Luisa Pernalete
“Comienza el año escolar y es saludable, útil, necesario que empecemos con un buen consejo de docentes”, dice la directora, amable, puntual, lamentando no poder ofrecer un cafecito porque no consiguió. “Las colas están demasiado largas y hasta peligrosas, pero les regalo una sonrisa y muchos buenos deseos”, añade la directora.
Primer punto: El contexto. “¿Qué año nos espera? ¿Cuál es la coyuntura venezolana en la que se inserta este período escolar?”, pregunta a los asistentes y hay que hacer un esfuerzo por ordenar las intervenciones: “Inflación que se come el salario, el de las familias y el de los docentes; escasez que cansa cuerpo y mente; eventos de violencia, delincuentes sueltos y estudiantes presos; gente haciendo justicia por su mano; escuelas robadas, como algunas de Fe y Alegría en Guayana; agresividad a flor de piel en las colas; elecciones en diciembre… ¿Cuántos días perderemos? ¿Cómo afecta esto al proceso escolar? ¿No será una oportunidad para hablar sobre la democracia, el papel de la AN? También hay historias de solidaridad en la comunidad que conmueve al más insensible, creatividad necesaria para buscar alternativas. ¿Qué impone al proyecto educativo esta coyuntura?”. Está animada la participación. Sigamos
Segundo punto: ¿Qué requisitos pediremos a las familias? Hay que sacar la cuenta de lo que está costando equipar a un estudiante. Zapatos negros para niños de educación inicial sencillamente no hay. Hay una resolución del Ministerio de Educación que habla de permitir zapatos negros o marrones, pero creo que se queda corta. ¿Qué tal si aceptamos formalmente que vengan con cualquier calzado de goma, así sea de muñequitos? Formalmente digo, para que ningún niño o niña se sienta mal por no traer los negros “reglamentarios” pero inexistentes. ¿Y los cuadernos cuánto están costando? ¿Qué se nos ocurre para aminorar las angustias de las familias? ¿Qué es realmente lo indispensable? ¿Se sabe cuánto está constando una resma de papel? ¿Qué tal si buscamos hojas de reciclaje? No se trata de dejar de dibujar con los pequeños, sino de actuar como si los bolsillos de sus padres fueran los nuestros. Hay colegios que están diciendo a los niños que traigan sus cuadernos del año pasado que aún tienen hojas limpias. ¿Quién propone otra cosa?
Tercer punto: Educar para la convivencia pacífica, prioridad. Con un país tan violento y con entornos llenos de bandas y narcomenudeo, educar para la paz no puede ser sólo un buen lema, debe ser prioridad. Nada de eventos aislados, se necesita un plan sistemático: sanar heridas, aprender a perdonar y pedir perdón, expresión y manejo de emociones y sentimientos, pensamientos para la convivencia (causal, consecuencial, alternativo, de medio fin, en perspectiva), resolución pacífica de conflictos, fortalezas escondidas, inteligencias múltiples, normas con sentido, pocas y consensuadas… ¿Qué tal si elegimos Premios Nobel de la Paz Escolar en vez de reinas de carnaval? Y propongo que el plan no sea sólo para los estudiantes. No nos vendría mal a los docentes formarnos a la par de ellos.
Cuarto punto: ¿Y dónde vamos a dejar a las familias y a la comunidad? Pues, que entren en el plan de formación también. A ninguna madre le viene mal aprender a pensar antes de actuar, a ningún vecino le sobra aprender a resolver los problemas por vía pacífica. Así que mejor que hablar de “Escuelas para padres” hablemos de Escuelas con padres y madres, y así nos vemos como aliados, del mismo lado de la cancha. Algo de emprendimiento también sería muy útil para las madres. Hay gente que nos podría apoyar en eso. ¡Aprobado!
Quinto punto: Busquemos cómo evaluarnos para brindar una educación de calidad, reconocer debilidades, buscar ayuda, ser pertinentes. Reducir la deserción; los chamos se nos van a veces porque se aburren, sobre todo los adolescentes. La humildad nos permitirá avanzar. El país necesita enseriar la educación. ¿Qué punto falta? Mandar recomendaciones al nuevo ministro. ¡Feliz y fraterno año escolar!