los dos dólares para la inscripción. ¡Dos dólares! Entonces las maestras les dijeron que no importaba, que llevaran a los niños y que después se veía cómo se hacía con el pago. Entonces los niños, paulatinamente, se han ido reincorporando. ¿No es para conmoverse?

Y cuando el año pasado, 91 escuelas de Fe y Alegría lograron realizar proyectos del eje escuela-comunidad de manera exitosa, algunos realmente sorprendentes. Los relatos de la disposición de niños y adolescentes ofreciéndose como voluntarios para el próximo año y proseguir con los proyectos, por ejemplo. Con estos testimonios se le levanta a uno el espíritu, renueva uno la fe y el cerebro creativo se enciende. La risa y la sonrisa se contagian, las buenas acciones generan endorfinas en las personas que las realizan, en las personas que las reciben y en los testigos de las mismas.

Necesitamos /crear confianza/ para educar/ y dar esperanza// La fe se crece/ cuando escuchamos/ que hay mucha gente/ dando la mano//

Finalmente, rezar muchas veces el Padrenuestro, el de la escuela, el de la casa, el que todos conocemos, saber y sentirnos hermanos, el trabajar en red, “enredarse para el bien”, pues. Todo eso ayuda y de ahí se saca fe y alegría también.

Descargar Edición N° 846. PDF

Nuestros Grupos